Madrid, 8 nov (EFE).- Con estrategias diferentes, tanto el PP como Vox mantendrán la presión en la calle contra la amnistía del procés, a pesar de los disturbios vividos ayer en la protesta ante la sede del PSOE en Madrid; una violencia de la que ambos partidos se desvinculan.
Las dos últimas jornadas de protestas ante Ferraz, en las que ha participado Vox, pero no el PP, se han saldado con cargas policiales, nueve detenidos y actos violentos que el PSOE ha instado a condenar.
El PP ha hecho hoy explícita esta condena, aunque su jefe de filas, Alberto Núñez Feijóo, ha optado por poner el foco en el PSOE, al denunciar que es el presidente en funciones, Pedro Sánchez, el responsable de una «aberración», la amnistía, que no tiene el «consentimiento» de los españoles.
Feijóo ha cargado además contra el PSOE al sostener que «no condena la violencia» porque «pretende amnistiarla» y ha pedido a este partido que «se aplique el cuento» cuando dice que «quien no condena la violencia, la alienta».
El PP rechaza además que los disturbios violentos distraigan el debate público de lo central: la aprobación de la amnistía. Al respecto ha alertado Feijóo y también la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que no quiere que las protestas pacíficas se mezclen con actos violentos.
«Con los ultras no voy ni a la vuelta de la esquina, por eso lo condeno, pero no voy a mezclarlo torticeramente como hacen ustedes con las manifestaciones que se están produciendo por toda España», ha dicho la dirigente madrileña.
Vox, que ha amparado y apoyado las protestas ante Ferraz, ha acusado a Sánchez de intentar «criminalizar» las concentraciones y ha responsabilizado de los disturbios al ministro del Interior, al que imputan ordenar «acciones absolutamente desproporcionadas» y «manifiestamente ilegales».
Así lo ha señalado en rueda de prensa la portavoz en el Congreso de Vox, Pepa Millán, que sostiene también que los socialistas «no pueden condenar ni pueden pedir condenar», porque «son ellos los que están amnistiando la violencia y el terrorismo callejero».
PP y Vox coinciden en considerar una «trampa» las exigencias del PSOE para que condenen los disturbios y en negar la legitimidad de los socialistas a la hora de dar lecciones. Ni uno ni otro darán marcha atrás en la presión en la calle, aunque su forma de protestar es diferente.
Vox ha apoyado las protestas ante Ferraz y su sindicato afín, Solidaridad, ha vuelto a convocar a sus seguidores esta tarde en Ferraz. Revuelta, una agrupación juvenil afín, Revuelta, también instiga las manifestaciones.
El PP con algún matiz entre sus filas, ha defendido la necesidad de que las manifestaciones sean pacíficas y estén debidamente comunicadas a la Delegación del Gobierno. El domingo han convocado concentraciones en todo el país, un formato que permite al partido evitar que nada se salga de su control.
Las diferencias se ven también en la estrategia institucional. Vox apuesta por querellarse contra los responsables del Gobierno y contra la presidente del Congreso, Francina Armengol, aún sin texto de la amnistía. El PP busca en cambio dilatar la ley en el Senado y anuncia recursos al Constitucional, una potestad que Vox perdió al ver reducido su peso parlamentario.
Por distintos caminos, ninguna de estas formaciones aflojará su presión contra la amnistía, a pesar de las críticas del PSOE, que les acusa de buscar en la calle la «mayoría ultra» que no tuvieron en las urnas.
Sánchez ha visitado a los trabajadores de Ferraz, ante los que ha mostrado su «indignación» ante una violencia que a su juicio busca amedrentarles. «No nos intimidarán y vamos a seguir adelante; vamos a tener un Gobierno por cuatro años más», ha sostenido el presidente en funciones, mientras en Bruselas sigue la negociación para su investidura.
Responsables como el lehendakari vasco, Íñigo Urkullu, han llamado también a «desconvocar la oleada de protestas que están sirviendo de excusa para seguir generando odio, rencor y violencia».
Sumar, por su parte, ha culpado a Feijóo de alentar y dar «carta blanca» a los comportamientos violentos, no aceptar los resultados electorales y estar en «competición interna» con Vox llamando a la «insubordinación».