Madrid 10 jul (EFE).- Si alguien creía que el cara a cara entre los candidatos del PSOE y del PP a la Presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez y Alberto Feijóo, iba a inclinar el voto indeciso hacia un lado u otro, estaba equivocado. Sobre todo si los indecisos solo han aguantado la primera parte del debate, plagado de interrupciones mutuas cual discusión de cuñados.
Y sobre todo si esperaban escuchar claramente -porque ha sido difícil escucharles- las propuestas de sus respectivos partidos para este 23J.
Sí se han oído nítidamente dos frases: eso no es verdad o eso es mentira.
Tras ocho años sin estos cara a cara electorales, el de este lunes pasará quizá a la historia por ser el más bronco de la democracia, en un enfrentamiento en el que constantemente los dos candidatos se han quitado la palabra en un «y tu más».
Hora y 40 minutos en los que ambos han sacado los «puñales» guardados en la manga para intentar clavárselos al contrario, como el 11M, la muerte de Miguel Ángel Blanco o, en el caso de Feijóo, el listado de los insultos que ha recibido por parte de los ministros del Gobierno y por Sánchez.
Baldíos han sido las llamadas al orden de los moderadores, los periodistas Ana Pastor y Vicente Vallés, casi decididos a tirar la toalla ante la pelea cuerpo a cuerpo de los dos candidatos.
Ha servido de ring un plató de Atresmedia minimalista, con una mesa de 2,5 metros blanca y dos sillas negras, una frente a otra.
Los dos rincones del ring desde los que han saltado Sánchez y Feijóo en cada parte en la que se ha dividido la velada para intentar poner contra las cuerdas al otro.
Y durante una buena parte del combate hemos creído ver en el ring a cuatro contrincantes. Los otros dos, ausentes pero presentes, Vox y Bildu, han sido los guantes con los que han pretendido noquear al contrario. (A lo mejor, hasta les ha favorecido, quién sabe).
A las 20.45 horas llegaba Feijóo a Atresmedia, acompañado de sus colaboradores y cargado de papeles. Quince minutos después lo hacía Sánchez con los suyos. Ambos con traje del mismo color, azul. Eso sí, la corbata, como era de prever, era diferente, en un guiño cada uno a los colores corporativos. Rojo Sánchez, azul Feijóo. Un guiño también en el rotulador y el bolígrafo que han utilizado.
Y no ha empezado muy bien la pelea. El primer asalto, con la economía como tema central, ha devuelto a los dos candidatos a sus respectivos rincones del cuadrilátero después de que Sánchez, un poco nervioso, se desgañitara intentando vender los logros de su gobierno y Feijóo hiciera lo propio para rebatirle las «mentiras», armado incluso con algún gráfico.
El líder de la oposición ha llegado con los deberes hechos. ¿Se ha molestado en contar los 254.000 folios que dice que tienen las leyes aprobadas por el Gobierno de Sánchez, es decir, 814 al día?
Feijóo ha querido dar un golpe de efecto: ha llevado firmado un documento para que ambos sellaran el compromiso mutuo de no obstaculizar la investidura del otro si es el más votado el 23J. De momento, solo hay una firma.
Por lo demás, lo esperado: los pactos con Vox y los pactos con Bildu, Lo mismo daba que se hablara de sanidad, que de política exterior o de violencia machista.
Ha habido que llegar al final del cara a cara, al minuto de oro, para conseguir escuchar de boca de uno varias frases seguidas sin que la boca del otro se abriera.
Para algunos, el debate lo habrá ganado Sánchez, para otros Feijóo y para otros, el veredicto será un empate. La pregunta es: ¿Han conseguido empatar con los españoles?
Y buena prueba de ello y broche de esta crónica lo tiene que dar lo que ha escrito en su cuenta de Twitter la periodista Maruja Torres: «Ésta es una de esas noches en que me gustaría poder volver a fumar y meterme un porro tipo trompeta de metro y medio».
Sagrario Ortega