Lima, 27 dic (EFE).- La pantalla se enciende y la sencilla rutina de los ancianos de la comunidad de Guayaquil, en el noroeste de Perú, se ve interrumpida por un grupo de niños que, desde Lima, se conectan listos para mostrar sus incipientes conocimientos de quechua, gracias a un programa que quiere conectar generaciones y promover que el idioma de los incas salga de las aulas.
El proyecto 'Rimanakuy', que significa en quechua diálogo, ha sido desarrollado por la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor San Marcos (UNMSM), que tiene una cátedra de esta lengua desde 1574.
Y pretende ir más allá de la lingüística, al establecer un vínculo con las comunidades para que la enseñanza lingüística no se quede solamente en el aula.
José tiene 10 años, es un pequeño apasionado de los idiomas, y afirma a EFE que quiso aprender a estudiar quechua porque es la lengua de su abuelo y de los incas. Orgulloso, sabe decir en quechua su nombre, sus mascotas y cuenta hasta diez.
Al otro lado de la pantalla, Filomena, una mujer octogenaria, escucha pacientemente con el fondo verde de su pequeña aldea, en el complejo Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem).
«El aprendizaje de una lengua, en el caso de los niños, tiene que ir acompañado de la memoria, las tradiciones, las costumbres de los pueblos. En este caso de la comunidad quechua, son los abuelos y las abuelas quienes mejor pueden contarnos las cosas», explica a EFE el decano de dicha facultad, Gonzalo Espino.
Así, las plataformas virtuales conectan a Lima con la aldea, a niños con ancianos, lo nuevo con la tradición y dan alas a una lengua que, pese a ser la más hablada de Perú tras el castellano, está en declive.
Espíritu recíproco
Espino destaca que Rimanakuy busca la reciprocidad en ambas partes, pues José, Adrián y Sofía pueden practicar lo que aprenden en sus lecciones y, a cambio, los señores Filomena y Raúl sienten que su lengua y sus conocimientos tienen el valor que realmente poseen.
«La idea es ser recíprocos, ser parte de este principio de reciprocidad presente, sobre todo en las comunidades andinas. Somos, porque compartimos», sostiene Espino al anunciar que pretenden ofrecer cursos de otras lenguas a las personas de la comunidad como parte de este intercambio cultural.
Los denominados «sabios de Guayaquil» no imparten clases, porque de eso se encargan profesoras como Elizabeth Carrasco, quien antes de las videollamadas enseña con canciones pronombres y las partes del cuerpo y nociones básicas de gramática.
Lo que hacen Filomena o Raúl desde el Vraem es contar historias de su comunidad, expresiones y leyendas.
«No es suficiente preparar material para poder enseñar, porque algunos aspectos quedan fuera, y esa parte la completan las personas mayores», explica junto a los jóvenes alumnos el docente de quechua del centro de idiomas de la UNMSM, Óscar Huamán Águila.
Espino añade que el objetivo de los sabios no es corregir la pronunciación o errores de los niños, es estimular la pasión de narrar, «que es la parte afectiva que tienen nuestras lenguas».
Proyecto piloto
Los estudiantes de edades entre 10 y 12 años que han formado parte del proyecto piloto desde enero también saben decir donde viven, su edad y cómo se sienten, y todos tienen en común abuelos que hablan quechua y a los que hasta ahora no entendían demasiado.
Adriana Suárez, madre de uno de los estudiantes, considera que al igual que su hijo Adrián debe estudiar inglés para el exterior, también es bueno que aprenda quechua para entender a las personas que hablan esta lengua dentro de sus fronteras y entender mejor la historia de Perú.
«Adrián siempre preguntaba el significado de las palabras que decían su bisabuela y su abuela», dice en las puertas de la Facultad de Letras al añadir que los más de 3,5 millones de quechuahablantes del país anndino no están suficientemente representados.
El proyecto pretende replicarse en más pueblos andinos con otros tipos de quechua, pero también extenderse a localidades que hablen aimara, shipibo y ashaninka.
«Es importante que en el país nos acostumbremos a tener una mirada desde la diversidad cultural. Eso supone que, cuando nuestros niños y niñas llegan al aula pueden interrelacionarse y conocer aquello que le resulta extraño», concluye el decano.
Paula Bayarte