Barcelona, 1 mar (EFE).- El escritor irlandés John Boyne, que acaba de publicar en España «Todas las piezas rotas», una nueva novela en la que ahonda en el sentimiento de culpa que acompaña a los hijos de los nazis, considera que hoy en día «no podría escribir ‘El niño con el pijama de rayas’ por la presión de las redes sociales».
En «Todas las piezas rotas» (Salamandra en castellano y Empúries en catalán), una secuela de la novela superventas «El niño con el pijama de rayas», Boyne retoma el personaje de Gretel, con un propósito común, «que el pasado, que la historia no se olvide, en este caso el holocausto».
En la primera novela, después de que Bruno, hijo de un alto militar nazi, decide acompañar a su amigo Shmuel a la cámara de gas, no se sabe qué ocurrió con su hermana, Gretel, y sus padres, si sobrevivió su familia a la guerra y a los estragos del nazismo.
En «Todas las piezas rotas» el lector se reencuentra con Gretel Fernsby, ahora una anciana de 91 años que vive cómodamente en un apartamento en una de las zonas más acomodadas de Londres, pero cuando una joven familia se muda al piso de abajo, Gretel no puede evitar entablar amistad con Henry, el hijo pequeño de la pareja.
Una noche, tras ser testigo de una violenta discusión entre la madre de Henry y su dominante padre, «Gretel se enfrenta a la oportunidad de expiar la culpa, el dolor y el remordimiento y hacer algo por salvar a un niño, por segunda vez en su vida», pero para ello se verá obligada a revelar su verdadera identidad, ha explicado Boyne en una conferencia de prensa telemática.
La primera novela, admite Boyne, fue escrita cuando tenía apenas treinta años y «una cierta ingenuidad que se reflejan en las características del personaje central y del autor»; y en esta última, en la que se notan los cambios en su vida, quería «explorar la vida de Gretel sabiendo que su padre había estado implicado en el holocausto».
Ha dejado pasar diecisiete años desde la publicación de la primera porque era un tiempo necesario para no ser acusado de querer aprovecharse del éxito comercial del primero, que lleva vendidos más de 11 millones de ejemplares en todo el mundo, y «necesitaba que también los lectores tuvieran distancia, ahora también han crecido, y seguro que pueden entender mejor el holocausto».
Piensa Boyne que «sería muy difícil publicar hoy ‘El niño con el pijama de rayas’, en parte por las redes sociales, que en 2006 no tenían tanta fuerza en el mundo entero».
Y añade: «La novela tuvo muy buena acogida, la gente la leía con el corazón abierto, pero hoy los escritores son criticados en las redes incluso antes de leer el libro, como me pasó con ‘Todas las piezas rotas’ que ya estaba siendo censurado cuando todavía era un borrador».
Esa presión en las redes y la cultura de la cancelación que la acompaña, como lo que ha pasado con la reescritura de las obras de Roald Dahl, le parece a Boyne «una política cultural salvaje» y cree que «los libros no deberían cambiarse después de muerto el autor».
Aunque se declara una persona «liberal de izquierdas» y «nada politizada», Boyne se opone a «los movimientos de extrema derecha que difunden intolerancia y odio», frente a los cuales la ciudadanía debe plantarse.
El escritor irlandés expresa su preocupación por «la transformación de la izquierda en postulados cada vez más de derechas y dictatorial, como con la cancelación de la cultura y su intento de destruir las vidas de las personas simplemente por pensar o expresar sus ideas».
Tanto «El niño con el pijama de rayas» como «Todas las piezas rotas» son su «particular granito de arena como escritor para intentar mantener vivas las historias de los supervivientes del holocausto».
Anuncia que seguramente no volverá a este tema, aunque le apasiona, si bien percibe que «el tema central de la última novela es el mismo de todos mis libros, la complicidad».
«Yo crecí en Irlanda con los escándalos de la Iglesia, y no me interesan tanto las personas que cometieron los delitos como los que sabían lo que pasaba y no hicieron nada para evitarlo, y en el caso de la Alemania nazi quería escribir sobre esa sensación de culpa, de ser cómplices y cuánta culpa debe acarrear en este caso Gretel como culpable por no haber revelado los secretos».
A través de amigos alemanes, Boyne detecta que en Alemania están acostumbrados a enfrentarse a su pasado y lo hacen para asegurarse de que la gente no olvide, pero se ha de pensar que cualquiera que tuviera 20 años en 1930 lo común habría sido crecer en las juventudes hitlerianas y alistarse en el ejército.
«Si esto forma parte de tu legado familiar, puedes sentir esa sensación de vergüenza y eso lo convierte en un tema interesante para el escritor», apunta Boyne.
Ya desde el primer párrafo, agrega el autor, el lector descubre esa sensación de la culpa que tiene Gretel, que se ha pasado la vida entera huyendo de su pasado, y al final de su vida tiene la oportunidad de expiar su vida si salva a ese niño».
No oculta Boyne su perplejidad por la actual guerra en Ucrania después de que haya pasado «el período más largo sin guerras de la historia europea».
En su opinión, «es sorprendente que en 2023 los rusos se estén comportando así y estén provocando tanto dolor y destrucción a los ucranianos» y no entiende que Putin siga en el poder y no haya sido derrocado.