Madrid, 28 feb (EFE).- El éxito de la desinformación no radica siempre en la generación de noticias engañosas o falsas creencias; en la mayoría de los casos es suficiente con provocar confusión, desconfianza, división, o con amplificar los prejuicios y los sesgos, y en España el foco de ese fenómeno está puesto en la política, los procesos electorales y en la inmigración.
Un grupo de investigadores de varios centros y universidades de numerosos países han elaborado el informe «Desinformación en la era digital. Una amenaza compleja para las democracias», que hoy presentan en el Congreso en el marco de la «Semana C» durante la cual la Oficina de Ciencia y Tecnología del Congreso (conocida como «Oficina C») está presentando los nuevos trabajos que ha elaborado a petición de la cámara.
Hoy se presentan, además del trabajo sobre la desinformación, dos informes («Avances en enfermedades neurodegenerativas» además de «Incendios forestales y restauración de zonas quemadas»), en los que han participado más de cincuenta investigadores que han plasmado en sus documentos las principales evidencias científicas sobre estas materias para propiciar que la toma de decisiones políticas se base en el conocimiento.
El referido a la desinformación ha sido elaborado por científicos, catedráticos y profesores de varios centros y universidades, entre ellos David García (Universidad de Konstanz, Alemania); Sandra González (Universidad de Pensilvania, Estados Unidos); Daniel Innerarity (catedrático de Filosofía Política en la Universidad del País Vasco); o Astrid Wagner (Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas).
Una cuestión de seguridad nacional
Los investigadores han constatado en su informe que las nuevas tecnologías, y en particular los desarrollos en inteligencia artificial, intensifican el alcance y el peligro de la desinformación, pero también pueden convertirse en una de las mejores armas para detectarla y combatirla.
El informe sitúa la desinformación como una de las principales amenazas para los sistemas democráticos y como una cuestión de seguridad nacional que alcanza los niveles más críticos en situaciones de gran relevancia social, como una crisis sanitaria, un conflicto bélico o los procesos electorales.
Y a los «instigadores» internacionales que tratan de explotar las vulnerabilidades de algunos países o regiones del mundo, los investigadores suman los «instigadores nacionales», como grupos de interés por razones ideológicas, religiosas o económicas, que pueden causar también enormes perjuicios.
Los instigadores utilizan en sus relatos técnicas como el uso de la «atracción afectiva», visiones simplistas o incompletas de la realidad, la simple repetición de una idea o el uso de la inteligencia artificial, una «explosión informativa» que dificulta la identificación y la diferenciación de los contenidos veraces y en la que los medios de comunicación han perdido relevancia y eficacia como freno a la amenaza de la desinformación.
¿Cómo combatirla? los investigadores inciden en la importancia de la alfabetización mediática y digital de la sociedad, de «neutralizar» la desinformación a nivel individual, y de que se impliquen todos los agentes (las administraciones e instituciones públicas, los medios de comunicación o las grandes plataformas digitales y comerciales) en el objetivo de no explotar la incertidumbre y la desinformación.
Redes y plataformas modifican el flujo informativo
En este sentido, el equipo que ha recopilado para el Congreso las principales amenazas de este fenómeno ha valorado algunas de las normas que se han promovido en la Unión Europea para combatirlo, y entre ellas la ley europea de servicios digitales, que fija responsabilidades concretas en torno a la desinformación para las plataformas digitales.
Esas plataformas digitales, junto con las redes sociales y los servicios de mensajería, son las que han modificado la forma en la que en la que fluye la información y cómo llega a la ciudadanía, y han contribuido a «difuminar» ese flujo informativo; «cualquiera puede generar contenido, difundirlo y compartirlo», han aseverado los investigadores.
La «Semana C» se cierra hoy en el Congreso con la presentación de sendos informes sobre los avances en enfermedades neurodegenerativas y sobre incendios forestales y restauración de zonas quemadas, un trabajo que refleja cómo el número de incendios está descendiendo en España, pero también que el área promedio afectada por los grandes siniestros está aumentando.
Los investigadores alertan en este trabajo de las consecuencias ecológicas, ambientales, sociales y económicas de los incendios y de que este riesgo se ha convertido en un problema social de primer orden que implica pérdida de vidas, numerosos efectos en la salud y emisiones e importantes impactos en la biodiversidad y en los ecosistemas.
En el referido a las enfermedades neurodegenerativas los científicos revisan las evidencias sobre los últimos avances contra estas patologías (que en España afectan a entre 1 y 1,5 millones de personas) aunque de momento son incurables y acortan significativamente la esperanza de vida.
Y advierten a los parlamentarios de que ese aumento de la esperanza de vida va a conllevar también un incremento muy significativo de casos de la enfermedad de alzhéimer, del párkinson o de la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), lo que impactará de forma directa en la planificación de las políticas públicas sociales y sanitarias y en sus presupuestos.