Madrid, 14 nov (EFE).- Acompañar, escuchar y estabilizar emocionalmente a los familiares de las víctimas para que puedan empezar su duelo. De ello se encarga el equipo de psicólogos del servicio de emergencias Summa 112 de la Comunidad de Madrid, seis profesionales que acuden a los sucesos más «traumáticos».
Llevan a cabo un «acompañamiento activo», como a ellos les gusta denominar; una labor menos visible que la que en el momento del suceso realizan policías, médicos y bomberos, pero tan fundamental como la de estos.
El atropello mortal que el pasado fin de semana se cobró la vida de cuatro personas en una boda gitana en Torrejón de Ardoz (Madrid) o el incendio hace un mes en Alcorcón (Madrid) que acabó con la vida de dos hermanos de 5 años y 9 meses son algunas de las últimas tragedias en las que han participado.
Cristina Fernández-Belinchón es una de las seis psicólogas que, desde el año 2019, componen la Unidad de Atención Psicológica del Summa 112 de la Comunidad de Madrid, donde, entre otras fatalidades, también han tenido que intervenir por los fallecimientos relacionados con la COVID-19.
En una entrevista con EFE, explica que su intervención está acotada a las muertes particularmente traumáticas, como las que afectan a menores de edad, los suicidios y los Incidentes con Múltiples Víctimas (IMV), o bien los casos de abusos y agresiones sexuales.
Sus pacientes son los familiares y allegados de las víctimas, que suelen encontrarse «desbordados», mostrando «la rabia, el enfado, la negación, la culpa o el ‘shock'», las reacciones emocionales más habituales tras verse sobrepasados por este tipo de sucesos.
INCENDIO EN ALCORCÓN
Hace apenas un mes, el pasado 6 de octubre, recibió un aviso en su turno de guardia por un incendio en un edificio en la localidad madrileña de Alcorcón. Aún no sabía que esa intervención iba a quedar grabada de por vida en su retina.
Su labor se centró en la atención de un padre desesperado, que acababa de salir de su casa cuando el fuego y el humo se desataron, dejando atrapados en el interior de la vivienda a su mujer y a sus dos hijos, de 5 años y 9 meses.
Mientras los bomberos trataban de rescatarlos, Cristina palió la desesperación de un padre que no podía hacer nada por su familia. Finalmente, los sanitarios del Summa 112 salvaron la vida de su mujer, pero los dos menores fallecieron, el más mayor tras el suceso y el bebé, en el hospital.
Durante aquellos minutos, Cristina se centró en reducir la «incertidumbre» -no le gusta el verbo «tranquilizar»- que sentía ese hombre, al que trató de aportar información valiosa.
SUCESOS CON VARIAS VÍCTIMAS
Los llamados «Incidentes con Múltiples Víctimas», conocidos en el argot de las emergencias con las siglas IMV, quedan marcados en la memoria de testigos, familiares y profesionales intervinientes, entre ellos los psicólogos de emergencias.
En sucesos como el cuádruple atropello mortal ocurrido el pasado fin de semana tras la celebración de una boda gitana en otro municipio madrileño, Torrejón de Ardoz, con diez heridos, son decenas las personas que pueden sufrir crisis de ansiedad o que por cualquier otra causa precisan de atención psicológica urgente.
En esos casos, según destaca Cristina, resulta fundamental la «coordinación» con otros equipos de emergencias, especialmente con la Policía, encargada de la seguridad en la actuación del resto de intervinientes, así como de dar a los familiares las «peores» noticias.
«ACOMPAÑAMIENTO ACTIVO»
Si Cristina tuviera que definir la función de la figura del psicólogo de emergencias, lo haría con el concepto de «acompañamiento activo», ya que su labor no sólo trata de estar al lado de las «otras» víctimas, los familiares y allegados, sino de intentar que dé rienda suelta a sus emociones, cuando la incredulidad y el «shock» brotan al conocer la peor de las noticias.
«No solo estamos junto a los pacientes, sino que les hacemos saber que vamos a intentar que expresen sus emociones, siempre respetando su espacio y sus tiempos», detalla la psicóloga del Summa 112.
La intervención de Cristina y sus compañeros puede durar pocos minutos o varias horas y va desde el instante en el que se recibe el aviso por el suceso, al que acuden junto a sus colegas médicos, enfermeros y técnicos de emergencias, hasta que los allegados de las víctimas han alcanzado cierta «estabilidad emocional» y pueden apoyarse de forma natural en otros familiares o conocidos.
Jose F. Sánchez