El poeta y escritor Francisco Javier Expósito Lorenzo decidió alejarse en el desierto del Sáhara, entre la frontera de Marruecos y Argelia, para, en una caravana bereber y renunciando a cualquier conexión electrónica, componer un curioso libro de viajes que indaga en el interior y en el que la lírica se entrelaza con la espiritualidad.
Expósito Lorenzo (Madrid, 1971) también dirige la colección Obra Fundamental de la Fundación Banco de Santander, dedicada al rescate de escritores españoles de indudable valor literario y humanístico por más que estén olvidados por el mercado, y ha titulado «Comprender el desierto es comprender el mar» (La huerta grande) este librito tan breve como intenso, cargado de matices y en el que la descripción viajera se confunde con el poema en prosa y el aforismo.
El autor, en declaraciones a Efe, ha recordado que durante su viaje por el desierto dormía bajo una jaima al explicar que «todo viaje es primero una necesidad interior, un propósito de experimentar un llamamiento de nuestra alma para llevarnos hacia una tierra y unas gentes que nos van a traer aprendizajes».
«Cuando marché acababa de dejar una pareja, renuncié a algún proyecto de trabajo, y mi padre casi murió… En el desierto tuve un vaciado completo, un volver a sentir la profunda conexión del ser humano con la naturaleza más pura y elemental, el horizonte de arena alumbrado de estrellas en la noche, el silencio más imperturbable, sentado en lo alto del borde de una duna, sumido en una calma profunda, vasta…».
Y, paradójicamente, allí, ha añadido, «el paisaje que contemplaba bajo la luna se volvía uno conmigo, y te sentías una unidad con aquel todo, fuera de las distracciones artificiales que nos estresan, nos desertizan, condenándonos a la sequedad que poco a poco sufrimos en la actualidad».
Según el autor, las urgencias del mundo actual convierten a la gente en «pozos que esconden su agua bajo el desierto de la sociedad que estamos creando con una tecnología mal utilizada… Esos sentimientos que todos tenemos, esa compasión, esa necesidad de amor que ocultamos y que a veces estalla en crisis en forma de depresión…».
Un panorama que, en su opinión, ha empeorado con «la llegada de esta realidad vírica que ha llevado al ser humano a pérdidas de libertad nunca vistas desde hace décadas y de conexión con el corazón y el espíritu desde un temor acendrado a la muerte desde muchos sectores, porque se niega cualquier realidad tras ella».
«En el desierto uno está a solas consigo mismo y alcanza la certeza de una realidad mucho mayor, más serena, donde el cosmos se agita como un ecosistema en el que la Tierra se integra de manera armónica, y todos con ella», ha señalado para añadir que en el desierto perdió «el miedo a perderlo todo, fue una cura de desapego, algo que hemos tenido que aprender a marchas forzadas en este último año y medio de coronavirus».
En su quinto libro, Expósito Lorenzo, plantea un diálogo de opuestos -«desierto y mar estuvieron presentes en el Sáhara, como ya han demostrado los científicos y los geólogos, hace miles de años», ha recordado- con mar y desierto, sombra y luz, agua y arena, «lo opuesto y lo mismo como una unidad, de modo que comprender un extremo es comprender el otro, y de esta manera, al comprendernos en nuestros opuestos, comprendemos a los otros en sus opuestos».
«En el desierto no utilicé dispositivo alguno ni tuve contacto con nadie excepto mis compañeros de viaje, y entendí la necesidad inducida que significan muchas de las cosas que tenemos, y comprendí la importancia del ahora para estar pleno. Eso lo saben muy bien los bereberes, cuya sencillez, devoción y servicio fue para mí una lección de espiritualidad», ha concluido.
Fuente: © EFE 2021