Mariano Sigman y Jacobo Bergareche llaman en un libro a sacar del armario el valor de la amistad

Jacobo Bergareche (izda) y Mariano Sigman en una imagen promocional. EFE. LUPE DE LA VALLINA, CEDIDA POR PENGUIN RANDOM HOUSE

Marina Estévez Torreblanca

Madrid, 25 mar (EFE).- Perder un amigo puede ser tan doloroso como un divorcio, pero no hay ninguna palabra para definir esa ruptura, un ejemplo de que la amistad es «mucho más prominente de lo que declaramos públicamente», asegura a EFE el neurocientífico Mariano Sigman, que ha reflexionado sobre su naturaleza junto al escritor Jacobo Bergareche.

El ensayo ‘Amistad: Un ensayo compartido’ -que también será un pódcast- es precisamente fruto del afecto entre estos dos autores y compañeros de mus, que decidieron hacer un experimento: convocar a personas de todo tipo y condición, del expresidente de un banco al portero de un hotel, de una diputada del PP a filósofos, cantantes, actrices, o sus propios padres e hijos, para preguntarles sobre su idea y experiencia de la amistad.

«Mariano fue el que tuvo el primer impulso de hacer un libro juntos, y a mí, que vengo del mundo audiovisual, se me ocurrió grabarles y darles de comer, que es lo primero que se me ocurre a mí para cualquier cosa», explica Bergareche sobre el proceso de ejecución de este libro publicado por Debate y Libros del Asteroide en el que la voz de cada uno es indistinguible.

De las horas de charlas, los autores han sacado capítulos encabezados con preguntas como por qué algunas personas tienen una facilidad natural para hacer amigos, mientras que a otros les resulta una tarea incómoda e indescifrable, o si es posible la amistad entre individuos que sienten una tensión sexual.

En las respuestas hay pocas certezas y reglas unívocas -«salvo la del tiempo, que todo lo ordena», remarca Sigman- pero sí muchas miradas y reflexiones. «La amistad es una sincronía muy difícil de explicar en palabras, en un relato. Simplemente sucede en el cuerpo, sucede en el tacto, suceden en la manera de mirarse», remarca.

Este es uno de los motivos por los que la amistad no es tan popular como el amor o el duelo en la literatura o el cine. Mientras que en estos estados todos los cerebros pasan por fases muy similares, y su estructura es más clara y reproducible, «la amistad es mucho más variable y borrosa y por ende, mucho más interesante también», añade el neurocientífico.

Por eso este libro tiene la estructura de un experimento, en el sentido de que hay una hipótesis «sobre algo que no entiendes apenas», aunque sobre ella han filosofado de Aristóteles -«sin amigos nadie querría vivir, aunque tuviera todos los otros bienes»- a C.S. Lewis, que habla de la matriz de intereses compartidos como punto de partida para la amistad.

En las conversaciones con Bergareche y Sigman hay quien habla de las amistades de unos minutos en el baño de chicas de una discoteca o de las de las cuadrillas del País Vasco, que duran toda la vida, pero con las que puede ser difícil profundizar en temas personales y en cuyo seno también puede haber traiciones y envidias.

Situaciones y confesiones que lleva a los autores a defender que hay una diferencia entre el relato que hace cada persona de la entidad que tiene en sus vidas la amistad y el espacio que se le concede públicamente en la sociedad.

«Es parte de lo que nuestro viaje intenta remediar, identificar que hay lugares que son muy esenciales y muy vitales para nosotros, como la ruptura de la amistad, que, sin embargo, en la esfera social, del trabajo, de la conversación pública, pasa bastante desapercibida y eso termina generando es tristeza y dolor», dicen.