Toledo, 20 dic (EFE).- Las mujeres de Cazalegas, un pequeño municipio de apenas 2.000 habitantes de Toledo, han tejido el que aseguran es, con 26 metros de altura, el árbol hecho de croché más grande del mundo.
Un centenar de vecinas, de entre 9 y 85 años, han trabajado durante seis meses y hasta este jueves en la Casa de la Cultura para dar vida a este árbol de ocho metros de diámetro, ha explicado a EFE el alcalde de Cazalegas, Francisco Javier Blanco.
Son más de 10.000 cuadrados de ganchillo de 18cmx18cm, tejidos entre sí, para los que se han necesitado más de 1.200 ovillos de lana y que son visibles desde la autovía de Extremadura (A-5).
Este viernes tendrá lugar la inauguración del árbol, que se ubica en la Plaza de España del municipio y en la que participará un notario para garantizar su validez ante el Guinness World Records.
Un beneficio social y económico
El alcalde ha explicado que la idea surgió de una de las concejalas del municipio, María Jesús Hormigos, que es aficionada al ganchillo y que ya impulsó antes de verano un proyecto para tejer mandalas para dar sombra a una de las plazas del pueblo en verano.
Una vez superado este reto, y tras comprobar el buen ambiente generado por el proyecto, decidieron construir el árbol, poniéndose como reto superar los 23,5 metros de altura que logró tejer Vilamarxant (Comunidad Valenciana) el año pasado.
Retos aparte, el alcalde ha destacado los lazos de unión intergeneracionales que se han creado entre la mujeres y el combate contra la soledad no deseada.
«Muchas mujeres mayores que hay en el pueblo están solas en su casa y les hemos dado un motivo para salir y un entretenimiento para también relacionarse con mucha más gente», ha celebrado.
Además de las tejedoras, han colaborado en el montaje y en los últimos preparativos hermandades, asociaciones y vecinos del municipio.
Más allá del aspecto social, el alcalde ha confiado en que también sea un éxito a nivel económico y que mucha gente acuda a Cazalegas a disfrutar de su Navidad.
El objetivo del Consistorio es, después de las Navidades, desmontar el árbol y montarlo de nuevo el año que viene, continuado con el proyecto e «innovándole».
«El ganchillo no sabemos cuánto tiempo nos aguantará por las inclemencias del tiempo pero trabajaremos sobre el propio árbol y el día que no sea ganchillo, haremos otra cosa», ha concluido.