Barcelona, 23 nov (EFE).- Las colecciones privadas de diez artistas, entre ellos Miquel Barceló, Joan Hernández Pijuan, Joan Miró, Susana Solano y Antoni Tàpies, muestran sus «imaginarios, obsesiones, intereses y manías» tal como puede verse en la exposición «Dioses, Magos y Sabios», que se inaugura este miércoles en el CaixaForum de Barcelona.
Las comisarias Maite Borràs y Àngels de la Mota han armado una singular exposición, que se podrá visitar hasta el próximo 2 de abril, en la que descubren los «estratos ocultos» de estos artistas y de Rosa Amorós, Georg Baslitz, Luis Feito, Manolo Millares y Hiroshi Sugimoto, a partir de lo que coleccionan o coleccionaron a lo largo de sus vidas y lo ponen en diálogo con obras propias de la colección de Arte Contemporáneo de la Fundación «La Caixa».
Miró se rodeó de objetos de arte popular o de las kachinas originales de los indios pueblos del oeste de los Estados Unidos, sin olvidar las caligrafías orientales, mientras que Antoni Tàpies, que al final de su vida contemplaba diariamente los objetos de su colección, estuvo muy influido por los antiguos pintores letrados chinos de la dinastía Song.
Millares se interesó por los objetos arqueológicos como los pertenecientes a la cultura prehispánica de Canarias, mientras que Solano cuenta con obras de arte africano y asiático que adquiere en sus viajes.
Luis Feito, tal como se puede comprobar en una fotografía de su estudio que aparece en el catálogo, era un «acaparador», según reconocía, y tanto guardaba máscaras africanas, piezas esquimales o artesanía norteamericana de plata como una popular figura de los Minions.
El fotógrafo Hiroshi Sugimoto tiene todo tipo de objetos, desde unos relacionados con la optometría a arte religioso japonés, y no pasa desapercibido que el mallorquín Miquel Barceló, de quien se exhiben «Mesa dibujada» y «Taller con libro rojo», trabaja rodeado de animales disecados y de numerosos cráneos, también de animales, coleccionando, además, desde un cráneo maya con la cabeza de un enemigo en el interior a una escultura del surrealista Jean Benoît hecha con huesos de pollo y pasta de madera.
Joan Hernández Pijuan contaba con una colección, que fue incrementando junto a su esposa Elvira Maluquer, con objetos de culturas oceánicas, aborígenes australianas y africanas, aunque también tenía piezas arqueológicas chinas y fenicias.
Por su parte, en Georg Baselitz prima lo escultórico, especialmente la figura humana, con piezas de arte africano como «Mujer sentada con niño», una escultura yombe-kongo, de la República Democrática del Congo.
La jefa de las colecciones de la Fundación «La Caixa», Nimfa Bisbe, ha aseverado hoy que «sabemos que los artistas coleccionan, pero pocas veces vemos lo que tienen porque es privado», con lo que les ha agradecido a ellos y a sus herederos que «hayan abierto sus puertas y hayan prestados estos tesoros para este proyecto», que «ha tomado forma de gabinete de las maravillas».
A su juicio, estas colecciones privadas enseñan «sus pasiones, nos hablan de sus viajes, de su concepto del mundo, a la vez que sirven de explicación y estímulo creativo, descubriendo el origen, las formas y las ideas de todos ellos».
Para Maite Borràs, «las piezas de la colección de un artista tienen una aura especial porque son testimonio o protagonistas del acto creativo, nos revelan muchas cosas, lo que es un privilegio».
Más allá, «hay piezas en esta exposición especiales, que no esperabas encontrar. Todo el mundo encontrará alguna que no se ha visto nunca».
Àngels de la Mota ha explicado que este proyecto empezó a tomar forma a partir de la instalación de Rosa Amorós «Pathosformeln», que reúne objetos procedentes de África, Asia y América, coleccionados con su marido, el editor Gustau Gili, figuras antropomórficas de madera y cerámica, herramientas prehistóricas, algunas de las cuales permanecían en cajas, puesto que cuando falleció Gili hizo cambios en su casa y las guardó.
De la Mota ha precisado que la mayoría de los artistas escogidos han sido influenciados por sus colecciones, excepto en el caso de Hernández Pijuan que «cuando se acercó a las piezas oceánicas aborígenes ya tenía su cuerpo artístico hecho», aunque él «se reconocía en aquellos objetos, una constante en el resto».
Para las comisarias, el «más exquisito» era Tàpies, quien buscaba siempre «piezas representativas, no repetidas, incluso contaba con una persona que le ayudaba».