«Simone, la mujer del siglo»: Esta es Simone Veil «cuando se suelta el moño»

Imagen de archivo de la actriz francesa Elsa Zylberstein. EFE/EPA/CAROLINE BLUMBERG

Madrid, 5 dic (EFE).- La actriz Elsa Zylberstein es Simone Veil en el ‘biopic’ «Simone, la mujer del siglo», cierre de la trilogía de mujeres que firma Olivier Daha tras «La vida en rosa», sobre Edith Piaf, y «Grace of Monaco», en esta ocasión, para dibujar a la mujer detrás del enorme personaje público que fue la política y feminista.

Una creación -empeño personal de la actriz francesa, coproductora de la cinta- que buscaba mostrar a Simone «cuando se suelta el moño», confiesa Zylberstein en una entrevista con EFE. «Hace diez años que quería hacer esta película. Tuve la suerte de conocer a Simone Veil y pensé que había que hacerle un homenaje a esta mujer tan grande», apunta la actriz, de visita en Madrid para promocionar el estreno de la película, en cines desde este 9 de diciembre.

Fue en 2007, cuando Zylberstein le entregó a Veil un premio de la Universidad Hebrea de Jerusalén. «Me impresionó su increíble fuerza, sensibilidad y humanidad. Inmediatamente pensé que esta mujer se merecía una gran película», y pensó que debía dirigirla Dahan, porque «es bueno con los personajes femeninos, tiene sentido de la historia, y porque sabía que aportaría emoción». «Yo no quería que fuera un biopic clásico, menos aún que fuera cronológico, quería una película libre, loca, fuerte», señala. La actriz comparte con EFE que de Veil le ‘enamoraron’ muchas cosas, y aunque era una mujer «muy dura», le dijo al director que «quería mostrar a esta mujer cuando se suelta el moño, es decir, lo que hay detrás de la fachada, de esa autoridad natural. Me interesaba cómo era cuando cierra la puerta, cómo era con su marido. Quería ver al personaje, todo él, con todos los colores que ella tenía». La película salta del presente al pasado, de la infancia al campo de concentración, de su vida en casa a sus vuelos en avión privado, de sus extraordinarios asertos en la Cámara francesa a favor del aborto a las cómplices conversaciones con su amiga Marceline, cigarro en mano, con una extraordinaria cercanía. Así, ha logrado un retrato íntimo y épico a la vez, la historia de una mujer que desafió y transformó toda una época y que, aún hoy, apunta Zylberstein, admiran un montón de jóvenes francesas. «La generación de 13, 14 y 15 años se han ‘hecho’ con la película -señala Zylberstein-, publican cosas en redes, van al cine con su abuela y su madre, y cuando pregunto si la conocían me dicen: ‘ahora sí’, y me da escalofríos de pensar que estas jóvenes, que no han visto ‘La lista de Schindler’, descubran de repente lo que es el cine».

«Me parece alucinante que estas jóvenes hayan hecho de ‘Simone: la mujer del siglo’ su película», afirma, orgullosa, la actriz. Le costó mucho trabajo transformarse en Veil, «durante un año, no hice otra cosa -dice-. Miré hasta la saciedad documentales, y yo, que soy de ballet clásico engordé nueve kilos y aprendí a anclarme en el suelo, a encontrar ese lado terrenal que ella tiene, su forma de andar, de moverse. Me entregué a ella, como si me hubiera vaciado de mi misma, para que ella entrara dentro de mi. Hablaba como ella, pensaba como ella, estudié cada foto…», recuerda. Hasta el punto de que parecía una psicópata de película. «Tenía una habitación llena de fotos, y cada vez que iba a un hotel me las llevaba». Ahora, dice con pena, «la película es un eco directo de lo que le pasa a las mujeres, mira Polonia, mira Estados Unidos», reclama. «Piénsalo, la memoria es muy corta, debemos volver a luchar por nuestros derechos, es increíble lo que está ocurriendo». «Por eso quise hacer la película, porque es una forma de no olvidar, me emociona decirlo, pero yo necesitaba homenajearla, no hay tanta gente fuera de lo normal, no hay tantas personas únicas y excepcionales como era ella y creo que la gente hoy que se agarra a su pequeño poder, no piensa en el interés general». Por eso, afirma que no ve a nadie que pueda coger su relevo. «Ella no se agarraba al poder; los políticos de ahora hablan y hablan, pero no piensan más que en no perder su puesto». Cuenta que en una reunión le contaron lo que estaba pasando en la guerra de Yugoslavia, pidió un avión y se fue allí, y allí se quedó tiempo y tiempo, intentando hacer algo. «Ese tipo de gente, yo ya no la veo», concluye.