
Madrid, 29 abr (EFE).- En casi cualquier casa en España hay una lámina impresionista, un ejemplar de «El Quijote» y otro de «La novena» de Beethoven, ¿por qué no es normal tener también «El lago de los cisnes»? cuestiona la coreógrafa Ana Abad Carlés, que habla del «arrinconamiento» de la danza desde hace casi cien años.
Como parte del esfuerzo por dar la vuelta a esta realidad, esta investigadora y docente -autora del libro «Historia del Ballet y de la Danza Moderna» (Alianza Editorial)- impartirá en el Teatro Real el curso «Conceptos fundamentales de la danza», los próximos días 7 y 8 de mayo.
Se trata de la primera vez que el coliseo madrileño programa un taller dedicado a esta disciplina artística, aunque habitualmente ofrece formación para los aficionados de la ópera, tanto sobre piezas especificas -«Comprender a Verdi: Nabucco» del 1 al 29 de junio- como de manera más genérica: «Conceptos fundamentales de la ópera contemporánea», del 10 de mayo al 7 de junio.
La danza en España es una disciplina artística que sufre un gran desconocimiento y carece de apoyo por parte de los poderes públicos para su desarrollo a través de cuestiones tan básicas como un escenario, una escuela y por supuesto presupuesto para las compañías, dice Abad.
«Aquí no llegamos ni a entender el concepto de lo que es una compañía nacional. Las dos que tenemos, el Ballet Nacional de España y la Compañía Nacional de Danza, en cualquier otra capital del mundo estarían bailando todas las semanas. Al no tener teatros, a muchos de los que se forman no les queda otra opción que emigrar», lamenta.
KEYNES Y LA DANZA
Como en muchos países europeos, así como en EE.UU. y la entonces URSS, las primeras décadas del siglo pasado fueron momentos de vigor en esta disciplina artística.
El economista John Maynard Keynes fue el director del Arts Council y puso la danza en el centro de la vida del pueblo británico, mientras que EE.UU. y la URSS iniciaban una carrera no solo espacial, sino coreográfica, ya que Moscú hizo del ballet su emblema cultural y artístico.
«La danza ha sido muy importante en el desarrollo de muchas de las cosas que damos por hecho», asegura Abad, que remarca que en España la Guerra Civil y después el franquismo frustraron esta posibilidad. «La dictadura no fue muy amiga de las artes en general», remarca.
Tampoco la llegada de la democracia sirvió para compensarlo del todo, según la coreógrafa, porque cuando se crearon las compañías nacionales faltó una «mirada informada» sobre qué es lo que se quería hacer y para qué. «En España han faltado siempre objetivos claros y constancia», lamenta.
Recuerda que hubo una época de boom, en los 80, y se establecieron compañías de ballet en casi todas las Comunidades Autónomas, como el Ballet de Euskadi, el Mediterráneo o el de Cámara de Madrid, «pero sin la idea de durar. Para hacer una compañía hace falta una escuela y un teatro, porque si no, ¿dónde van a actuar?», se pregunta.
Para Abad, en España falta «una noción del repertorio, del legado» y cada nuevo director en los grandes ballets hace «borrón y cuenta nueva». Por eso, ve «fundamental» que este curso se vaya a hacer en el Teatro Real. «Crear nuevas audiencias, dar accesibilidad a nuevos públicos, es algo que las políticas europeas vienen dictando», asegura.
Marina Estévez Torreblanca