Annie Ernaux: La palabra escritora antiguamente no existía en francés

Annie Ernaux, premio Nobel de Literatura. EFE/Carmen Rodríguez

Estocolmo, 9 dic (EFE).- La Nobel de Literatura Annie Ernaux es escritora. Una palabra que antiguamente no existía en francés y se hablaba de “mujer escritor». Aún, en el imaginario de la gente la literatura parece que la siguen haciendo los hombres y que cuenta más que la de las mujeres.

Annie Ernaux, premio Nobel de Literatura. EFE/Carmen Rodríguez

Ella es la décimo séptima mujer en recibir el Nobel de Literatura de un total de 119 premiados. Un galardón que, “de alguna manera”, es una responsabilidad, porque se trata de un “reconocimiento mundial”, señala a EFE en una entrevista.

Pero también considera que la lista de premiadas, tanto en su categoría como en el resto, es demasiado corta. “No ha sido hasta la llegada de este siglo cuando, poco a poco, se ha ido reconociendo a más mujeres”.

Aunque no se trata solo de los galardones creados por Alfred Nobel, pues en Francia el premio literario Goncourt “es un punto de referencia masculino”.

Ernaux, de 82 años, dice que “en el imaginario de toda la gente la literatura la hacen los hombres”, de hecho, la palabra escritora antes no existía en francés y se hablaba de ellas como “mujer escritor”. Por eso la nueva Nobel recuerda que en aquella época ella también usaba la expresión “hombre escritor”.

Y no hay muchos cambios, “a poco que uno preste atención, si se escucha lo que dicen los críticos, se tiene la misma impresión de que, hoy en día, la literatura de los hombres cuenta más”.

La escritora hace un inciso para recomendar “Jenny”. Un libro “muy muy feminista” de la nobel de 1928, Sigrid Undset, una escritora de cuya existencia se enteró por casualidad, cuando un día estaba en una feria de cosas antiguas y, entre una pila de diarios viejos, vio la noticia de aquel premio.

Ernaux nació en Normandía en el seno de una familia humilde, gracias a la educación llegó a profesora y entró en la burguesía. Un sentimiento de «traición» o «transfuguismo de clase» atraviesa su obra, contada casi siempre en primera persona.

A pesar de ese sentimiento de estar siempre “escindida” entre dos clases, la nueva Nobel ha encontrado un lugar que considera suyo: la escritura.

“Mentalmente mi lugar está en la escritura. Es ahí donde realmente no tengo ese sentimiento de traición. Tengo la impresión de que hago lo que mejor sé para el mundo del que procedo”.

“El lugar” (1983) es uno de sus libros fundamentales, en el que habla de su relación con su padre, pero en su literatura no evita ningún tema, desde el aborto, al cáncer que sufrió en la madurez, el alzhéimer de su madre o la pasión desmedida por un hombre más joven.

Sin embargo, no le gusta que se hable de sus libros como autoficción, un término que se usa “para abarcar todo tipo de textos en primera persona y con muchas cosas inventadas. Yo no hago eso en absoluto”.

Es más, emplea la primera persona para buscar en la realidad algo que tiene que ver con ella, pero también con muchos otros. Busca lo que “hay de común entre ese yo” y el resto del mundo.

Un yo que se vuelve colectivo es justo lo contrario a lo que se hace en las redes sociales, que ella no utiliza, y que cree que son “un síntoma” de que la “gente necesita existir”.

Aunque “podemos decir que es narcisista, también es síntoma de una profunda carencia” y se pregunta qué harán “esas chicas y chicos, cómo evolucionarán, cómo envejecerá. En qué momento se darán cuenta de que la vida no se hace con imágenes, sino con el contacto directo”.

Ernaux refleja en su obra un feminismo comprometido y dice que “hay un libro que fue una especie de herida» para ella porque «pasó en silencio” cuando se publicó en Francia: “El acontecimiento” (2000).

Un crudo relato del aborto clandestino al que se sometió en los años sesenta y que está “en el corazón de lo femenino”, señala la escritora, quien recuerda que ese libro fue llevado al cine por la directora Audrey Diwan y ganó el León de Oro de Venecia el año pasado.

Si se le pregunta cómo hace para sobreponerse al pudor de relatar momentos tan íntimos, reflexiona un momento: “Aunque la escritura en mi lugar, al mismo tiempo es el lugar de una sin lugar y eso me da una gran libertad”, por eso nunca ha tenido que preocuparse por “la mirada de los otros, del mundo dominante”.

Desde hace unos años sus libros son buscados por muchos lectores jóvenes y, aunque no sabe exactamente el motivo, cree que tiene que ver con los temas que trata pero, sobre todo, con la forma de escribir. “Hay escrituras que envejecen, pero creo que no es mi caso”.

Carmen Rodríguez