Puerto Príncipe, 5 oct (EFE).- Víctimas de una inseguridad creciente desde hace años, muchos haitianos aplauden el anuncio del despliegue de una fuerza internacional en el país que apoye a la Policía Nacional a luchar contra las bandas armadas que hacen cundir el caos y el terror, haciendo la vida imposible en Haití.
Tras la resolución adoptada el pasado 3 de octubre por el Consejo de Seguridad de la ONU, ciudadanos como Robinson Dacéus, de 25 años, relataron a EFE el hartazgo de la población frente a la incontrolable violencia de los grupos criminales.
Vecino de Carrefour-Feuilles, zona del sureste de la capital asolada desde hace meses por la violencia de las bandas, vive en un campo de desplazados a menos de un kilómetro del Palacio Nacional y espera con ansia la llegada de la misión extranjera.
En su opinión, «ya debería estar en el país. Creo que esta fuerza ayudará realmente a la población. Queremos volver a casa. Ya hemos tenido bastante», afirmó Dacéus, que ya fue víctima de las pandillas y lleva en el cuerpo una bala que recibió hace años durante un enfrentamiento entre bandas y policías.
Esta intervención es una necesidad
Más de 300 familias viven en condiciones deplorables en este campamento instalado en el Théâtre National, sin agua, electricidad ni aseos, y que es solo uno de los asentamientos improvisados en los que más de 200.000 personas se han visto obligadas a instalarse como consecuencia de la guerra de las bandas por el territorio.
«Necesitamos seguridad. Necesitamos vivir cómodamente en el país. Queremos poder movernos con tranquilidad. No se puede recorrer un país con miedo. Ni siquiera en casa se está seguro, y en la calle es aún peor», se quejó Dacéus en declaraciones a EFE.
Uno de los líderes del campamento situado en el Théâtre National, Pierre Ronald, que denunció el abandono de la población y de los desplazados por parte de las autoridades del Estado, también aplaudió, la llegada de la fuerza de intervención
«Soy nacionalista pero en este momento dejo de ser nacionalista. Estamos en un momento en el que el país necesita una fuerza multinacional para ayudar a la Policía Nacional Haitiana», dijo a EFE el joven activista político, que suele ser muy crítico.
Advertencia
Investigar a la Policía Nacional, desarmar a las bandas, ayudar a vigilar puertos y aduanas, impedir el contrabando a través de las fronteras, y despejar las principales carreteras. Esto es lo que espera de la intervención, a la que este joven de la bienvenida.
«No queremos una fuerza que venga a violar los derechos humanos, ni que vaya a utilizar la fuerza de las armas. Las instituciones de promoción y defensa de los derechos humanos tienen que dar un paso al frente para evitar que se repitan los errores del pasado», afirmó Ronald.
«No queremos una fuerza que venga al país como turista. Queremos una fuerza musculosa y robusta que nos ayude a luchar contra la inseguridad, a erradicar a los hombres armados que impiden vivir a la población. No queremos una fuerza que venga y nos dispare», insistió.
Para el activista, la fuerza debe acompañar a la Policía cuando entre en zonas sensibles para hacer frente a las fuerzas del mal que aterrorizan a la población. Y ese apoyo se debe proporcionar en el fondo y en la forma -y también en el sentido ascendente y descendente- para resolver el problema de la inseguridad.
Viejos temores
Aunque una gran proporción de haitianos está a favor de la intervención extranjera, algunos tienen temores persistentes debido a las experiencias del pasado, de infame recuerdo para muchos.
Es el caso de Bénitha Etienne, madre de dos hijos con los que se refugió en este campamento hace dos meses, desde que huyera de su hogar en Carrefour-feuilles, en la zona de Sous La Montagne,
«Esta fuerza anunciada no resolverá nada grave», afirmó Etienne, recordando que fue un contingente de la Minustah, desplegada por Naciones Unidas de 2004 a 2017, el que trajo a Haití la epidemia de cólera que acabó con la vida de unas 7.000 personas. «Siempre nos complican la vida. Nos traen miseria», criticó al atender a EFE.
También afirmó que la misión de la ONU contribuyó a armar a las bandas que operan desde hace años en Bélair y Cité-Soleil y se mostró convencida de que sólo uniendo a los haitianos se podrá resolver la situación.
«No vivimos. Comer es un lujo para nosotros. Esto no es un país», lamentó, indignada porque se permita que los grupos armados pongan al país de rodillas.
El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó este lunes el despliegue por un año (prorrogable) de una fuerza multinacional de asistencia a la Policía de Haití, decisión que llega 12 meses después de que la solicitara el propio Gobierno haitiano, aunque no cabe esperar un despliegue inmediato, sino que este proceso llevará varios meses.
Por Milo Milfort