Antony Beevor, historiador: La historia nunca se repite, aunque tiene ecos incómodos

El historiador Antony Beevor, autor de ensayos como 'La guerra civil española', 'Un escritor en guerra. Vassili Grossman en el ejército ruso', 'El Día D. La batalla de Normandía ' o 'Rusia. Revolución y Guerra Civil 1917-1921', durante una entrevista con EFE en la que ha dicho que considera que el auge de la extrema derecha no se puede equiparar al fascismo de hace cien años porque "la historia nunca se repite, aunque tiene ecos incómodos". EFE/Quique García

Jose Oliva

Barcelona, 28 mar (EFE).- El historiador británico Antony Beevor considera que el auge de la extrema derecha no se puede equiparar al fascismo de hace cien años porque «la historia nunca se repite, aunque tiene ecos incómodos».

Beevor, que participa este viernes en el 50 aniversario de la librería Documenta, ha dicho en una entrevista con EFE que «a pesar de que la historia no se repite, sí se ven elementos aislados fascistas en la extrema derecha», lo que explicaría que la primera ministra italiana, Georgia Meloni, que, «en general, se ha mostrado hasta ahora muy moderada en muchos aspectos, en ningún momento se ha disculpado por los orígenes fascistas de su propio partido».

No cree el autor de ensayos como 'La guerra civil española' o 'El Día D. La batalla de Normandía' que vayamos a ver una repetición de camisas negras o camisas pardas por las calles, por tanto, «no se vislumbra que vayamos encaminados necesariamente a una recreación del fascismo, aunque sí que estamos viendo algunos ecos o rimas desagradables del pasado».

La humanidad no aprende de la historia

El historiador Antony Beevor, autor de ensayos como 'La guerra civil española', 'Un escritor en guerra. Vassili Grossman en el ejército ruso', 'El Día D. La batalla de Normandía ' o 'Rusia. Revolución y Guerra Civil 1917-1921', durante una entrevista con EFE en la que ha dicho que considera que el auge de la extrema derecha no se puede equiparar al fascismo de hace cien años porque "la historia nunca se repite, aunque tiene ecos incómodos". EFE/Quique García

Cree que la humanidad no ha aprendido muchas lecciones de la historia: «En el pasado se cometieron muchos errores, por ejemplo, antes de la I Guerra Mundial se creyó que tener una buena comunicación entre países y un buen comercio hacía imposible la guerra y, a finales de los años 90 y principios de los 2000, Gerhard Schröder y Angela Merkel estaban convencidos de que mantener relaciones cordiales con Rusia y un buen comercio haría la guerra imposible».

A su juicio, un gran error que se está cometiendo ahora es «intentar entender a los dictadores mirándolos a través de nuestros ojos, a través del sesgo de confirmación democrática que nos impide entender cómo piensa o cómo va a reaccionar un dictador».

Igualmente, en los años 30 del siglo pasado, británicos y franceses estaban convencidos de que nadie en Europa quería otra guerra como la de 1914-1918, pero «no entendieron la determinación de Hitler para cambiar el discurso, el resultado de aquella guerra».

En la actualidad, añade, «la guerra arancelaria que ha impulsado Donald Trump podría ser un motivo, pero hay muchos más peligros de los que somos conscientes, porque a veces el conflicto se desarrolla a partir de hechos inapreciables».

Al respecto, Beevor cree que «el mayor peligro al que nos enfrentamos ahora surgió en el momento de mayor esperanza, con la caída de la Unión Soviética en 1989-90, cuando todo el mundo dijo que la llegada del liberalismo traería el fin de todos los conflictos, pero nadie se dio cuenta de que ese era el principio del problema».

A finales de los 80 y los 90, la globalización se desarrolló de una forma inesperada y desaparecieron los controles a los grandes bancos y a las grandes empresas, que pudieron acceder a materias y mano de obra baratas donde quisieran, recuerda el historiador.

Y añade: «La misma situación se repite con Elon Musk, que ha importado las principales mentes tecnológicas de la India».

Temor al futuro

El historiador Antony Beevor, autor de ensayos como 'La guerra civil española', 'Un escritor en guerra. Vassili Grossman en el ejército ruso', 'El Día D. La batalla de Normandía ' o 'Rusia. Revolución y Guerra Civil 1917-1921', durante una entrevista con EFE en la que ha dicho que considera que el auge de la extrema derecha no se puede equiparar al fascismo de hace cien años porque "la historia nunca se repite, aunque tiene ecos incómodos". EFE/Quique García

Un factor desencadenante de la situación que vivimos se explica, según Beevor, porque «la gente teme al futuro, teme no tener el control sobre sus vidas, algo que se vio en Gran Bretaña con el Brexit, cuando los partidarios de abandonar la Unión Europea predicaban el eslogan de 'recuperar el control', falso pero eficaz».

De igual modo, continúa, Trump apeló «al miedo, al resentimiento y a la ira de las clases más pobres, pero paradójicamente en su proclamación estaba rodeado de los hombres más ricos del planeta, los empresarios tecnológicos, que los convencieron para que lo votaran».

Para Beevor, lo más preocupante y estremecedor es que «se está imponiendo la idea de que el poder te da la razón, de que está bien apoyar al más fuerte y olvidarse del más débil, algo que se está viendo a nivel internacional, geopolítico, con la guerra de Ucrania, pero también en muchas áreas sociales».

El «optimismo liberal» de años recientes dio por hecho que la humanidad se volvería cada vez más abierta, pero «cometió un error fundamental: una sociedad solo puede aceptar una cantidad limitada de cambios a la vez y, si se rebasa, entonces cunde el pánico y surge la reacción».

Como buen conocedor de la historia rusa, Beevor descarta que la muerte del líder ruso Vladímir Putin acabara con su política, porque en el trasfondo «hay una mezcla de ideologías de los blancos y los rojos que protagonizaron la guerra civil rusa a principios del siglo XX».

En opinión del historiador británico, «lo más irónico es que la ideología de Putin no viene de la Unión Soviética, sino del bando derrotado de la guerra civil y sus asesores ideológicos, entre ellos Aleksandr Duguin, tienen una idea de la Rusia santa eslava, que tiene derecho a gobernar sobre el Occidente corrupto, que debería gobernar de Vladivostok a Dublín».

Con esta ideología, «no hay que pensar que todo acaba con Ucrania, sino que la cosa puede ir mucho más lejos», piensa Beevor, que está preparando ya un nuevo ensayo sobre la Rusia de inicios del siglo XX.