Madrid, 10 jun (EFE).- La pandemia y la subida de precios en el transporte pusieron en peligro la primera retrospectiva que mañana llega a España en el Museo Thyssen del pintor estadounidense Alex Katz. Pero, tras conseguir «línea directa con Dios», ya están en sus salas más de 40 obras de este autor de 94 años que se levanta todos los días a las 7:30 de la mañana.
Así lo ha reconocido este nonagenario protagonista del arte americano del siglo XX que, ataviado con unas oscuras gafas de sol y una impecable americana blanca, ha bromeado con el hecho de que mientras en el Museo Thyssen-Bornemisza estaban «hincando codos» para colocar sus cuadros él estaba «muy ocupado pintando otras cosas».
Cuadros diferentes, o no, a los que se podrán ver desde mañana en esta pinacoteca que, según ha anunciado su director artístico, Guillermo Solana, lucirá próximamente en su colección permanente el cuadro que Borja y Blanca Thyssen han adquirido del artista contemporáneo de Bacon o Lichtenstein.
«No me dí cuenta de lo bueno que era cuando lo pinté -ha exclamado Katz- yo pensaba que estaba fuera de control, pero parece ser el mejor de la serie».
Una obra que, según ha explicado Solana, pertenece a una serie pintada en 2016 y que representa el rostro de su nuera Vivien. Así que el hecho de adquirir esta obra, así como poder tener al fin esta retrospectiva, después de muchas vicisitudes, es una suerte de milagro conseguido tras conseguir tener «línea directa con Dios», ha bromeado Solana.
A la espera de que este lienzo se incorpore a la colección permanente, lo que el visitante podrá ver hasta el próximo 11 de septiembre, es una retrospectiva de más de 40 pinturas que recorren seis décadas de la obra de Katz. Todo un «atrevimiento» que, debido también al «tamaño descomunal» de los lienzos, según Solana, su colocación en las salas ha sido como «meter un velero en una botella».
Así, esta muestra que estaba programada para julio de 2020, trae a Madrid con la colaboración de la Comunidad de Madrid y Las Rozas Village pinturas como «The red smile» (1963), «The cocktail party» (1965), «The black jacket» (1972) o los lienzos dedicados a los grandes paisajes como «Woods» (1991), los que muestran bellas flores como «White Lilies» (1966) o los más recientes como «Elisabeth» (2018).
«Una iluminación sobre una mesa, un gesto, todo esto es inesperado cuando llega. Es un tema de pensamiento intelectual», ha explicado Katz sobre su manera de entender la pintura que no es más que: «al final haces que lo tienes que hacer, te levantas y lo enfrentas».
Nacido en Nueva York en 1927, el artista ha afirmado que el «mundo poético está muy en marcha a pesar de la covid-19» y ha confesado haber tenido «suerte» de que hace 70 años la guerra no le «interrumpió» su trabajo.
«En Estados Unidos tenemos un gobierno al que parece no importarle lo que hagamos en el arte, pero eso es bastante distinto en Europa», ha lamentado al tiempo que ha expresado que, pese a que la guerra de Ucrania «va a seguir adelante» al final «Rusia va a perder frente a Ucrania».
Enemigo del encasillamiento, como así lo demuestra la evolución de su obra -desde los ambientes festivos de Nueva York, pasando por las miradas perdidas de su esposa y de su nuera hasta llegar a los paisajes de vivos colores- Katz se «aprovecha de la nada» para encontrar belleza.
Así que lo que el Museo Thyssen ha conseguido es borrar de su lista de deberes esta, según Solana, «ausencia casi imperdonable» que había en España de una retrospectiva del neoyorquino.
Cuadros que ya están en nuestro país gracias a los préstamos de colecciones privadas, de la propia familia Katz (quien ha pagado también el transporte de dos de las obras), así como del MoMA de Nueva York y el Museo Nacional Reina Sofía de Madrid.