
Masudiye (Líbano), 20 mar (EFE).- En el norte de Líbano, cientos de alauitas han buscado refugio en los pueblos fronterizos ante la violencia sectaria desatada en las últimas semanas en la costa siria. En uno de estos pueblos, amontonados en escuelas y mezquitas, piden protección y respaldo de la comunidad internacional.
En un aula escasamente iluminada en Masudiye, en la frontera norte de Líbano, 303 alauitas sirios se apiñan y hablan con voces apagadas mientras atestiguan los sufrimientos que han padecido en las últimas semanas.
Desde su refugio improvisado, un lugar al que han llegado a través de cruces fronterizos ilegales en esta zona montañosa, relatan su huida de la ola de violencia y asesinatos que se han producido fundamentalmente en las provincias sirias de Homs, Latakia y Tartús, estas dos últimas dominadas por la minoría alauita, tras la caída del régimen de Bachar al Asad.
Al Asad, alauita, privilegió a esta minoría chiíta que supone entorno al 12 % de la población siria, dónde se encontraba su principal base de apoyo, lo que se reflejó en su presencia desproporcionada en los aparatos de seguridad y represión del régimen.
La caída de Al Asad los ha dejado expuestos a la violencia sectaria y venganzas personales, que se desbordaron a inicios de este mes después de que grupos afines al antiguo régimen emboscaran y mataran a decenas de uniformados leales al nuevo Gobierno y éste respondiera enviando refuerzos a zonas alauitas que se embarcaron en una dura represión.
«Masacres»

Abu Husain, refugiado del pueblo de Arze, en la provincia siria de Hama, relata que allí se han producido dos «masacres», la primera de ellas a finales de enero.
«Mataron a gente con armas con silenciador. Un superviviente informó al resto del pueblo.(…). Huimos primero hacia las montañas (…). Estuvimos ahí por 15 o 20 días. Antes de que estallaran los incidentes en la costa, aún el tema estaba candente, así que decidí huir. Mi mujer e hijos se quedaron hasta después de las masacres en la costa. Luego se reunieron conmigo y vinimos aquí, así que el desplazamiento ha sido doble, primero a las montañas alauitas, y luego al Líbano», dijo.
El hombre tiene claro el motivo de su huída: «es que somos alauitas».
«Si eres alauita, debes morir», dijo en referencia aparente a la política llevada a cabo por las tropas enviadas de Damasco y sus milicias aliadas.
Su camino se hizo por tanto evitando deliberadamente pueblos de mayoría suní, «para evitar emboscadas».
«Es una vergüenza hablar así como sirio, pero es la realidad», añadió.
«Sólo por ser alauitas»

Sama, una mujer de Homs que prefiere no revelar su nombre, lleva en Líbano unos 20 días.
«Vinimos forzados, no teníamos otra opción. Somos desplazados bajo fuego, tortura y asesinato. Han ocurrido masacres, indescriptibles. Cuando nos fuimos, estaban entrando en las casas, rompiendo todo, matando y cometiendo atrocidades, contra todos los que veían en las calles (…) Sólo es porque somos alauitas», dijo.
La mujer subrayó que esta secta del islam, que es vista como herética por el pensamiento suní más radical, presente en la alianza de grupos islamistas que derrocó a Al Asad, «nunca estuvo en contra de nadie».
«Somos los únicos que estábamos con todos los otros, no teníamos discriminación. Y nos choca que estamos siendo asesinados solo por ser alauitas, dejando todo detrás, casas y trabajos», añadió.
La situación en la escuela es muy mala para las familias con niños que residen ahora allí, con un solo baño compartido para todos, habitaciones sin puertas y sin asistencia humanitaria de ningún tipo.
En este sentido, Samah tiene una petición: «lo más importante es la protección internacional. Es lo único que queremos, alguien que nos proteja. No sentimos seguros aquí, pero somos ilegales. Nadie nos ha ofrecido protección».
En la carretera
Otra desplazada, que declinó dar su nombre, relata cómo su hijo y dos de sus amigos fueron detenidos en un control de carretera en la provincia siria de Homs, donde les preguntaron directamente si eran «alauitas o sunies».
«Los hombres armados les quitaron sus documentos y todas sus cosas, sólo por ser alauitas», dijo.
Luego, con voz quebrada, recuerda a su tío, un trabajador municipal «que nunca portó un arma», y que fue «ejecutado frente a su mujer y sus hijos».
«¿Son seres humanos? ¿quien trata así a la gente», dijo mientras señala también a su hijo, que resultó herido de bala en un brazo mientras cruzaba la frontera sirio-libanesa.
El Observatorio Sirio de Derechos Humanos, organismo que recopila abusos cometidos en Siria desde el inicio de la guerra civil en 2011, reporta que en los primeros cien días tras la caíida de Al Asad, 1.805 civiles han sido asesinados expresamente en ataques de base sectaria «y la afiliación al régimen anterior».
La mayor parte de estos crímenes ocurrió este mes de marzo, en zonas alauitas.
Naciones Unidas y otros organismos, de momento mantienen una cifra de asesinatos corroborados en esta ola de violencia sustancialmente más baja, entre 111 y unas 800 personas, incluyendo muertos en combate y asesinados por remanentes del antiguo régimen.