4 creencias inconscientes de los padres ante el comportamiento de los hijos

creencias de los padres ante el comportamiento de los hijos

A veces tenemos creencias o esquemas que se activan en nosotros de manera inconsciente ante el comportamiento de nuestros hijos. Por eso, sin darnos cuenta, pueden hacer que nuestra respuesta no sea la adecuada para conseguir el cambio de conducta que deseamos en ellos.

Ester Blanco, psicóloga sanitaria de la Clínica Universitaria de la URJC repasa cuatro comportamientos de los que, en muchas ocasiones, no somos conscientes y que conviene tener en cuenta.

Tener expectativas poco realistas:

Muchas veces tenemos pensamientos del tipo “debería estarse quieto”, “debería darse cuenta”, “debería saber”, etc. Esto puede suponer un conflicto, si no se tiene en cuenta, por ejemplo, la edad del niño/a, sus capacidades o lo que realmente ya sabe hacer y lo que no.

Cuando un niño o niña se encuentra activado/a a nivel emocional, por ejemplo, está enfadado/a, aburrido/a o inquieto/a, no va a ser capaz de “estarse quieto” o “portarse bien”. Que se activen estos pensamientos automáticos en nosotros no resulta beneficioso, ya que automáticamente vamos a “regañar” al presuponer lo que “debería” hacer.

Resulta más beneficioso acercarnos al niño/a y tratar de entender qué le está pasando. Es mejor recordarle las normas del contexto en el que nos encontramos y ayudarle a gestionar la situación, entendiendo que, si se está comportando de determinada manera que no consideramos correcta, es porque no tiene en ese momento recursos suficientes para actuar de otra forma.

Dejarnos llevar por ideas heredadas:

Cuando nuestros hijos se comportan de determinada manera, a veces, presentamos pensamientos automáticos de nuestra propia infancia. Presuponemos cómo habrían actuado con nosotros nuestros padres si nosotros hubiéramos hecho esto o aquello y, de manera automática, actuamos igual.

No se trata de juzgar la manera que tuvieron de educarnos, pero hay que tener en cuenta que nuestros hijos no somos nosotros, ni tienen los padres que nosotros tuvimos. Como seres individuales, tenemos que ser capaces de reconocer que las necesidades de nuestros hijos y, por tanto, el trato con ellos no tiene que ser el mismo que nos dieron a nosotros. Tampoco la respuesta que nosotros demos tiene por qué ser la misma que daríamos a un hermano o primo.

No todos tenemos las mismas capacidades y habilidades y, por tanto, lo que “nos hubieran dicho o hecho a nosotros” no tiene por qué obtener un buen resultado con nuestros hijos.

Aplicar creencias pedagógicas erróneas:

En ocasiones, sin mala intención, asumimos creencias pedagógicas que son erróneas, por ejemplo, que “los gritos y los castigos hacen aprender a los niños” o que “un cachete en el culo o la mano les enseña que algo es peligroso”.

En realidad, estos comportamientos enseñan a los niños, sí, pero a temernos a nosotros. Les enseñan que sus padres pueden resultar agresivos con ellos, y aprenderán a no acudir a nosotros cuando tengan dificultades por miedo a nuestra reacción.

Esto no significa que una mala conducta no tenga que tener consecuencias, pero estas deben ir en consonancia con la capacidad de comprensión del niño, y siempre razonadas y puestas en práctica desde la calma.

Idealizar la crianza:

Las ideas falsas o edulcoradas sobre la maternidad y la paternidad están bastante extendidas. No es cierto que las buenas madres y los buenos padres sean felices estando siempre con los niños. Los padres también necesitan desconectar, necesitan tiempo para ellos y para la pareja.

El autocuidado es importante y, además, nos ayuda a ejercer mejor la parentalidad. Cuando estamos más descansados, cuando no tenemos en la cabeza una lista infinita con “cosas pendientes” y no vamos con prisas, somos más pacientes, observamos mejor a los niños y entendemos mejor sus necesidades. La calma y una dosis extra de paciencia son necesarias para ejercer una crianza óptima.

Desactivar estas creencias ayuda a mejorar el autocontrol de los padres y madres, hace que nuestros hijos se sientan más seguros y aprendan y apliquen mejor las normas.

Ester Blanco Arranz

Psicóloga Sanitaria infanto-juvenil y de adultos en la Clínica Universitaria de la URJC.

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