Carmen Martín
Madrid, 18 ene (EFE).- Creador místico, enigmático, metódico, católico y astuto en los negocios, así aparece Cristóbal Balenciaga en la serie homónima de Disney+, en la que se narran los 30 años en París de este costurero, celoso de su intimidad, férreo guardián de su homosexualidad y controlador absoluto de sus diseños.
Si el costurero estuviera vivo, (seguramente) no hubiera participado en este biopic que interpreta Alberto San Juan. Era hermético con su vida, rechazaba la exposición pública y prefería el prestigio a la fama, según ha contado a EFE Sonsoles Díez de Rivera, patrona fundadora del Museo Cristóbal Balenciaga de Guetaria (Gipúzkoa).
La serie de 6 capítulos ‘Cristóbal Balenciaga’, que se estrena mañana en todo el mundo, narra de forma fabulada la trayectoria profesional y la vida personal del creador español más internacional, un hombre de tal discreción que muchos pensaban que no existía.
Una de las (supuestas) dos entrevistas que concedió en su vida, es el hilo conductor de este relato que arranca en 1937, cuando Balenciaga (Gipúzkoa, 1895- Alicante 1972), empujado por la Guerra Civil española se instala en París junto a su socio y pareja Wladzio D´Attainville, y el matrimonio formado por Nicolás Bizkarrondo y Virgilia Mendizabal.
En el primer capítulo se ve cómo abre el salón en el nº 10 de la Avenida George V y presentan su primera colección: las críticas son tibias y llegan pocos encargos. Los inicios son duros y el diseñador, que trabaja en absoluto silencio, duda de su capacidad.
Se muestra obsesionado con la perfección, pero también esquivo con la presa, su deseo era pasar desapercibido. Jamás salió a saludar al final del desfile. «Me horroriza que se hable de mí», señala en uno de los capítulos.
En el segundo capítulo, se aborda la ocupación de París por las fuerzas del Eje. Balenciaga se mantiene en silencio. Muchos talleres de alta costura, ante la escasez de telas, cierran, pero el suyo se mantiene abierto y toma la decisión de comprar tejido en España. Sus ingresos aumentan.
Con el éxito parisino, Balenciaga consigue reabrir sus tiendas españolas y mantiene una relación estrecha con las élites del franquismo. Termina la guerra y Balenciaga está en la cumbre de la alta costura. No habla de política, es un hombre astuto en los negocios.
«Yo tengo derecho a ser apolítico, a mantenerme al margen de lo que ocurre en la sociedad donde vivo», dice Balenciaga a su socio Bizkarrondo. «Yo no sé si tú eres un fascista o un demócrata, no lo sé», le responde Bizkarrondo durante una conversación.
En el tercer episodio, su costura, a pesar de ser admirada por sus compañeros de profesión, se ve amenazada por el éxito de Christian Dior.
Dior le arrebata titulares cuando lanza su ‘New Look’ en 1947. Un golpe duro, pero el español resta importancia y se centra en su costura para captar la atención de la prensa de moda.
La serie refleja el legado de Balenciaga, pero también el celo con que el costurero vigila su vida privada. No quiere publicidad y detesta que lo fotografien, aunque hace una excepción para promocionar su perfume ‘Le Dix’ (1947).
En el cuarto capítulo, Balenciaga alcanza la plenitud con trajes semientallados. Las filtraciones y las copias de mala calidad generan un desencuentro con sus socios. Decide restringir el acceso de personas a sus desfiles y los organiza una semana después que el resto.
También aparece la relación de Balenciaga con Coco Chanel, una amistad de respeto y admiración que termina mal: Chanel le pide que pose junto a ella en una revista para promocionar su marca y potenciar las ventas.
Sin embargo, su amistad con Hubert de Givenchy es inquebrantable. Balenciaga decide apadrinar su carrera, le cede costureras y clientas, entre ellas, Audrey Hepburn.
A lo largo de los capítulos, no se obvia su homosexualidad y se cuenta la relación que mantiene con el sombrerero Wladzio d´Attainville, un aristócrata polacofrancés que fallece muy joven.
Recuperado del luto, entra su vida el joven Ramón Esparza, quien se convierte con el tiempo en su mano derecha, en su compañero durante 25 años.
A lo largo de la serie se refleja a un Balenciaga de carácter fuerte y en ocasiones despótico, así como la mala relación con sus socios, Bizcarrondo y Mendizábal, con los que rompió tras conseguir el éxito.
En el quinto capítulo, Balenciaga corona su trayectoria con la creación del vestido nupcial de la reina Fabiola de Bélgica. El último episodio arranca a finales de los 60 cuando la alta costura pierde fuerza en favor del prêt-à-porter, momento en que el costurero decide cerrar la ‘maison’.