Madrid, 4 jul (EFE).- Con la llegada de julio, el calor extremo provoca una mayor incidencia de incendios forestales y aunque el primer semestre del año arroja 20.554 hectáreas calcinadas, un 65,1 % menos que en el mismo periodo en 2023, expertos piden cautela y advierten de que el cambio climático alarga cada vez más el periodo de riesgo.
El primer semestre de 2024 (hasta el 16 de junio) es el quinto con menos hectáreas calcinadas de los últimos 10 años (2014-2024). En 2016 y en el mismo periodo se quemaron 8.648 hectáreas; en 2018, 9.497 hectáreas; en 2020, 17.146 hectáreas y en 2015 la cifra subió a 19.064 hectáreas quemadas, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica.
Por el contrario, el peor periodo de fuegos entre enero y junio de la última década corresponde a los años 2023 y 2022 con 58.979 hectáreas y 48.229 hectáreas, respectivamente.
Respecto a los grandes incendios forestales (GIF) -aquellos que hacen referencia a fuegos forestales que superan las 500 hectáreas quemadas- a día de hoy se contabilizan 5 GIF, cifra igual a la media del último decenio, pero muy alejada de los 15 GIF contabilizados en el primer semestre de 2023.
El número total de siniestros también se ha reducido en los seis primeros meses de 2024 en los que se han contabilizado 2.590 frente a los 4.629 de 2023 y a los 4.471 de la media decadal, desastres en los que, en la mayoría de las ocasiones, el cambio climático, el abandono rural y el abandono forestal se encuentran detrás.
Para Víctor Resco, profesor de ingeniería forestal de la Universidad de Lleida, con estos datos, un año más se constata «como seguimos a merced de los elementos meteorológicos» y ha explicado que en años muy secos y calurosos, se experimentan grandes aumentos en el área quemada, frente a años menos calurosos y más húmedos, como el actual, en los que disminuye el área calcinada.
El experto ha aclarado que el hecho de que la superficie calcinada -en un año en particular- sea baja, «no se tiene que interpretar como una buena noticia», debido a que «la causa estructural detrás de los grandes incendios está en la gran cantidad de biomasa que almacenan los bosques», es decir, en el abandono de la actividad rural y el exceso de maleza y combustible.
Aunque este año el área quemada sea menor a la del pasado, el combustible se sigue acumulando, ha explicado Resco, quien incide en que con toda probabilidad, «los megaincendios que ocurrirán en el próximo verano caluroso y seco se están gestando ahora mismo, con continuadas acumulaciones de combustible».
Resco -doctor en Ecología por la Universidad estadounidense de Wyoming- ha hecho hincapié en que el área quemada no es el mejor indicador del problema de los incendios, porque lo más preocupante es la «intensidad» que están alcanzando, incluso en años como el actual.
En este punto el experto ha recordado el incendio del pasado mayo en Tortosa (Tarragona), un incendio de sexta generación con un avance extremadamente rápido (5 km/h), que se quedó en pocas hectáreas por la disposición de la zona.
Sin embargo, no todo es negativo y a día de hoy, la buena noticia es que, «se sabe qué hay que hacer para «doblegar al fuego y volver a domesticarlo» para incidir en el desarrollo rural, y en recuperar el régimen tradicional de los incendios.
«Solo se necesita voluntad política y educación ambiental para que la ciudadanía entienda que cortar árboles, y la actividad rural en general, es tan buena como necesaria», ha concluido Resco.