
José Miguel Blanco
Madrid, 23 mar (EFE).- Es argumento recurrente del Gobierno de Pedro Sánchez que no ha tenido fácil su tarea desde el primer momento, y que la sucesión de acontecimientos imprevistos abanderados por la pandemia de coronavirus y las consecuencias de la guerra en Ucrania son claros ejemplos de ello.
Pero ha venido sacando pecho de que, pese a todo, ha podido aprobar numerosas medidas sociales y, en la pasada legislatura, hacer que prosperaran tres presupuestos del Estado que considera que han sido la base para que España lidere el crecimiento económico y la creación de empleo.
Lo logró con un Gobierno de coalición con Podemos, socio que defendía pero del que se quejaba por el excesivo ruido que provocaba en numerosas ocasiones ante asuntos que generaban división de opiniones con los socialistas.
En la presente legislatura su socio es otro, Sumar, que tras unos primeros compases del mandato sin excesivas aristas, ha ido queriendo poner de manifiesto sus discrepancias con el PSOE.
El encontronazo por la reducción de la jornada laboral y después por el salario mínimo, que promete prorrogarse a cuenta de si debe estar o no exento de tributar por el IRPF, han sido ejemplos de ese distanciamiento que desde el ala socialista del Gobierno se interpreta en buena medida como una reacción a las malas expectativas electorales de su aliado.
Discrepancia histórica
Ahora, en medio del debate en Europa sobre la necesidad de incrementar el gasto en defensa (con Sánchez pidiendo a la UE no utilizar el término rearme porque se trata de avanzar en un concepto más amplio como es el de seguridad), Sumar, que había intentado guardar cierto equilibrio en este asunto, votó esta semana en el pleno del Congreso contra ese aumento de gasto y a favor de salir de la OTAN.
Pero lejos de lo que podría ser una crisis entre socios, Sánchez quitó hierro a lo ocurrido y lo enmarcó en una discrepancia histórica desde la Transición de los partidos que se han situado a la izquierda del PSOE.
No hay mayor problema a su juicio, y, de hecho, está convencido de que Sumar, tal y como aseguró tras el Consejo Europeo del pasado jueves, apoyará los compromisos de España con la UE. Y el aumento del gasto en defensa es uno de ellos.
Será el próximo miércoles cuando Sánchez comparecerá en el pleno del Congreso para explicar la posición de España ante este debate, pero no ofrecerá aún detalles de cómo alcanzar el 2 % del PIB del gasto en defensa antes de 2029.
Eso llegará más adelante, pero sin visos de que haya una votación en el Parlamento que pusiera en aprietos a Sumar y que el Gobierno podría perder ante la actitud de otros socios de investidura a no ser que el PP saliera en su auxilio.
No desea esa imagen el Ejecutivo, que carga las tintas contra el principal partido de la oposición por lo que considera una falta de responsabilidad que cree que puso una vez más de manifiesto esta semana impidiendo que se aprobara la Agencia de Salud Pública uniendo su voto en contra a los de Vox y Junts.
Fue un nuevo revés parlamentario que evidencia, no sólo por el PP, sino por la actitud imprevisible del partido de Carles Puigdemont, que el Gobierno sólo puede respirar tranquilo ante las iniciativas que impulsa cuando comprueba que en el panel de votaciones del Congreso ha conseguido los apoyos suficientes.
Así las cosas, se antoja difícil que el Gobierno pueda obtener el respaldo necesario para aprobar los presupuestos de 2025, y aunque Sánchez insistió esta semana en que no se rinde y lo seguirá intentando, lanza mensajes de que no pasa nada si no se logra.
«Se prorrogan los presupuestos. Sin ninguna duda, porque ahora mismo lo que necesitamos es estabilidad», respondió a la pregunta de qué ocurriría si no se aprueban unos nuevos y si se plantearía en ese caso adelantar elecciones.
Normalidad o debilidad
Apuesta por tanto por esa situación de prórroga en la que se encuentran los presupuestos actuales desde 2023, desechando así la reiterada exigencia del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, de que, si no hay presupuestos, llame a las urnas tal y como recuerda que Sánchez, cuando estaba en la oposición, pidió una y otra vez a Mariano Rajoy.
Mensajes similares a los del presidente han lanzado también en los últimos días la vicepresidenta primera, María Jesús Montero o el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, preparando el terreno ante el previsible anuncio (con mayo como mes límite) de que el Gobierno renuncia a presentar las cuentas del Estado para este año y trabajará para intentar las de 2026.
«¿Debilidad? No. Normalidad», aseguran a EFE fuentes del ala mayoritaria del Gobierno ante ese posible escenario y ante los quebraderos de cabeza que están dando los socios de investidura.
También alejan las interpretaciones de que esa situación pueda provocar inestabilidad, y la afrontan con la naturalidad que plasmó Sánchez.
En Moncloa se repite que no hay alternativa al Gobierno actual, y aunque muy críticos con los acercamientos del PP a Vox como el acuerdo presupuestario de la Comunidad Valenciana, afirman que les beneficia electoralmente.
Pero apostillan que no es tiempo de hablar de elecciones. Aún aseguran que están muy lejanas, con o sin nuevos presupuestos.