Un modelo matemático ayudará a mejorar las medidas de conservacion de la Cueva de Altamira

Imagen de las pinturas rupestres de la Cueva de Altamira. Crédito: MNCN

Madrid, 29 may (EFE).- Un equipo de científicos del CSIC ha desarrollado un modelo matemático que tiene en cuenta el impacto de las condiciones ambientales y de las actividades humanas en la Cueva de Altamira, lo que ayudará a optimizar las medidas necesarias para conservar este patrimonio cultural.

El estudio, dirigido por el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) y el Instituto Geológico y Minero de España (IGME), ambos del CSIC, se ha hecho junto a las universidades de Alicante, Almería y Toulouse (Francia).

El modelo matemático aborda la compleja interrelación entre clima, suelo, roca, y el turismo y su impacto en las condiciones ambientales de la Cueva de Altamira pero se puede aplicar a otras cavidades subterráneas, explica el CSIC en un comunicado.

Para hacer este estudio, los científicos han reconstruido las concentraciones de gases de la cueva desde 1950 y han simulado los cambios que sufrirán hasta el año 2100 como consecuencia del cambio climático.

«A partir de las series de datos obtenidas dentro de la Cueva de Altamira entre 1996 y 2012, hemos utilizado técnicas avanzadas de modelización matemática para comprender y predecir la dinámica de la concentración de CO2 en la atmósfera de la cavidad», explica Sergio Sánchez-Moral, investigador del MNCN.

«Los factores clave en los que se basa el modelo son las mediciones in situ de la temperatura y la humedad del suelo exterior y la temperatura y concentración de CO2 dentro de la cueva», añade.

Además, al incorporar al modelo fuentes de datos externas procedentes de series temporales de imágenes de satélite, se ha conseguido simular el comportamiento de la concentración de CO2 en la cueva bajo diferentes condiciones climáticas y validar los resultados con los datos reales.

«El modelo matemático nos aporta información crucial sobre la relación e interacción entre el clima externo y el subterráneo que es clave para el mantenimiento de la estabilidad ambiental de la cavidad y, por tanto, para conservar el valioso patrimonio cultural que alberga», apunta Sánchez-Moral.

Pasado y futuro de la cueva

El estudio resalta el significativo impacto que tuvo la actividad humana en la cueva entre 1950-1970.

El gran número de visitantes de ese período, combinado con las bajas temperaturas externas, «hizo que se acumulara gran cantidad de CO2 en su interior, favoreciendo los procesos de condensación sobre el techo y la consiguiente corrosión de la roca que sirve de soporte a las pinturas, de ahí que fuera imprescindible tomar medidas para reducir el impacto que las visitas estaban produciendo», apunta Soledad Cuezva, investigadora de IGME.

El estudio proyecta los desafíos del futuro, especialmente el cambio climático, que implicará un aumento en la concentración de CO2 y agravará los riesgos de corrosión y deterioro de las representaciones artísticas.

Las pinturas rupestres son el primer aspecto que despierta el interés de la sociedad por conservar los ecosistemas cavernarios pero, más allá del componente cultural, las cuevas son entornos que albergan especies adaptadas a unas condiciones ambientales muy concretas y formaciones geológicas (espeleotemas), que, entre otras cosas, ayudan a reconstruir cómo fue el clima del pasado.

Proteger tanto la biología como la geología de estos espacios pasa por desarrollar prácticas de gestión sostenible, concluye el estudio.