Desmintiendo bulos: La realidad de los insectos como alimento

Desde que la Unión Europea permitió la comercialización de insectos como alimento hace seis años, se han difundido numerosos mitos y teorías de conspiración

Algunos afirman que ya consumimos insectos en alimentos como los yogures de fresa, otros sugieren que comer insectos es peligroso para la salud, y algunos incluso defienden que hay un plan global para forzarnos a comer insectos y dejarnos sin carne. Estas ideas son algunos ejemplos de cómo los bulos pueden llevar a creencias erróneas.

Los insectos forman parte de la dieta de más de 2.000 millones de personas en todo el mundo.

Un mito recurrente en las redes sociales asegura que «comemos cochinillas machacadas en alimentos como los yogures de fresa, donde se utilizan para dar color rojo, algo que podemos comprobar en la etiqueta, donde figuran con el código E120″. Sin embargo, E120 se refiere a pigmentos derivados de la cochinilla del carmín (Dactylopius coccus Costa), utilizados como colorantes desde hace siglos en alimentos y otros productos. Decir que el yogur contiene insectos machacados es como decir que se añaden remolachas para endulzarlo, cuando en realidad se usa el azúcar extraído de ellas.

Otro bulo asegura que «comemos excrementos de gusano en chocolates y bollería, y lo podemos comprobar en la etiqueta, donde aparecen con el código E904«. E904 se refiere a la goma laca, una resina secretada por la cochinilla laca (Kerria lacca), utilizada desde hace siglos como recubrimiento para alimentos. No son excrementos, sino secreciones protectoras del insecto.

Otro rumor sugiere que muchos alimentos incluyen insectos de manera encubierta, «ya que no se indica en la etiqueta, aunque podemos saberlo porque muestran en su envase el icono de una rana». En realidad, si se utilizan insectos como ingrediente, deben figurar en la lista de ingredientes. El icono de la rana pertenece a Rainforest Alliance, una organización que promueve la sostenibilidad.

Estos bulos pueden parecer inofensivos, pero generan desconfianza hacia ciertos productos y el sector alimentario en general, provocando angustia y pérdidas económicas. Algunos bulos afirman que detrás de estas prácticas están personas como Bill Gates, y que la quitina en los insectos puede causar cáncer o ser usada para control mental, ideas similares a las teorías conspirativas sobre las vacunas del COVID-19. En 2018, la Unión Europea aprobó la comercialización de insectos para el consumo. La FAO destacó en 2013 los beneficios de los insectos como fuente alimenticia, por su aporte nutricional y menor impacto ambiental.