Magdalena Tsanis
Madrid, 27 oct (EFE).- Desde el final de la Edad Media hasta el siglo XX, los ricos han cumplido un rol social contribuyendo económicamente en momentos de crisis, pero este contrato se ha roto en el siglo XXI, según Guido Alfani, catedrático de Historia Económica de la Universidad Bocconi de Milán.
En un mundo donde el 1% más rico posee el 43% de los activos financieros -según Oxfam-, los «ultrarricos» tiene una creciente influencia en la política y la fiscalidad progresiva está en retroceso, Alfani alerta de que la riqueza excesiva pone en peligro la democracia.
«La tendencia creciente a la desigualdad no se va a interrumpir por sí misma y la ausencia de rol de los ricos será más problemática, habrá un verdadero peligro de inestabilidad social en el futuro», vaticina el autor de 'Como dioses entre los hombres. Una historia de los ricos en Occidente'.
En el libro, que acaba de publicarse en España, Alfani recorre la historia de los ricos en Occidente, desde la Edad Media, cuando la acumulación excesiva se consideraba pecado, hasta la actualidad; figuras como Jacobo Fúcar, que financió la subida al trono de Carlos V o J.P. Morgan, que salvó a Estados Unidos de la bancarrota tras la crisis de 1907.
«El humanismo identificó su rol en ayudar en tiempo de crisis a su comunidad, con sus recursos financieros o con préstamos, desde ese momento y hasta el final de la Segunda Guerra Mundial se les demanda contribuir más, con préstamos de guerra o una imposición fiscal fuerte y progresiva», describe el autor.
La crisis de 2007, la ruptura del contrato
«El problema es que este rol tradicional ya no se ve en el siglo XXI», agrega. El punto de inflexión fue la crisis de 2007, con el agravante de que fueron «los ricos» quienes la provocaron.
«No han pagado por la crisis de ninguna manera, no ha habido una contribución excepcional en una situación de necesidad extrema y esto es algo completamente inédito en la historia», subraya. Tampoco contribuyeron más en la crisis de la deuda soberana ni en la del covid.
Alfani contrapone estos casos con el de la Gran Depresión de los años 30 tras el colapso de Wall Street, cuando Roosevelt puso en marcha el New Deal y la concentración de riqueza del 1% más rico se redujo considerablemente, mientras que después de 2007 «no pasó nada» y la desigualdad sigue creciendo.
España ha sido una excepción, puntualiza el autor, con el impuesto a grandes fortunas puesto en marcha en 2022 de forma temporal y para contrarrestar la falta de recaudación en las comunidades donde el impuesto de patrimonio estaba bonificado.
Muy visibles en la política, en particular en Estados Unidos.
En los últimos años una serie de «ultrarricos» están siendo muy visibles por su intromisión en la política o sus donaciones falsamente filantrópicas, según Alfani, que recuerda que Elon Musk ha donado 75 millones de dólares a la campaña electoral de Trump, otro magnate «superrico».
Y que cuando Tim Walz fue nominado número dos de Kamala Harris hubo un debate en Estados Unidos sobre si era suficientemente rico para ser vicepresidente. «Walz es un hombre de clase media y parece que solo quien es verdaderamente rico puede jugar ese papel en la democracia moderna».
Con todo, no es un fenómeno exclusivo de Estados Unidos. Europa fue pionera con Berlusconi en la década de los 90 y en épocas más recientes Rishi Sunak llegó a ser primer ministro de Reino Unido y Macron en Francia que, aunque no es un «superrico», ha sido criticado por su estrecha conexión con Bernard Arnault, la persona más rica del mundo según la Lista Forbes 2024.
Según Alfani, es un problema general de difícil abordaje en una economía globalizada y con complejos mecanismos fiscales que facilitan la evasión fiscal al mismo tiempo que estos magnates lavan su imagen a través de donaciones voluntarias.
«Se habla de filantropía pero es un uso erróneo de la palabra que implica que no se espera nada a cambio», subraya, «si yo decido que no pago impuestos pero dono a las causas que yo considero, el contrato social es muy diferente, no es el contrato de una democracia, es otra cosa».
Pone el ejemplo de Cosme de Médici, fundador de esa dinastía del Renacimiento italiano que hacía grandes obras y donaciones a la vez que reclamaba abiertamente el derecho a gobernar la ciudad de Florencia.
«El concepto de magnificencia dejaba claro cuál era el contrato, lo que hoy llamamos filantropía es muchas veces magnificencia y deja en la sombra una parte del negocio», sostiene.