Karla Hoyos, la mexicana al frente de la cocina solidaria más grande de España

Tras cocinar para damnificados de huracanes en Puerto Rico y Bahamas, la mexicana Karla Hoyos dirige por encargo de José Andrés y su ONG World Central Kitchen (WCK) la cocina solidaria más grande de España, de donde salen 8.500 comidas diarias para personas desfavorecidas, necesidad que le «impacta».

Chef ejecutiva de The Bazaar de José Andrés en Miami (Estados Unidos), respondió «obviamente, sí» cuando le pidió que se pusiese al frente de la cocina de Escuela de Hostelería Santa Eugenia de Madrid, aunque su madre no estaba tan de acuerdo: «¿Cómo me haces esto? ¿Cómo se te ocurre? Si allí, por lo que se ve en los medios internacionales, respiras y te infectas», le dijo.

Se despidió de ella llorando, voló «con un cargamento de desinfectantes», pero no se arrepiente, asegura en una entrevista con Efe.

Hoyos, que ya trabajó en España con Martín Berasategui en Lasarte (Guipúzcoa), tampoco es nueva en las cocinas solidarias de WCK, ONG fundada en 2010 para la que trabajó en Puerto Rico y Bahamas para los damnificados de dos huracanes. «Pero cuando uno piensa en España no se le viene a la mente un país donde haya gente que pasa hambre. Me impacta esa necesidad, ha sido un shock», reconoce.

Acostumbrada a cocinar sin luz y con múltiples impedimentos en crisis humanitarias, en Santa Eugenia cuenta con un equipo de unos 70 voluntarios para preparar y entregar 2.500 bocadillos («que pesan medio kilo, porque para muchos es su único sustento al día y van con ensaladas y legumbres») y 6.000 comidas diarias, en las que se cuida el equilibrio de carbohidratos, proteínas y vegetales.

«Son como platos combinados, con un alto aporte calórico, lo necesario para una persona al día; albóndigas de merluza con arroz y alubias, pasta con boloñesa de verduras… Aunque hay donaciones, WCK corre con los gastos de la materia prima», apunta.

Divide a los voluntarios en equipos que trabajan de forma coordinada para que las raciones lleguen en perfecto estado, porque «no se trata sólo de mandar comida, sino de que la gente que la reciba se ponga contenta, que sepa que estamos a su lado».

Y lo consiguen. «Nos mandan fotos o mensajes muy cariñosos. Sé que en España gusta comer bien y lo cuidamos mucho; todo el equipo se siente orgulloso de la comida que hacemos y de la respuesta que recibimos».

Esta Veracruzana de 32 años trabaja «unas 14 horas al día», pero lejos de sentirse agotada, ve su labor «bonita y gratificante». «Seguimos con la ambición de dar más comidas; yo por mí empezaría a trabajar antes de las 7:15, que es cuando llego a la cocina». Y aún le quedan ganas para cocinar para los voluntarios: «Este viernes voy a hacerles comida mexicana».

Reconoce la «presión» de estar trabajando en el país de donde José Andrés, afincado en Estados Unidos, es originario y adonde trasladó la acción de su ONG a finales de marzo para alimentar a quienes más lo necesitan en esta pandemia. World Central Kitchen supera ya las 20.000 comidas diarias y opera en Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Coruña, Huelva, Cádiz, Jaén y Marbella (Málaga).

«Me da mucho gusto la confianza que ha puesto en mí. Él sabe que soy perfeccionista y muy sistemática, tengo un gran sentido de la responsabilidad. Si alguien critica la comida, me agobio», admite.

En cuanto al futuro de la hostelería, opina que «va a cambiar». «Es mentira que cuando se levante el confinamiento toda la gente va a salir tranquilamente a la calle. Serán más cautelosos al escoger los sitios donde comer. Yo, que soy mexicana y vivo en Estados Unidos, diría que van a bajar los excesos de gastos en cosas innecesarias, y se reducirán en hoteles y restaurantes. No mucha gente podrá gastarse 300 dólares (unos 270 euros) en una comida».

«No te vas a meter a un restaurante a 30 centímetros de otra persona sin saber cómo está. Yo no lo haría», apostilla.

Aunque a ella eso ahora no le quita el sueño. Sigue enfocada en su importante trabajo solidario, no sabe por cuánto tiempo: «Vine sólo con boleto de ida».

Pilar Salas

Fuente: © EFE 2020

  • primavera loranca