Carmen Martín
Madrid, 20 oct (EFE).- El bailarín Antonio Ruz (Córdoba, 1976) estrenará mañana en los Teatros del Canal de Madrid «Pharsalia», una coreografía que indaga en el aspecto universal de la guerra de manera alegórica, «es una reflexión crítica sobre la barbarie y la crueldad en la sociedad actual, un canto antibelicista».
«En España es complicado ser coreógrafo», asegura este miércoles en una entrevista a EFE Antonio Ruz que es consciente de que ademas de talento, ideas y creatividad, «hay que tener mucho ímpetu y capacidad de resiliencia».
«Llevaba varios años sin meterme en la odisea de producir y necesitaba dar ese paso con un trabajo de gran formato», explica Ruz, que desde su formación en flamenco y danza española en su ciudad natal, salto a la escena clásica y contemporánea de la mano de Víctor Ullate.
Antonio Ruz, Premio Nacional de Danza 2018 en la modalidad de Creación, ha pasado más de un año investigando el concepto del conflicto en el cuerpo a través de bailarines de estilos, edades y procedencias diversas.
«Hemos trabajado la violencia en el cuerpo, el cuerpo en guerra, justo para hacer un canto antibelicista», añade Ruz que detalla que de esas experiencia ha surgido danza contemporánea con pinceladas urbanas, «es una obra muy teatral y performática».
En escena once bailarines de distintas edades, entre 20 y 40 años y cinco nacionalidades diferentes ofrecen un espectáculo diverso. «Al bailarín se le relaciona con la juventud, con esa cosa de estar muy en forma, pero lucho contra eso», cuenta Ruz.
Lo importante en un bailarín no es el virtuosismo que tenga en la danza, «sino su personalidad, que tenga cosas que contar con su cuerpo», señala Ruz que reconoce que le emociona tanto ver a un joven con una danza madura como a un mayor que con la mirada conmueve. «No me cierro a nada».
Con un discurso coreográfico que se nutre de referencias artísticas heterogéneas, Antonio Ruz dibuja un perfil estético propio. «Hay guiños de otros trabajos, pero en este proyecto quería ir más lejos y apostar por cosas nuevas».
Su estilo, en convivencia con otras disciplinas artísticas y con un amplio bagaje internacional, huye de etiquetas y categorizaciones con un trato exquisito hacia la música, el vestuario, la iluminación o la dramaturgia.
«Me aburre repetir. Cambiar solo el envoltorio empobrece la cultura», añade Ruz que considera que aunque sea complicado innovar, hay que arriesgar, «más ahora cuando estamos llenos de referencias que nos llegan a través de redes sociales».
Coreógrafo y bailarín, Ruz ha creando un lenguaje personal y singular en el ámbito de la danza. Tiene una larga trayectoria desde que en 2001 comenzara a trabajar en el Ballet del Gran Teatro de Ginebra y en el Ballet de la ópera de Lyon. En 2006 regresa a España para ingresar en la Compañía Nacional de Danza bajo la dirección de Nacho Duato.
En 2009, Ruz crea su propia compañía de danza con la que ha presentado sus trabajos en Europa, África y América del Sur y con la que el creador ha desarrollado su discurso dramático uniéndolo a su particular visión de la música.
A pesar de su experiencia, siente que está en una carrera de fondo, «veo a compañeros que tiran la toalla porque aunque es un trabajo creativo hay que pagar las facturas».
No se deja llevar por los aplausos ni las palmaditas en la espalda, «no creo en el éxito, va y viene, creo en el trabajo diario y considero un éxito ir todos los días a ensayar y poderme dedicar al danza».
«La danza en España está en buena forma, hay talento», asegura Ruz que considera que a nivel de formación los bailarines salen de los centro publico y privados con mucho nivel, «solo hay que ver como las compañías centro europeas están llenas de españoles».
«Hay talento pero pocas oportunidades, existe una gran demanda de espacio, muchos bailarines se tienen que ir de España», advierte Ruz que considera que son necesario crear puentes para llevar la danza al extranjero.
«La danza tienen un lengua universal, me siento valorado en España y voy a seguir apostando, pero si me toca hacer las maletas las haré», concluye Ruz que tiene fuerza para hacer nuevos proyectos.