Túnez, 25 jul (EFE).- Dos años después de un golpe de mano para hacerse con plenos poderes, el presidente tunecino Kais Said ha logrado salir del ostracismo internacional y situarse en primera línea de la diplomacia debido a la migración irregular, que ha convertido su país en el principal punto de partida hacia Europa y, por tanto, socio privilegiado pese a las críticas de «deriva autoritaria».
El 25 de julio de 2021, Said anunció la activación del artículo 80 de la Constitución -que permite instaurar el Estado de excepción ante un «peligro inminente»- contra lo que llamó «pandemia política». En su particular interpretación de este texto, el mandatario cesó al primer ministro, suspendió la Asamblea y retiró la inmunidad parlamentaria de sus 217 miembros.
El «golpe constitucional», como lo calificaron los analistas, fue recibido con aclamación por una gran parte de la ciudadanía, hastiada de una transición democrática inconclusa que no había dado sus frutos, «pan, libertad y dignidad», como había coreado una década antes contra Zine El Abidine Ben Ali.
Vencedor de las elecciones de 2019, este profesor de derecho constitucional reivindicó una ruptura con la decadencia política y la corrupción metastásica. El partido islamista Ennahda, que había abandonado la clandestinidad al inicio de la transición para devenir en la principal fuerza parlamentaria, fue el primero de muchos en su visor con el fin de instaurar la «Nueva República».
EL DESMANTELAMIENTO DE LA CLASE POLÍTICA
La decena de partidos existentes hasta entones- en su mayoría simples plataformas electorales- comenzaron a desintegrarse y tuvieron que transcurrir nueve meses hasta que apareciese la primera alianza opositora «contra el golpe de Estado».
El Frente de Salvación Nacional, liderado por el político de izquierdas Ahmed Néjib Chebbi, aglutinó a las tres principales formaciones del hemiciclo y figuras independientes.
A pesar de su exclusión de la vida política, la disidencia ha sido incapaz de federarse bajo un mismo emblema. Los socialdemócratas y el Partido Desturiano Libre (PDL)- nostálgicos del antiguo régimen y partido favorito según las encuestas- han tomado estrategias diferentes.
Las conversaciones para designar a un líder común de cara a las próximas presidenciales de 2024 -todavía en el aire- se han visto interrumpidas por una campaña de detenciones.
Desde diciembre más de una treintena de personalidades, principalmente miembros de Ennahda y del Frente, permanecen en prisión provisional acusados de «complot contra la seguridad del Estado», delito por el que la ley antiterrorista prevé la pena capital.
PRIMER ANIVERSARIO: NUEVA CONSTITUCIÓN
En el primer aniversario de su proyecto político, fecha que pasó a la efeméride tunecina como el «Día de la verdadera revolución», los tunecinos aprobaron en referendo una nueva constitución de corte ultrapresidencialista aunque apenas participó el 30 % del electorado.
Después de suspender la casi totalidad de la Carta Magna de 2014- consensuada tras tres años de debate-, su sucesora fue redactada en tiempo récord, un mes, por un comité nombrado por el dignatario y hecha a su medida: sin separación de poderes.
Tras unas legislativas que registraron una abstención del 90 %, el Parlamento reabrió sus puertas el pasado marzo sin presencia de partidos -al excluirlos por «obsoletos»-, sin apenas mujeres y con prerrogativas limitadas que lo convierten en un instrumento del Ejecutivo.
En febrero de 2022, Said sustituyó al Consejo Superior de Magistratura (CSM) por otro «temporal» para «sanear» el poder judicial, se arrogó la facultad de nombrar y suspender a los jueces y suprimió el derecho a huelga.
Pocos meses después destituyó por decreto a 57 jueces por supuestos casos de corrupción y terrorismo y, aunque el tribunal administrativo falló a favor de 49 de ellos, todavía no han sido reintegrados.
La sociedad civil alerta de la ausencia de garantías para un juicio justo, la multiplicación de casos políticos y la ilegalidad de procesos militares contra civiles.
Ante las críticas de violaciones de derechos humanos y una crisis financiera que empuja al país hacia la bancarrota, Said trata de jugar la que es quizás su última carta.
En un repunte de llegadas de migrantes a Italia desde Túnez, más de 37.700 desde enero, el país ha obtenido importantes ayudas macrofinancieras de la Unión Europea a cambio de reforzar el control de sus fronteras gracias a un acuerdo negociado a puerta cerrada.
Natalia Román Morte