Los «Caprichos» de Goya llegan al Bellas Artes de Valencia tras una donación

El Museo de Bellas Artes de València presenta la exposición ‘Goya. Caprichos’, que exhibe la donación completa de los ‘Caprichos’ de Francisco de Goya que el lingüista Ángel López García-Molins hizo en 2022, 80 aguafuertes impresos por la Calcografía Nacional en 1868 que conforman esta serie del artista.EFE/ Manuel Bruque

Valencia, 9 mar (EFE).- Una bruja que se eleva en el cielo, unos curas ebrios de vino, un hombre juzgado por la Inquisición o un asno que enseña a escribir a otro protagonizan algunos de los «Caprichos» de Francisco de Goya, una serie de 80 grabados que ahora acoge el Museo de Bellas Artes de Valencia.

El Museo de Bellas Artes de València presenta la exposición ‘Goya. Caprichos’, que exhibe la donación completa de los ‘Caprichos’ de Francisco de Goya que el lingüista Ángel López García-Molins hizo en 2022, 80 aguafuertes impresos por la Calcografía Nacional en 1868 que conforman esta serie del artista.EFE/ Manuel Bruque

Llegados a la pinacoteca por la donación del aragonés Ángel López García-Molins, quien los heredó de su abuelo, los 80 aguafuertes impresos por la Calcografía Nacional se pueden visitar hasta el próximo 4 de junio.

«Goya es, aparte de un genio, el iniciador o el sistematizador de una visión crítica sobre la realidad de España», ha destacado el director del museo, Pablo González Tornel, que ha presentado junto al donante unas obras que «abren una nueva forma de entender el mundo».

En los grabados de los «Caprichos», Goya critica el atraso educativo en España, pero también «la condición a la que era sometida la mujer», la tendencia a la superstición en la sociedad de la época o la iglesia y la Inquisición.

Su inspiración, ha relatado el director del museo, fue el viaje que realizó por toda España acompañando al duque de Alba a su residencia de Sanlúcar de Barrameda, donde fue testigo de los «puntos débiles» de la España de finales del siglo XVIII y principios del XIX.

Por su parte, Ángel López García-Molins tenía claro que esas obras «tenían que estar en un museo» y, aunque le ha costado convencer a la familia, ha conseguido donarlas a la pinacoteca valenciana en homenaje a su abuelo, el comprador de la serie, Antonio García-Molins.

Fallecido en 1955, Antonio García-Molins fue, según su nieto, «un caso raro en este país de burguesía ilustrada», con su carrera como químico, su doctorado en Filosofía y su militancia en la izquierda republicana de Azaña.

Quizá por ser, como Goya, aragonés o quizá porque la casa de su padre lindaba con la del pintor, García-Molins compró la serie completa de los «Caprichos» en un anticuario en Munich, donde vivía exiliado del franquismo, y la conservó como algo «muy valioso» durante toda su vida.

Tanto es así que cuando volvió a España huyendo del nazismo «en un viaje peligroso en barco», solo llevó consigo «un equipaje con cuatro cosas y esta colección».

Décadas después de ese viaje de riesgo, el museo ha tomado medidas para proteger y preservar estos grabados, porque el papel «es tremendamente fotosensible» y se deteriora rápidamente, según González.

Por eso, cada «Capricho» va dentro de una carpeta de conservación con un cartón neutro cortado a mano, además de enmarcado y solo está expuesto a una luz de 45 luxes, es decir, entre una tercera y una sexta parte menos intensa que la que se usa en exposiciones de pintura.

Pero para paliar los efectos de la luz sobre el papel, además, la obra «tendrá que descansar» periódicamente, de tal modo que, cuando concluya la exposición, los originales tendrán que permanecer un año fuera de exposición.