Sofía Henales
Madrid, 3 dic (EFE).- La literatura como búsqueda de una visión alternativa del mundo; esa es la idea que defiende la editora y escritora francesa Bérengère Cournut, que ha publicado «Yo nací contenta en Oraibi» (Errata Naturae), donde cuenta la historia del pueblo hopi, de Arizona (EE.UU.), que «aún practican una agricultura de subsistencia y algo de ganadería».
Al igual que en sus libros anteriores, como «De piedra y hueso» (Errata Naturae), Cournut propone inspirarnos en los pueblos nativos para «redescubrir una relación equilibrada» con el mundo que nos rodea.
En este caso lo plantea a través de una joven indígena huérfana perteneciente a la tribu hopi, que «ha vivido durante mil años» en lo que ahora es Arizona, explica la autora en una entrevista con Efe.
Se trata de un pueblo «nativo sedentario, organizado mediante clanes», que practica una «vida ceremonial basada en ciclos estacionales» y que, según la novelista, «ha conservado un vínculo alimenticio y simbólico muy fuerte con su territorio a pesar de las dificultades y la violencia que ha sufrido en los últimos siglos».
Por ello considera obvio «dejar de explotar» los recursos sin cuestionarse nada sobre los efectos medioambientales que se pueden causar a otros seres vivos y a «la naturaleza en su conjunto».
Para documentarse «minuciosamente» sobre la cultura hopi y conocer su modo de vida, la autora pasó seis meses en Nuevo México -estado vecino de Arizona-.
Durante ese tiempo, Cournut hizo diversas incursiones en el territorio, pero «nunca más de unos pocos días»; allí se impregnó «todo lo posible» de la tribu, en una labor de investigación paisajística y literaria que le llevó varios años en total hasta recopilar toda la información que detalla en «Yo nací contenta en Oraibi».
Entre sus hallazgos, descubrió que los hopi viven «plenamente integrados en la economía y el modo de vida modernos», al igual que la mayoría de tribus nativas de Estados Unidos, pero en ocasiones cuentan con «dificultades de abastecimiento». Por eso «todavía existen algunas prácticas ancestrales», que hacen que productos como el maíz tengan «todo tipo de colores».
Sin embargo, los efectos del cambio climático como «la sequía y el calor extremo» también afectan a estas poblaciones, y así lo ejemplifica una cita de la protagonista de la novela en uno de los capítulos: «En el lugar donde los había plantado años antes, estaban brotando unos frijoles minúsculos».
Otra de las evidencias tiene que ver con el deshielo: «Una placa de nieve, que cada día se derretía un poco, alimentaba un imperceptible hilillo de agua que nutría a aquellos supervivientes», relata la joven indígena en el libro.
Para revertir la situación, Cournut hace una propuesta: «Reconsiderar nuestra relación con lo no humano, con lo vivo, y con lo no vivo».
Uno de esos cambios, a su juicio, radica en la forma de pensar sobre el individuo. «No existe porque somos una larga cadena de seres vivos interdependientes», considera.
Su trabajo le ha servido para «regenerar» su pensamiento y deshacerse de «certezas occidentales sobre la relación con los fenómenos naturales», pero confiesa que no va a hacer «más exploraciones en profundidad en un territorio concreto»; no obstante, sigue teniendo la necesidad de «articular varias historias de distintos pueblos y regiones».