
Madrid, 25 mar (EFE).- Pau Casals, considerado como uno de los mejores violonchelistas del mundo, tocó para reyes y presidentes, pero no para Adolf Hitler, un momento histórico que recrea ‘Música para Hitler’, un texto escrito por Yolanda Serrano y Juan Carlos Rubio, que también dirige ese ‘no’ histórico de 1943.

El texto está compuesto en torno a los seis movimientos de la Suite nº1 de Bach, una partitura especial para Casals (Tarragona, 1876-Puerto Rico, 1973) que se exilió tras la Guerra Civil a Francia tras, un país que después invadió Hitler, con lo que volvió a estar bajo la presencia de un dictador.
«Tenía un compromiso vital con la libertades y la democracia. Nunca quiso tocar en países con un régimen dictatorial», detalla Juan Carlos Rubio durante la presentación este martes en los Teatros del Canal, donde el montaje podrá verse del 2 al 20 de abril.
En aquel momento histórico, Pau Casals estaba alojado en Villa Colette, en Prades, en el sureste francés. Desde allí ayudaba a miles de compatriotas, también forzados a abandonar España.
En su casa del exilio, Casals recibe la visita de un oficial nazi, que le propone tocar para Hitler; el violonchelista se niega, y no era la primera vez, según las investigaciones realizadas por los autores de la obra, en esta ocasión pretextando un reumatismo.
Rubio, que escribió este texto hace diez años, remarca que Casals convirtió la música en «un arma por la paz, la tocaba de una manera activista en pro de sus ideas».
Carlos Hipólito, Kiti Mánver, Cristóbal Suárez y Marta Velilla son los intérpretes «puestos al servicio de una trama emocionante», ha descrito Hipólito, que da vida a Casals, quien advierte que interpretar a un personaje que ha existido supone una responsabilidad añadida.
«Vamos a descubrir su parte más humana, de una coherencia absoluta sobre su compromiso con los derechos humanos y la paz y también descubriremos los miedos de este genio de la música», una razón por la que tanto él como Cristóbal Suárez han tenido que contar con un entrenador musical, Enrico Barbaro, no para tocar (la música está grabada), pero sí para crear una cuidada coreografía de movimientos al coger el violonchelo.
Una historia en la que el director y el actor coinciden que nos puede poner en alerta porque las circunstancias que se dieron en aquel momento «heroico se van pareciendo de una manera peligrosa a las actuales».
Rubio y Serrano recrean unos hechos reales «ficcionados, no es un documental», ni pretenden hacer una imitación, aunque incorporan frases reales del músico.
El director invita a analizar al espectador que, incluso en los momentos más críticos, se puede decir no y pretende que el público se enfrente a sus límites al mostrar a un representante del ejército nazi con el que quizá pueda empatizar.
«La música no pertenece a los Estados, es libre, un lugar común a los seres humanos lejos de banderas. No salvamos a un nazi» y señala que no es incompatible su sensibilidad con su actividad política.
«El 90 por ciento de las personas reaccionamos según en qué bando, época y circunstancias personales nos ha colocado la vida. Nuestra misión no es salvar ni condenar es exponer», indica Rubio.