Naciones Unidas, 20 nov (EFE).- El Gobierno del estadounidense Joe Biden rindió este miércoles un último servicio al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, al vetar por cuarta vez un llamamiento para pedir un alto el fuego «inmediato, incondicional y permanente» en la guerra de Gaza.
El texto fue un esfuerzo inédito de los diez países miembros no permanentes del Consejo de Seguridad, y fue apoyado por 14 de los 15 miembros, pero una vez más Estados Unidos quedó en evidencia al oponerse en solitario a un texto que había sido negociado durante semanas y habría supuesto un fin, al menos temporal, a una guerra que ha dejado casi 44.000 muertos.
En el caso de hoy, Estados Unidos objetó principalmente que el llamamiento al alto el fuego no viniera vinculado a la liberación de los 101 rehenes en manos de Hamás desde el 7 de octubre de 2023. Aunque el llamamiento a esa liberación sí se recogía en el texto, no figuraba como condición.
La sesión de hoy será casi con toda seguridad la última en que la administración de Joe Biden necesita hacer explícito su apoyo a Israel en la ONU, ya que en enero tomará posesión el nuevo presidente Donald Trump, quien ha anunciado una nueva embajadora para la ONU, Elise Stefanik, considerada un «halcón» entre los partidarios de reforzar la relación con Israel.
Sin embargo, la administración saliente de Joe Biden no se ha distinguido precisamente por su ecuanimidad en el conflicto palestino, y los ostentosos abrazos de Joe Biden a su «amigo Bibi» (Netanyahu) han venido acompañados por declaraciones repetidas una y otra vez de que la alianza entre Estados Unidos e Israel está «blindada». «Bibi» ha correspondido a Biden dándose prisa por ser el primero en felicitar a Donald Trump por su victoria.
Si hay un consenso en Estados Unidos que trasciende la lucha bipartidista, es el apoyo a Israel, prácticamente incondicional, y en las filas demócratas abundan, tanto como en las republicanas, los pesos pesados que ponen esa alianza con Israel como norte y guía de la política exterior, caso por ejemplo de Chuck Schummer, líder de la mayoría demócrata en el Senado.
Solamente el senador Bernie Sanders, que funge como el más izquierdista de todo el Congreso, se ha apartado de ese consenso y en los últimos días está pidiendo públicamente que se aplique un embargo de armas a Israel. A Sanders -por cierto de religión judía- le secundan congresistas 'outsiders' como Rachida Tlaeb -ella misma palestina- o Alexandra Ocasio-Cortez, representantes de un ala progresista cada vez más irrelevante en el Partido Demócrata.
El veto como herramienta diplomática
Pero en política son los hechos los que cuentan, y no las declaraciones. En los momentos más relevantes desarrollados en Naciones Unidas, Estados Unidos ha salido una y otra vez en auxilio de Israel, sin importarle quedar en evidencia, la mayor parte de las veces en solitario.
Si Estados Unidos ha vetado ya cuatro resoluciones para pedir el alto el fuego en Gaza en los catorce meses de guerra, su uso del veto data de mucho tiempo atrás, y se ha convertido en una herramienta cada vez más vinculada al conflicto palestino: desde 2020, doce de los catorce vetos impuestos por EE. UU. en el Consejo de Seguridad han sido para impedir resoluciones críticas con Israel.
Y aunque el uso del veto y el dominio de la ONU por parte de solo cinco potencias -las que ganaron la Segunda Guerra Mundial- está cada vez más en entredicho por parte del llamado Sur Global, Estados Unidos no tiene la menor intención de renunciar a ese privilegio.
El pasado septiembre, la embajadora estadounidense Linda Thomas-Greenfield, cuestionada por la desigualdad dentro de la ONU, no se anduvo por las ramas: «Usamos el veto para promover los intereses del gobierno estadounidense. Es un poder que tenemos y por el que no vamos a disculparnos», expresó con inusual franqueza.
La organización Human Rights Watch, reaccionando a la votación de hoy, lamentó lo sucedido. Su representante ante la ONU, Louis Charbonneau, comentó: «Una vez más, EE. UU. ha usado el veto para garantizar la impunidad de Israel (…) Mientras blindan a las autoridades israelíes contra la presión y el escrutinio ajeno, EE. UU. está de facto tolerando sus crímenes contra la humanidad».
Javier Otazu