La grieta entre radicales y pragmáticos, una brecha en el liderazgo talibán de Afganistán

Imagen del ministro del Interior de Afganistán, Sirajuddin Haqqani, EFE/EPA/STRINGER

Kabul, 28 dic (EFE).- El Gobierno 'de facto' de los talibanes suele ser visto como una administración unificada, pero las diferencias entre sus líderes, por antecedentes personales, diferentes interpretaciones ideológicas o afiliaciones tribales, se han evidenciado y han aumentado desde su regreso al poder en agosto de 2021.

Estas brechas en el liderazgo talibán reflejan la existencia de dos grupos con opiniones enfrentadas en varios asuntos, como el veto a la educación de las mujeres, que ha dado pie a reproches cruzados en los últimos meses.

Lejos de inclinarse por un acercamiento entre ambas partes, el analista político Ahmad Saeed dijo a EFE que cree que estas contradicciones podrían aumentar en el futuro, principalmente por los apoyos extranjeros que subyacen de ellas.

Los partidarios de Akhundzada y la red Haqqani

En general, los talibanes están divididos en dos grandes grupos: los basados en la provincia sureña de Kandahar, que lidera el mulá y jefe del autoproclamado Emirato Islámico de Afganistán, Haibatullah Akhundzada; y la red Haqqani, dominante en las provincias orientales de Khost, Paktika y Paktiyá.

Una primera diferencia entre ambos está en su procedencia tribal. Los talibanes liderados por Akhundzada pertenecen a la tribu pastún Durani, mientras que los pertenecientes a la red Haqqani son Ghilji.

Las divisiones tribales provocan a menudo tensiones y enfrentamientos en Afganistán.

Pero las diferencias más importantes en el seno del movimiento talibán surgen en las diferentes interpretaciones que sus corrientes hacen de la sharia o ley islámica.

El veto a las mujeres y las relaciones internacionales

Los seguidores de Akhundzada, que lidera el Gobierno talibán y que domina otros estamentos como la Corte Suprema de Afganistán o el Ministerio de Educación, enfatizan a menudo los códigos bajo una óptica conservadora y estricta.

Su interpretación del Islam, tamizada por la normas pastunes, es más radical y prioriza la aplicación del código talibán por encima de las presiones internacionales. La ONU y diferentes actores internacionales han acusado repetidamente a los talibanes de violaciones de derechos humanos desde su vuelta al poder en 2021.

Frente a estas posiciones, los afines a la red Haqqani promulgan un enfoque más pragmático, lo que supondría un acercamiento a la comunidad internacional, de la que Afganistán está prácticamente aislada, y el levantamiento de ciertas prohibiciones como el veto de la educación a las mujeres.

«Creo que Sirajuddin Haqqani (líder de la red) cree que si no nos relacionamos con la comunidad internacional y no levantamos estrictas y extremistas prohibiciones como el veto a la educación a las mujeres, nuestro Gobierno no sobrevivirá», explicó Saeedi, que apuntó que, por el contrario, la posición de la 'línea dura' de los talibanes consiste en priorizar la religión.

Para el analista, Haqqani y su red «quieren involucrarse con el pueblo y con la comunidad internacional para mantener el Gobierno, mientras que Haibatullah Akhundzada no obedece los valores y creencias del pueblo, lo que causa contradicciones».

Reproches cruzados

Una de las últimas decisiones de los talibanes, la prohibición a las mujeres afganas de cursar estudios de partería y enfermería, ha escenificado la brecha en el liderazgo talibán.

«La religión no debe interpretarse de una manera que sugiera que me pertenece sólo a mí», dijo Haqqani, ministro del Interior, durante la inauguración de una madrasa en Kabul, poco después de conocerse el nuevo veto educativo.

Sin mencionar al líder de la red Haqqani, el líder supremo aseguró en un discurso posterior que la crítica a sus decisiones «tiene un impacto negativo en el Gobierno y crea desconfianza en la gobernanza».

Akhundzada instó a sus críticos a «aconsejarles en privado» en lugar de hacer públicos sus desacuerdos.

En cuanto a sus posiciones geopolíticas, Haqqani abogó recientemente en una entrevista con el periódico estadounidense The New York Times por abrir «un nuevo capítulo» en la relación con el mundo tras una etapa marcada por la violencia.

Por su parte, la posición del líder supremo es inflexible. «Si se usa contra nosotros (los talibanes) una bomba nuclear, no me inclinaré ante las demandas globales y elegiré la muerte en lugar de la rendición», dijo Akhundzada en un encuentro con eruditos religiosos en Kandahar.

Según varios analistas, la negativa del líder supremo a acercar posturas con el resto de actores globales ha llevado a Afganistán a una «peligrosa situación humanitaria».

Reparto desigual del poder

Las tensiones entre los dos principales grupos talibanes también se hace patente en el reparto de poder interno en el Gobierno 'de facto' de Afganistán.

El nombramiento como ministro de Educación de Neda Mohammad Nadeem, muy próximo al líder supremo y partidario de las políticas represivas y de la exclusión femenina, ha desatado críticas entre la red Haqqani.

En otros ámbitos como la gestión de almacenes de material defensivo o en la Inteligencia, también ejerce su dominio la 'línea dura'.

Por su parte, la red Haqqani -que comandó la lucha armada contra el anterior Gobierno afgano y llevó a cabo las operaciones más complejas durante la guerra, así como atentados suicidas- lidera el Ministerio del Interior, lo que Haqqani y sus afines consideran una cuota de poder desigual.