Javier Herrero
Madrid, 8 nov (EFE).- Arranca la gran semana de los Latin Grammy, la primera de su historia celebrada fuera de EE.UU., en Sevilla en concreto, donde podría ratificarse la condición de fenómeno súbito de Arde Bogotá, banda española pese a su nombre, gracias a sus dos nominaciones en una categoría supuestamente muerta para las jóvenes generaciones.
«Cuando hicimos el primer disco quizá teníamos algunos tabús, pero ahora tenemos más claro que somos una banda de rock», afirman en una entrevista con EFE sin autocensura ni tiempo apenas para procesar sus candidaturas a mejor disco de este género por «Cowboys de la A3», publicado el pasado mes de mayo, y mejor canción roquera por «Los perros».
La sorpresa por esas nominaciones se produjo casi en paralelo con la noticia de que habían agotado en apenas cuatro horas todo el aforo de sus tres próximos shows en la sala La Riviera de Madrid, unas 6.000 entradas, una auténtica proeza para una formación que publicó su primer LP en plena pospandemia hace solo dos años, «La noche» (2021).
«Ha sido todo tan rápido, tan bonito y tan absurdo en cuanto a términos de una carrera artística…», reconoce el cuarteto conformado por Antonio García, Dani Sánchez, Pepe Esteban y José Ángel Mercader ante su crecimiento en seguidores y, tras el aval de los Latin Grammy, también en atención mediática y «validación por parte de la industria en mayúsculas».
Lo achacan, «aunque suene un poco naif, a las canciones». «Seguramente hay otros 8 millones de aristas que confluyen en que el resultado final sea este, pero lo único que nosotros podemos controlar realmente de principio a fin son las canciones: qué contamos, cómo lo hacemos, cómo suena de fuerte el bajo…», reflexionan.
A ese respecto, confirman que sus iniciales reticencias a definirse como una banda de rock son cosa del pasado: «Los grupos que a nosotros nos gustaban no habían hecho nunca un tema como ‘Los perros’, con una guitarra que sonara así. Con el anterior disco era frecuente que nos dijéramos: ‘A lo mejor ahí nos pasamos de cañeros’. Con este, esa conversación ya no existía, porque al tocar ante el público nos dimos cuenta de cómo respondía a esos recursos».
Precisamente el título, «Cowboys en la A3», que alude por un lado a la autopista que une el Levante español con Madrid, homenajea también a la serie de animación japonesa «Cowboy Bebop» y a esa figura del «llanero atormentado que pisa terreno desconocido y que hace su camino a pesar de todo».
«Ese es un tema que está presente por debajo en muchas de las canciones, el de ser capaz de seguir adelante a pesar de lo que se te va quedando atrás», suscribe el grupo de origen murciano, ante un trabajo en el que también está muy presente el amor (sobre todo en su vertiente más ardiente) y el hastío por las expectativas de futuro de los más jóvenes.
Se percibe especialmente en un corte como «Qué vida más dura», «un experimento de lanzar un mensaje más pesimista o más triste en una canción absolutamente alegre, con esa disociación en la que todo el mundo salta ante una canción frente a un mensaje jodido».
«Lo que queremos en definitiva es contar cosas que nos importen y hacerlo de una forma que se pueda entender, que la letra sea un instrumento musical más y que todo responda a la energía que nosotros mismos sentimos», concluyen.
Tras un verano de tocar en festivales, a partir de este jueves y durante tres noches consecutivas, los días 9, 10 y 11 de noviembre, recalarán en Madrid para realizar sus mencionados conciertos en medio de una gran expectación, pero también con «el peso de la responsabilidad de estar a la altura».
Después, anuncian, volverán a encerrarse para componer, pero entre medias tendrán que superar «el síndrome del impostor de estar sentados junto a Juanes o Rosalía» en los Latin Grammy y cruzar los dedos, felices en cualquier caso de este acercamiento al mercado hispanohablante (ya han tocado en Colombia en dos ocasiones) y de «la sensación de pertenecer ya a una escena más grande que la española».