Teresa Portela: «La constancia no es una medalla, pero la valoro más si cabe»

La piragüista gallega Teresa Portela, campeona del mundo y de Europa. EFE/ Cabalar
Agencia EFE

Cada ciclo olímpico multiplica el tiempo de supervivencia de Teresa Portela en la élite del piragüismo. En Tokio contará seis Juegos ininterrumpidos desde Sídney 2000.

Por aquel entonces, ni siquiera ella intuía la dimensión que alcanzaría su carrera. No pensaba después de la cita que albergó Atenas en 2004 que su trayectoria se prolongaría mucho más. Se equivocó.

Con 39 años, ‘Teri’ sigue en activo. Permanece inamovible en la élite mundial del K1 200, la prueba más explosiva del kayak. Se trata de una especie de esprint de 200 metros; la gran especialidad de la gallega, campeona del mundo y de Europa, omnipresente en el podio entre 2002 y 2020.

La inclusión del K1 200 en el programa de los Juegos a partir de 2012 -en Sídney, Atenas y Pekín compitió en botes de dos y de cuatro tripulantes- supuso una nueva bocanada para la ambición de una palista inagotable, que ahora puede presumir de ser la deportista española con el currículum olímpico más extenso.

La atleta María Vasco, la tenista Arantxa Sánchez Vicario, la nadadora María Peláez y la tiradora María Pilar Fernández frenaron la cuenta en sus quintos Juegos. Ella pronto sumará seis, sin pretender compararse con nadie. Si acaso, consigo misma.

«Entreno para estar entra las mejores»

«Yo entreno para estar entre las mejores, para dar lo mejor de mí e intentar, si puede ser, conseguir la medalla; yo entreno conmigo misma para ver hasta dónde puedo llegar», explica en una entrevista concedida a EFE durante la navidad santiaguesa, a punto de reunirse con los niños y las niñas inscritos en el campus de la futbolista Vero Boquete.

Anteponiendo el esfuerzo a los éxitos, Teresa Portela considera que su palmarés refleja, sobre todo, su capacidad para «estar año a año luchando por estar entre las mejores».

«La constancia no es una medalla, pero la valoro más si cabe», subraya.

Su poderoso tronco superior, esculpido al milímetro, deja entrever las horas de entrenamiento y de fatigas.

«La recompensa final vale la pena», cierra enseguida, dispuesta a dar continuidad en 2021 a un 2019 pre-pandemia que fue «increíble», dada la consecución de una plata en la Copa del Mundo y de un bronce en el Mundial.

«Una medalla en un campeonato del mundo es algo increíble; y que me diera el pase a mis sextos Juegos hace esa medalla especial, por darle de alguna manera continuidad a mi carrera deportiva», afirma.

En Aldán, la localidad marinera en la que creció, las opciones de practicar deporte eran reducidas. Probó el kung-fu, el atletismo y la gimnasia rítmica. Le llenó el piragüismo, al que empezó a destinar su tiempo libre.

Del colegio Sagrada Familia, donde completó su educación primaria, hasta el club donde dio sus primeras paladas hay apenas un puñado de metros. Cruzar la avenida significa chocar con la brisa y tocar el mar.

Teresa Portela se inició junto a un grupo de amigas, con las que pensaba en pasar un buen rato y disfrutar durante los contados meses cálidos que hay en Galicia. «Podía dejar pasar el invierno sin tocar la piragua porque esto es como la bici: una vez que aprendes, no lo olvidas», bromea.

Pronto llegaron las competiciones y, con 14 años, su partida hacia Pontevedra. Se instaló en el Centro de Tecnificación, junto a los mejores deportistas gallegos de diferentes disciplinas.

Sobre el río Lérez empezó a multiplicar las horas de entrenamiento. Le tocaba doblar el esfuerzo, entre la mañana y la tarde, y sacar un tiempo adicional para el estudio. Tenía claro que debía seguir formándose. Posee, no obstante, una doble titulación, en Fisioterapia y en Magisterio.

En el apartado estrictamente deportivo, su carta de presentación en el marco internacional fue un cuarto puesto en el Mundial júnior. Poco después, armó su maleta con destino a Sídney, para disputar sus primeros Juegos. Aquella experiencia, según confiesa, llegó sin pretenderlo. Estaba todavía en edad juvenil y ni siquiera se había planteado ser olímpica. Corría el año 2000.

Aquella experiencia coincidió con su entrada en el combinado nacional. Entonces Teresa Portela competía en disciplinas de equipo.

En los Juegos de Atenas 2004 recogió sus dos primeros diplomas con las quintas posiciones del K2 y del K4, sobre una distancia de 500 metros. Repitió ese quinto puesto con el K4 500 en Pekín 2008. Donde acarició el cielo fue en Londres, en 2012, ya como única tripulante del K1 200. Fueron 45.326 segundos cargados de nervio.

Aquel 11 de agosto, un error en la salida -«no escuché la señal de atención», lamenta- le costó la medalla. Se quedó a 198 milésimas del bronce, pero de alguna manera logró hacer buena la decisión de volver a entrenar en casa y confiar en sus posibilidades como solista, ratificadas con la sexta plaza en la cita de Río de Janeiro, en 2016.

Daniel Brage es quien supervisa y pauta su entrenamiento, que normalmente reparte entre Pontevedra y O Grove. Ahí vive junto a su marido, el también olímpico David Mascato, ya retirado.

«Es evidente que me gusta entrenar y estar durante tanto tiempo sometida a sacrificios, sabiendo que muchas veces hay trabajo y después no llega la recompensa o el resultado que esperaba. He tenido momentos muy buenos y otros que no han salido como esperaba. ¡Me tiene que gustar mucho el piragüismo para hacer borrón y cuenta nueva y luchar otra vez por otro objetivo! Pienso que en un trabajo es necesario que hagas lo que te gusta para poder rendir, dar lo mejor y mantenerte en el tiempo», reflexiona Portela.

Con 39 años y sin fecha para la retirada -«es algo que me asustó más de lo que me asusta», asegura-, la gallega piensa exclusivamente en Tokio.

Confiesa, sin embargo, que quiere retrasar el final de su carrera lo máximo posible, así que su continuidad se puede dar por sentada si continúa batiéndose con las mejores. Junto a Lisa Carrington, Marta Walczykiewicz y Emma Aastrans Jorgensen se fotografió en el atípico ‘podio a cuatro’ del último Mundial.

«Un ejemplo de deportista, de mujer y de madre»

Perenne en la élite durante 20 años, ‘Teri’ despuntaba en las regatas antes del nacimiento en marzo de 2014 de su única hija, Naira. Reapareció victoriosa después de dar a luz, si bien reconoce que el proceso entrañó cierta complejidad.

Aunque había seguido ejercitándose durante el embarazo, a Teresa Portela le costó volver a su peso y encajar en su día a día la realidad de la maternidad.

Regresó a la competición con cierto reparo, si bien las dudas se diluyeron de un plumazo al verse de nuevo en el podio de un Mundial. No en vano, guarda el bronce conseguido en 2015, en Milán, como uno de los momentos más especiales de su carrera. Igualmente celebra haber renovado esa presea en el verano de 2019, en Szeged (Hungría), golpeando de paso por sexta vez la puerta de los Juegos Olímpicos.

«Es muy difícil estar en el podio de un Mundial, hay muchísimas chicas que son muy buenas. Conseguir la clasificación olímpica para España era también difícil. Significaba estar entre las cinco primeras y en una distancia como la mía, 200 metros, sabía que no había margen de error. No podía haber ningún tipo de problema ni de percance. Con la plaza para los Juegos no pensaba que podía hacer historia. Solo pensaba estar entre las cinco primeras», cuenta sobre su gesta.

Teresa Portela debió cumplir, como añadido, en el primer cuatrimestre de 2021 con el trámite del selectivo. Le obligó a buscar un primer pico de forma en abril, por lo que debió volver a construirlo para los días decisivos de este verano en Tokio.

«Poder estar en los sextos Juegos es mi sueño. Quiero dar lo mejor de mí y luchar por ver hasta dónde puedo llegar. Quiero tener la satisfacción personal, sea el puesto que sea, de saber que me he vaciado hasta el final y que ese puesto sea el que yo valga», dice.

Por su puesto, le llenaría ganar la medalla que le falta para redondear un palmarés excelso. «Pero no me obsesiona», puntualiza.

Sí mantiene «la ilusión de luchar» por ese sueño, que pasa por su esfuerzo día a día. Es el peaje del éxito.

«Hay otros momentos en los que trabajas lo mismo, igual o más, y no salen los resultados. Es la vida así», agrega. «Yo entiendo que el piragüismo no es un deporte de lo más mediático y tampoco espero un reconocimiento; simplemente, espero la satisfacción personal de marcarme un objetivo, perseguirlo y, si lo consigo, tener el bienestar mío personal». Es su deseo para estos Juegos Olímpicos.

De su actuación en Tokio estará pendiente el piragüismo español, una de las disciplinas más punteras de todo el engranaje deportivo español. Aunque la admiración por Teresa Portela se extiende más allá.

La futbolista Vero Boquete la invitó a su campus navideño para que compartiera su experiencia con los niños y niñas inscritos. Así habla de ella: «Teri es un ejemplo de deportista, de mujer y de madre. Dignifica el deporte y sus valores, nos muestra día a día el valor de la constancia, del esfuerzo y de una fuerza mental que la mantiene durante más de 20 años en la élite de su deporte. Es una barbaridad, ya no solo por los seis Juegos Olímpicos sino por todos los días y horas de entrenamiento que eso supone. Es una pena que no tenga todo el reconocimiento que merece porque su deporte, el piragüismo, no tenga tanta repercusión como otros deportes».

Fuente: © EFE 2021

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