Málaga, 1 sep (EFE).- Piedras talladas del Paleolítico, como puntas musterienses, raederas o denticulados, además de moluscos y restos óseos de animales del período Holoceno, son algunos de los cientos de vestigios prehistóricos que un vecino de Málaga ha hallado casualmente en unos montículos de arena depositada en la playa Sacaba, en el extremo oeste de la ciudad.
En total son más de 2.000 las piezas que Juan María Álvarez, fotógrafo de profesión, ha ido recogiendo en los últimos meses en la superficie de esta gran duna de tierra dragada, destinada a la reposición de arena de playa. Y sigue habiendo muchas más: no hay día que pase por allí que no encuentre nuevo material.
Un informe preliminar elaborado por investigadores de las universidades de Cádiz y Córdoba, bajo la coordinación del prestigioso catedrático de Prehistoria José Ramos, determina «la importancia arqueológica, científica y patrimonial del hallazgo», pese a que la Junta de Andalucía considera que se trata de «materiales líticos muy rodados y conchas y restos óseos animales difícilmente adscribibles a período concreto alguno».
Los cinco expertos que firman el documento (José Ramos, Salvador Domínguez, Eduardo Molina, José Antonio Riquelme y Manuel Alejandro Benítez) destacan la necesidad de conocer la procedencia del vertido, posiblemente el suelo marino de la Bahía de Málaga, que hace miles de años estaba habitado por sociedades paleolíticas, con el fin de poder proteger la zona, y reclaman un mayor control y seguimiento de las extracciones de arena para evitar situaciones como esta.
Un hallazgo fortuito
Más de treinta años de trabajo en el ámbito de la fotografía y la documentación arqueológica han permitido a Juan María Álvarez identificar la importancia del material encontrado en la playa de Sacaba.
El hombre, que tiene 64 años y vive muy cerca de la zona, explica a EFE que el descubrimiento se produjo de forma totalmente casual: «Echando una tarde de playa vi una piedra y me di cuenta de que era sílex y que podía ser una herramienta».
Al principio no prestó mucha atención al hallazgo, pero en los días posteriores fue viendo más y más restos, hasta que en Navidad se puso en contacto con José Ramos, de la Universidad de Cádiz (UCA), quien le confirmó que se trataba de materiales elaborados por poblaciones neandertales.
En este gran montículo de arena, que tiene unos 175 metros de largo, 40 de ancho y 3,5 de alto, Álvarez calcula que habrá encontrado hasta ahora «más de 2.000 piezas, entre dientes, sílex, huesos, madera…». Se trata de restos pequeños, medianos y grandes, aunque lo importante, subraya su descubridor, «no es solo la cantidad, sino la variedad y la calidad» de los mismos.
Álvarez guarda el material, perfectamente clasificado y documentado, en un despacho, aunque su deseo es que todo acabe depositado en el Museo Arqueológico de Málaga, donde actualmente hay guardadas un centenar de piezas, las primeras que recogió.
Tanto la Guardia Civil como la Policía Nacional adscrita a Andalucía están al corriente del hallazgo y han dado parte a la Junta, que en un informe con fecha de 19 de junio concluye que los restos «no corresponden con material arqueológico».
Más de 50.000 años
El profesor José Ramos, con una destacada trayectoria en la investigación paleolítica, no entiende la decisión de la Delegación Territorial de la Consejería de Turismo, Cultura y Deporte en Málaga.
En declaraciones a EFE, detalla que los restos encontrados en Sacaba incluyen, por un lado, «objetos líticos muy claros» pertenecientes al Paleolítico medio, que deben tener entre 50.000 y 150.000 años.
En este grupo se incluyen núcleos, lascas y herramientas talladas por grupos neandertales, como puntas musterienses, raederas, muescas y denticulados. «Se aprecia toda la cadena operativa de los pobladores del litoral del sur de la Península que tallaron esos objetos y que pueden corresponder probablemente a poblaciones neandertales», apunta el experto.
Junto a ello hay objetos y elementos óseos, tanto de fauna marina como terrestre, como moluscos, cerdos, peces y ovejas, asociados a la época del Holoceno, que comenzó hace unos 12.000 años.
«No destaca una pieza o un objeto, sino un conjunto que habla de la importancia de esos materiales, que deben ser controlados», afirma el catedrático malagueño, que subraya: «Los restos son de gran interés y han de ser analizados».
El origen del vertido
Tan importante es eso, sostiene Ramos, como determinar de dónde procede la tierra depositada en Sacaba. Según la Junta, este material proviene de un solar en obras situado muy cerca de la playa y fuera de zonificación arqueológica. Cuando le llegó la notificación del hallazgo, la cimentación y la estructura del nuevo edificio ya estaban finalizadas, por lo que no se pudo comprobar nada.
«Es de suponer», además, que esa misma tierra fue extraída con anterioridad del litoral y utilizada como relleno del terreno, por lo que «es prácticamente imposible averiguar su procedencia exacta», sostiene la Junta.
José Ramos insiste en la necesidad de indagar el origen del vertido, dado que allí hay material paleolítico y otros más recientes, probablemente neolíticos, que habría que proteger por su gran interés histórico.
Y es que en toda la Bahía de Málaga se han producido a lo largo de la historia importantes elevaciones y descensos del nivel del mar y hay estudios que confirman la existencia de plataformas, actualmente bajo el agua, que constituían el territorio de explotación y desarrollo de las sociedades cazadoras-recolectoras del Pleistoceno.
«En momentos fríos del Cuaternario, el nivel del mar llegó a bajar hasta 120 metros, existiendo importantes plataformas actualmente sumergidas. Ese territorio estaba vinculado sobre todo a las poblaciones de Homo sapiens neanderthalensis y Homo sapiens sapiens, es decir, neandertales y humanos anatómicamente modernos», comenta el arqueólogo.
En su opinión, las administraciones malagueñas deberían controlar las extracciones de áridos que se realizan en tierra y en el litoral, con arqueólogos a pie de obra, como hacen otros países e incluso otras provincias, como Cádiz, ante la posibilidad de que aparezcan objetos de «gran relevancia histórica».
«Es un tema arqueológico y patrimonial de gran alcance que debería tener mayores medidas de protección», sentencia el catedrático.
Gemma Bastida