Pedro García Aguado: «Muchos padres y madres se están dando cuenta de todo lo que no habían hecho sobre cómo poner normas, límites, comunicarse»

Pedro García Aguado

Nos reunimos —a través de videollamada, un medio en auge para relacionarnos— con Pedro García Aguado, medallista olímpico también conocido por su participación en el programa “Hermano Mayor”, para hablar sobre la crisis sanitaria que estamos atravesando y cómo puede afectar a la convivencia familiar el confinamiento en casa.

Pregunta. Pedro García Aguado, exjugador español de waterpolo, presentador de televisión, escritor y empresario. ¿Cómo estás viviendo a nivel personal este periodo excepcional causado por el COVID-19? ¿Y el confinamiento?

Cada uno hemos llegado a este punto no de la misma manera, ni en el mismo momento vital. Yo, partiendo de mi momento vital, puedo decir que lo que estoy viviendo es una montaña rusa de emociones. Mi momento vital, justo cuando empieza el confinamiento, parte de que dejo un cargo público en la Dirección General de Juventud, con cierta estabilidad y un sueldo fijo supuestamente para cuatro años, para poder seguir haciendo aquello que yo hacía, que supuestamente era incompatible con el cargo que tenía. Realmente era compatible, pero quizá el volumen de conferencias que tenía iba a levantar algunas ampollas, con lo cual decidimos dejarlo. Dejé ese puesto el 10 de febrero para poder asumir todas las conferencias que tenía, que eran muchas, de las cuales vivo a parte del centro terapéutico que tengo en Sevilla y en Barcelona.

El día 12 de marzo, todas las conferencias se caen porque nos tenemos que meter en casa. Con lo cual, mi previsión de ingresos, mi previsión de vida, por lo que yo había dejado una estabilidad y un cargo público, se queda a cero. En ese momento, mi emoción es rabia, tristeza, incluso violencia contra la situación. De la desesperación a la creatividad, al optimismo, a reinventarme a mis 51 años y poder hacer todas las cosas que quizás había dejado paradas. Emocionalmente estoy en una lluvia de emociones, desde el pesimismo más grande, al optimismo más grande, pasando por un sentimiento de tristeza, de mucha nostalgia y recuerdo hacia mi madre, que hasta ahora creo que no la he podido llorar y me está viniendo todo de golpe.

P. Como decíamos, tienes una faceta emprendedora y formas parte, por ejemplo, del centro terapéutico Tempus. Todos sabemos que estamos y se avecina una nueva crisis económica. ¿En qué medida te han afectado ya sus efectos como empresario o a nivel profesional? ¿Qué previsiones de futuro tienes?

En el centro terapéutico (Tempus), tuve que pasarle las participaciones a mi socio porque un periodista generó mala prensa sobre el centro. Una persona con un cargo no puede tener vinculación con un centro que está teniendo mala praxis. Yo dejo las acciones y me quedo sin nada. Mi socio me dice: “no te preocupes, Pedro, seguimos contando contigo, tú eres el fundador de este centro”.

Es cierto que, como no podemos hacer las terapias presenciales, las estamos haciendo online con diferentes plataformas. Cinco terapeutas vamos haciendo grupos de 7 u 8 pacientes.

Además, como no voy a poder hacer conferencias multitudinarias en un periodo largo de tiempo desarrollo infoproductos: conferencias o pildoritas paquetizadas. Por ejemplo: charlas sobre cómo educar, cómo poner normas y límites, cómo prevenir el consumo de alcohol y drogas, cómo empezar un tratamiento antes de poder asistir a terapia si tienes algún problema con las drogas, cómo comunicarte con tus hijos o con tus hijas. Paquetizarlo para hacerlo llegar a esas personas. Estoy en ello.

Otra cosa que me ha llegado ha sido la posibilidad de mediar en esta crisis. Es decir, hay muchas personas que tienen productos comprados en China —pero buenos— y como saben que tengo contactos, me preguntan si puedo ponerles en contacto con alguien. Así lo hicimos con el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Pero ahora estoy de intermediario con gobiernos internacionales: México, Estados Unidos… Estoy haciendo intermediación de esos productos que hay, que en muchos sitios son muy necesarios. Hay una lista de países que tienen preferencia.

P. Desde que comenzó el confinamiento, te has reinventado y continuado con tu labor a través de directos en las redes sociales y de sesiones online. ¿Cuáles son las dudas que te plantean con más frecuencia las personas con las que has interactuado?

Depende del ámbito de donde vengan. Padres y madres —más madres— que llaman asustadas por la sobreexposición que están teniendo sus hijos y sus hijas a las nuevas tecnologías. Por un lado, el tema de consultas en YouTube, vídeos, redes sociales, etc. Adolescentes a los que es imposible quitarles el móvil de las manos y que les está afectando al ciclo de sueño. Por otro lado, aquellos padres y aquellas madres que están viendo que sus hijos, cuando se ponen a jugar a la consola, son incapaces de dejarlo. Padres y madres que han descubierto que a lo mejor su hijo o su hija está coqueteando con el consumo y está habiendo cambios de humor muy bruscos. De lo que se están dando cuenta, es de todo lo que no habían hecho durante este tiempo sobre cómo poner normas, límites, comunicarse. Entonces, les ha estallado todo de golpe.

Luego hay familias que tienen a personas con problemas de consumo en activo que lo están pasando muy mal. Primero, por la dificultad para conseguir las drogas, aunque los dealers se las están buscando muy bien para hacer llegar droga. Pero, sobre todo, por el síndrome de abstinencia que está ejerciendo en algunos casos.

Aun así, lo que más me estoy encontrando es gratitud. Al hacer esos directos a las siete o a las ocho con psicólogas y técnicos de nuevas tecnologías, la gente está muy agradecida de tener esas píldoras y esos tips. En mi caso, va sobre educación. “Que no me hace caso”, “que no puedo con él”, “que no aguanta nada”. Claro, padres y madres que hasta ahora no habían visto cómo se comportan sus hijos.
Pedro García Aguado

P. Hace apenas unos días, hemos cumplido un mes de confinamiento en nuestros hogares, que se va a alargar al menos hasta el 9 de mayo. Permanecer toda la familia junta, a veces en un espacio reducido, puede no resultar sencillo. Aunque luego profundizaremos en los niños y los adolescentes, a nivel general, ¿qué consejo le darías a nuestros lectores para una correcta gestión emocional del encierro?

Lo primero, empezar el día y hacer lo que hacíamos, como si fuéramos a salir a la calle. La gente que se asee, que desayune, que se vista. Que nos dé la sensación de que nos quitamos el pijama. Lo segundo, hacer ciertas rutinas.

Lo más importante me lo explicó un psicólogo la semana pasada y es entender qué me está pasando. Me levanto un día un poco más triste, con menos ganas de hacer cosas, menos motivado y además con pensamientos que generan rabia, ansiedad, odio… Aquí tienes que pararte. Es lo que llaman la “tríada de la depresión”: me levanto con índices bajos de dopamina y serotonina en el cerebro, eso me hace cognitivamente tener este tipo de pensamientos más negativos que no aportan que yo haga más fácil mi día y me quedo ahí. Entonces hay que hacer un poco de actividad física. Poco, sencillo. Sobre todo aeróbica, para que el corazón palpite más. Se segregan endorfinas, que dicen que son los precursores de esa dopamina y de esa serotonina del cerebro. Así, cargo las pilas del cerebro y mis pensamientos van a ser diferentes.

Si yo me dejo comer con levantarme mal, bajo de serotonina, y mis pensamientos no los cambio a través de la actividad física, me voy a quedar ahí. Yo le recomendaría a todo el mundo: primero, que cuando se levante, si su primer pensamiento es positivo, perfecto porque los índices están bien; si me levanto y mis índices están bajos, me pongo a hacer cosas. Nunca dejarse llevar por la apatía. Protegerse de la televisión, los bulos, las noticias, que me pueden generar más apatía. ¿Cómo pienso? ¿Cómo me he levantado? ¿Cómo puedo cambiar ese pensamiento? ¿Qué cosas externas estoy dejando que me influyan en mi estado de ánimo?

P. Pasar tantas horas juntos no siempre es sencillo y menos si se vive con hijos adolescentes. Desde tu amplia experiencia con ellos, ¿qué podrían hacer los padres y madres para ayudar en la convivencia diaria?

Igual que hacemos los adultos, despertarles como si tuvieran que ir al colegio, que se aseen, que desayunen y se pongan a hacer las tareas de clase. Normalmente, las clases duran hasta las dos de la tarde. Pues con descansos de 15 minutos entre asignatura y asignatura, llenar de nueve a dos ese espacio que tenían que estar en clase.

Por la tarde, rellenarlo con creatividad. Los que tienen tareas de por la mañana, hacer esas tareas. Y el resto del tiempo, ser creativos. Como muchos papás y mamás están trabajando desde casa, pues que por la tarde dejen de trabajar para dedicar un rato a sus hijos: juegos, ver series, ver películas, hacer la actividad deportiva juntos. Luego, dejarles un momento para ellos, para que estén con sus amigos, de individualidad. Y a medida que va llegando la hora de la cena, lo que toque.

Que sea como un día normal, pero estando en el cole en casa. Los que por la tarde hacían extraescolares, que las hagan también en casa. A veces, la actividad era hacer algo de deporte —si es fútbol, que no lo hagan en casa. El caso es tener un horario y llegar el sábado y hacer como si fuera un sábado. Me levanto y, en lugar de ponerme a hacer tareas, si lo tengo todo hecho me pongo a jugar, a divertirme, a ver televisión.

Hay que ser muy creativo, pero no olvidarse de que hay muchos chicos que no han tenido por qué cambiar su rutina, que siguen yendo a clase. Lo que no debería estar permitido es darle la tablet para evitar que se ponga pesado. Si hacemos eso, luego incorporarse a la vida normal les va a costar muchísimo. Rutina, rutina y cuanto más creativa, mejor. Hay que entender que también hay que aburrirse, no hay que estar todo el día haciendo algo.

P. Como comentabas, también habitual que los más jóvenes de la casa pasen muchas horas pegados al móvil y navegando en las redes sociales; más ahora, que se ha convertido en su principal medio para socializar durante el confinamiento. ¿Cuál es tu opinión al respecto? ¿Qué recomendaciones darías para un uso adecuado?

Sobre las nuevas tecnologías, es evidente que parte del inicio, del origen. En el momento que yo como papá o mamá decido comprarle un terminal móvil a mi hijo o a mi hija, tengo que saber qué normas, qué límites, qué consecuencias pondré si esas normas y esos límites no se cumplen. ¿Para qué le compro ese terminal móvil?¿Para que me llame? Para eso le compro un teléfono. Pero si le compro un smartphone, ya estoy comprando una unidad de entretenimiento, una unidad de socialización, una ventana al mundo, conexión a Internet 24 horas al día… Ya es otro aparato. Si lo compro, tengo que marcar bien los horarios. Tengo que conocer que hay aplicaciones que va a usar mi hijo o mi hija. Y tengo que firmar un contrato de uso para que se cumpla todo eso y entiendan que es una herramienta maravillosa pero que, como cualquier cosa, puede tener su riesgo o sus peligros mal utilizado.

Yo creo que lo mejor es marcar desde el inicio todas esas áreas para que luego no nos llevemos a engaño y no podamos quitarle el teléfono a nuestro hijo de 14 años. Para evitar el conflicto, me tengo que anticipar. Y aquellos que ya llegan tarde, entrenamiento. Nos sentamos y marcamos los límites, reconducimos. Siempre desde el amor, desde el cariño. No tener el móvil cuando se está estudiando sería una norma. Una o dos horas al día de conexión. Teléfono fuera una hora antes de ir a dormir. Una pantalla blanca hace que el cerebro se despierte y que el sueño no venga. Pero, para todo eso, el ejemplo somos los adultos. Educamos más con lo que hacemos que con lo que decimos.

Pedro García AguadoP. También los niños se ven obligados a pasar muchas horas en casa. Tienen que atender a clases online, hacer los deberes por sí mismos, jugar dentro de casa… Hay momentos en los que están cansados de estar en casa e insisten en salir a la calle. ¿Podrías dar alguna sugerencia sobre cómo actuar en este caso?

Un niño pequeño, quizá, no entiende tanto por qué tiene que quedarse en casa. Nosotros, como papás y mamás, tenemos que buscar la forma de hacerle entender eso. ¿Cómo? Pues, por ejemplo, diciéndole “fuera hay peligro”, aunque le genere ansiedad, pero ya no quiere salir tanto. “Quedándote en casa eres un niño bueno porque lo que hay fuera puede hacer daño a mucha gente y tú, sin darte cuenta, también puedes hacer daño”. Son argumentos que a lo mejor en principio pueden dar un poco de miedo, pero que le harían entender que se tiene que quedar en casa.

Por otro lado, entender y aceptar esa conducta y validarla. “Yo te entiendo”, “¿cómo te sientes?”. No decirle que eso pasará, porque es muy bueno que aprendan también a frustrarse y a manejar esa frustración. Es muy bueno que entiendan que, en la vida, las cosas no van a ir como ellos quieren. Ni ser muy dictatorial ni muy incomprensivo, simplemente ser comprensivo pero no permisivo. Acompañarles en ese malestar. Yo también lo tengo con 51 años, pero sé manejarlo. Que aprendan que hay cosas que no pueden cambiar. Validar las emociones. No hay una fórmula mágica.

P. Un debate que se mantiene en España es si se debería permitir a los pequeños salir de casa durante alguna hora al día. Ya se ha anunciado que podrán hacerlo a partir del próximo lunes. ¿Qué opinas al respecto?

Me pasaron una hoja de cómo va a ser el protocolo. La Generalitat ya ha dado una hoja de cómo van a salir los niños al cole.

Tiene que ser como nos lo ordenen. Lo malo es si no nos lo ordenan. Aquí va una pequeña pullita: tenemos un gobierno que está improvisando mucho. “Sí, que los niños salgan”. Dime cómo y dime realmente cuándo. No es “ya saldrán, estamos estudiando, no, no”. Dime si va a ser el lunes y cómo lo hacemos. Cuántos niños por parque, cuánto tiempo, tienen que llevar o no mascarilla, tienen que llevar guantes… Dame el protocolo de cómo tienen que incorporarse mis hijos a poder salir de vez en cuando y llevar de una forma más agradable la cuarentena. Si no, no me digas “estamos estudiando la posibilidad”. Dime cuándo y dime cómo. Esto para mí sería la crítica.

Luego, me imagino que tendrán que guardar las normas por la seguridad de todos. Va a ser duro para ellos porque no van a poder acercarse a un amiguito, si tienen que llevar o no mascarillas, cosa que les va a resultar extraña…

P. Nuestra vida diaria y nuestras rutinas se han visto totalmente alteradas durante este periodo de aislamiento. ¿En qué estado psicológico consideras que va a estar la población para volver a la “normalidad”? ¿Cómo va a modificar nuestro día a día?

Creo que durante algún tiempo y, quizás por lo que siento yo, vamos a sentirnos inseguros, vulnerables. Y a ver cómo llevamos esa vulnerabilidad si nos cruzamos con alguien, si estamos en espacios pequeños. Cómo vamos a normalizar esa vida. Tendrá mucho que ver con la lectura que saquemos de lo que está pasando y con conseguir seguir siendo solidarios y responsables y comprometidos con que hay cosas que no podremos hacer durante un tiempo. Y lo que digo yo: aceptación. Esto es lo que toca hacer como pueblo, como personas, para protegernos de una pandemia.

Esta es otra crítica: ojalá alguien estudie y busque responsabilidades internacionales —no solo las nacionales, que eso ya se abordará cuando se tenga que abordar—, sino las internacionales de esta gente que propagó el virus, de dónde ha salido, si salió de un laboratorio que estaba experimentando con murciélagos, si esos murciélagos se los han comido los chinos, por qué se estaba experimentando con eso…

Yo creo que tiene que ser algo paulatino. Volvemos a lo mismo, quién nos lo va a marcar, cómo nos lo va a marcar, qué tipo de acciones vamos a poder hacer. Que esté bien protocolarizado. Ahí es donde yo tengo mis dudas. Pero creo que el sentimiento va a ser de vulnerabilidad, distancia e inseguridad, bastante inseguridad. Optimismo sí, que ya viene el buen tiempo. Yo, que vivo al lado de la Casa de Campo, tengo unas ganas de darme un paseo y no de irme a un bar. Yo no quiero irme a un bar a beber cerveza. Poder salir libremente. La pérdida de libertad de movimientos que estamos teniendo creo que no lo habíamos vivido nunca. Cuando voy a la compra vivo con la sensación de que estoy haciendo algo malo porque estoy yendo 500 metros más allá de mi casa, al súper grande que hay. Yo es como lo vivo, no sé los demás. Pero no va a ser fácil. Seguramente necesitaremos ayuda psicológica.

P. Como sabes, los periódicos de “vivir Ediciones” son leídos por miles de personas. ¿Qué mensaje te gustaría lanzarles?

Vivir conlleva muchas cosas. Vivir conlleva grandes responsabilidades, grandes retos. Vivir tiene que ver con cómo nos comportamos como seres humanos con los demás y vivir tiene que ver con muchas veces aceptar las circunstancias como vienen. Acabaría con la frase que a mí me va muy bien: tenemos que aceptar y tener la serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar, valor para cambiar aquellas que sí podemos y, sobre todo, ser sabios o tener la sabiduría suficiente para reconocer la diferencia. Así no nos pelearemos ni nos desgastaremos en las cosas que no podemos cambiar y emplearemos toda nuestra fuerza en las que sí podemos. Así que, tenemos que aprender a vivir como siempre.

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