Shanghái (China), 31 oct (EFE).- Prohibido disfrazarse. Esa es la estrategia que han adoptado este año las autoridades de la megalópolis oriental china de Shanghái ante la celebración de Halloween para evitar que los disfraces se conviertan de nuevo en una expresión de protesta o sátira política, como sucedió en 2023.
En el primer Halloween sin restricciones anti-covid en Shanghái, los jóvenes de la ciudad hicieron de sus disfraces una muestra de su descontento, apuntando de nuevo a la tensión subyacente entre este espectro demográfico, afectado por la ralentización económica y un mercado laboral incapaz de absorber a millones de egresados universitarios cada año, con cifras récord de paro juvenil.
Cabe recordar que fue precisamente en Shanghái, a finales de 2022, donde se produjeron algunas de las protestas más desafiantes contra el 'cero covid': hubo incluso quien gritó 'abajo con (el presidente chino) Xi Jinping', algo prácticamente impensable en el país asiático. El año pasado, con un ambiente social mucho menos tirante, Halloween fue una nueva válvula de escape, algo más sutil.
Hubo quien se disfrazó de cámara de seguridad en referencia a la omnipresente vigilancia en cada esquina del país; otros, de Winnie the Pooh, un personaje que, si bien no está prohibido en China, se relaciona con críticas veladas a Xi; también quien criticó el panorama laboral para los jóvenes con un cartel de «graduado en humanidades» y un cuenco para pedir limosna.
Y también hubo quien fue incluso más allá: una mujer se colocó por encima folios en blanco, la marca de las mencionadas protestas de 2022. Otros se vistieron de los temidos 'dabai', los voluntarios vestidos con EPIs que se encargaban de hacer cumplir las directrices oficiales durante el largo confinamiento de la ciudad, o de las cabinas en las que había que someterse a pruebas PCR diariamente.
Este año, las autoridades buscan evitar que se repita la situación: EFE pudo comprobar cómo la calle Julu, hogar de un popular complejo de discotecas llamado Found 158, se encontraba llena de vallas amarillas ya en la víspera, contando con una fuerte presencia policial que se extendía a las vías circundantes.
«Va a haber policía»
«Los otros años te podías disfrazar de lo que quisieras, pero este año no. Se puede entrar disfrazado, pero de forma sencilla. Va a haber policías en la entrada», explica un empleado de uno de los locales de ese recinto.
No ha habido ningún anuncio oficial prohibiendo las fiestas de Halloween ni los disfraces. De hecho, en cafeterías del centro de la ciudad o en centros comerciales de las afueras las decoraciones con calabazas y fantasmas se han colgado con la normalidad de todos los años. Y en lugares autorizados, como el parque de Disneylandia, las celebraciones siguen su curso.
Pero numerosos testimonios hablan de redadas en fiestas de disfraces y otras intervenciones policiales a lo largo de los últimos días.
Julián, un español residente en Shanghái, cuenta a EFE que el pasado sábado, en una fiesta en un céntrico local de la ciudad, «llegó la policía» y «cerró el local»: «Había furgones, coches, unos 15 ó 16 policías. Subieron y apagaron la música. No sé si se llevarían a alguien detenido, pero sí que cancelaron la fiesta».
Vídeos circulados en redes sociales muestran a una joven disfrazada saludando antes de entrar a un furgón policial, o a una francesa que pregunta al agente que la traslada a comisaría el porqué: «No hay porqué», le responde este. Se desconoce si estas personas fueron detenidas o simplemente llevadas lejos de los 'puntos calientes' vigilados por las autoridades.
El pasado fin de semana, tras ser expulsados de discotecas o de determinadas calles, muchos optaron por el céntrico parque Zhongshan, uno de los más conocidos de la ciudad, como 'refugio'. Pero, según testimonios en redes, las autoridades también dispersaron esa concentración y optaron por cerrar temporalmente el recinto, una decisión poco habitual.
Y la intervención no se limita a las discotecas: «En mi colegio estaba todo preparado para la fiesta de Halloween y la dirección recibió una llamada 'de arriba' diciendo que no estaba prohibido pero que tampoco nos animaban a celebrarla. A los alumnos les hacía mucha ilusión y hubo algunos que incluso llegaron a decirnos que, vista la situación, lo mejor era cancelarlo», relata Dani, docente en un colegio internacional.