París, 7 feb (EFE).-«Yo vengo de Tapia con una mano delante y otra detrás», bromea en París el diseñador español Arturo Obegero, siempre con el nombre de su pueblo, Tapia de Casariego, en la boca. Apenas en la treintena, este asturiano ha vestido ya a estrellas como Harry Styles o Beyoncé y es más que un 'couturier' promesa.
«Llevo tres años solamente con la marca, aunque parezca que lleve 20 años de mi vida, y estamos consiguiendo muchas cosas», explica Obegero respecto a su firma homónima, durante una entrevista con EFE en el encuentro internacional de profesionales de moda Première Vision Paris.
Su nombre lleva desde 2020 haciéndose un hueco en el exclusivo mundo de la costura parisina, pero la atención mediática creció exponencialmente cuando sus diseños se convirtieron en ingrediente icónico del videoclip de «As It Was» (2022), el superéxito de Harry Styles que acumula casi 700 millones de visionados en YouTube.
Más recientemente, estrellas como Adele o Beyoncé han portado sus creaciones y, a nivel patrio, actores como Eduardo Casanova han sido embajadores de un estilo que Obegero describe como «romántico-seductor» y «clásico con un toque esotérico», con guiños a la cultura española.
Es un mundo de alto perfil al que ha llegado sin padrinos ricos y poderosos, armado solo con su portfolio, y que está muy alejado del escenario en el que creció: una localidad costera de unos 4.000 habitantes donde su familia tiene una tienda de surf.
«La fama es como la moneda de cambio, sobre todo en el mundo de la moda. Yo estoy encantado de trabajar con artistas a los que admiro y me apasiona y espero que siga pasando», afirma el joven diseñador, incrédulo aún de los nombres que aparecen ya en su currículum.
«Entiendo que suscite mucho interés y que todo el mundo nos pregunte y nos relacione con eso. Pero también denota esta obsesión que tenemos con la fama, con la celebridad», reflexiona.
Algo parecido le ocurre con la etiqueta de joven promesa: halagado de que guste lo que hace, también es consciente de que esos títulos son de usar y tirar.
«Es algo muy típico de la industria de la moda: es diseñador promesa, lo mejor de lo mejor, y luego, cinco años más tarde, la gente se olvidó de ti y buscan a uno nuevo (…) Prefiero ir poco a poco y mantener el ritmo», opina.
Harry Potter, versión asturiana
¿Y cómo ha llegado Obegero hasta aquí? «Siendo pesado», bromea. Trabajando desde el taller que tiene en su casa de las afueras de París, una de sus claves ha sido mandar sin descanso sus propuestas a estilistas y equipos de prensa.
Algo de ese espíritu marcó su camino hasta París, desde una España en la que creció sin contacto real con la moda. Fue internet la ventana que le reveló los desfiles de Alexander McQueen, los de Riccardo Tisci con Givenchy o los de Nicolas Ghesquière en Balenciaga.
«Descubrí un mundo que me apasionó. Era un mundo que me hacía soñar, que me hacía evadirme, y me enamoré de la creatividad e incluso de la emoción que puedes crear con un desfile, que no es meramente una chaqueta bonita», considera.
Su madre y él empezaron a guardar dinero a sus 15 años para llegar, algún día, a estudiar en Central Saint Martins, la prestigiosa escuela británica por la que pasaron muchos de sus ídolos.
Londres le abrió las puertas de París, donde al poco de graduarse entró en Lanvin, en 2018. Allí permaneció hasta lanzarse con su propia marca en plena pandemia.
Con el sello Arturo Obegero promueve una moda ecorresponsable -trabaja con «dead stocks», tejidos sin usar comprados por otras marcas-, porque no entiende otra forma de crear habiendo crecido junto al mar, en un pueblo que es «pura naturaleza».
Nerea González