El relato ruso secuestra el proceso de paz en Ucrania

Foto de archivo, tomada el 16 de julio de 2018, del presidente estadounidense, Donald J. Trump (i), y su homólogo ruso, Vladimir Putin (d), mientras ofrecen una rueda de prensa conjunta tras la cumbre formal entre ambos dirigentes celebrada en el Palacio Presidencial de Helsinki. EFE/ Anatoly Maltsev

Moscú, 22 mar (EFE).- En el incipiente proceso de paz en Ucrania nada es lo que parece a simple vista. Y es que ambos bandos y los países implicados en las negociaciones están enzarzados en otra guerra no menos cruenta, la de los relatos propagandísticos.

Cuando los cañones callan, le toca el turno a la narrativa. Su munición es la desinformación, las noticias falsas y las interpretaciones interesadas de la realidad. Todo vale con tal de que sirva para defender los intereses nacionales.

En paralelo a la máquina de guerra, la maquinaria de propaganda del Kremlin ha comenzado a trabajar a toda marcha. De un día para otro, el Occidente Colectivo ha dejado de existir. Lo que antes era una certeza -EE.UU. es el enemigo-, es ahora un pecado de juventud.

 

La UE, el partido de la guerra

Desde hace meses Rusia utiliza la expresión Partido de la Guerra para referirse a todos aquellos -ingleses, alemanes y franceses- que supuestamente se oponen a una paz en Ucrania, aunque la consideren injusta porque beneficia al Kremlin.

El Partido de la Guerra es, a grandes rasgos, la Unión Europea (UE) con sus planes de rearme ante la sospecha de que la nueva Administración de la Casa Blanca quiere desentenderse de la seguridad continental.

«La militarización de Europa es una peligrosa tendencia que, por supuesto, de ninguna manera nos acerca a una distensión (…) ni contribuye a la seguridad del continente europeo», dijo Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin, en su rueda de prensa del viernes.

El relato es que la amenaza para la seguridad de Europa no son las tropas rusas que avanzan en el Donbás, sino Bruselas y su Ejército de burócratas 'sedientos de sangre' que quieren asestar a Moscú una «derrota estratégica» en el campo de batalla.

«Hay gente que quiere volver a los tiempos de Napoleón. Olvidan cómo acabó aquello», dijo el presidente ruso, Vladimir Putin.

 

Tregua, sí pero no

De repente, el presidente de EE.UU., Donald Trump, es ese dirigente pragmático que persigue «el noble» objetivo de poner fin a las acciones militares y las pérdidas humanas en Ucrania, según el comunicado del Kremlin.

Eso sí, Putin se ha cuidado mucho de aceptar un alto el fuego. Al margen de la narrativa prorrusa, la realidad es que Moscú rechazó tanto la tregua de seis meses que le plantearon los europeos como la de 30 días que le ofreció Washington.

Sólo aceptó una tregua parcial. Nada más hablar por teléfono con Trump, ordenó a sus Fuerzas Armadas cesar los ataques contra la infraestructura energética ucraniana.

Incluso, según el comunicado de Defensa, las baterías antiaéreas derribaron siete drones rusos que se dirigían a la región de Mikolaiv.

Pero ni hablar de la tregua en el mar Negro, que será abordada con EE.UU. la próxima semana en Arabia Saudí.

 

Desinformar es ganar la guerra

Desde entonces, tanto el Kremlin como los Ministerios de Exteriores y Defensa rusos han acusado a los ucranianos de violar la conocida como tregua energética «con el fin de desacreditar las iniciativas pacíficas de Trump».

«Todos pueden ver cuánto se puede confiar en la palabra de (el presidente ucraniano, Volodímir) Zelenski y otros representantes del régimen de Kiev», dijo Peskov.

El caso es que la tregua rusa es unilateral, ya que Kiev nunca la aceptó y únicamente se mostró dispuesto a estudiarla.

De hecho, Zelenski aseguró tras conversar con Trump que Kiev, en realidad, quiere una tregua que implique a todas las infraestructuras civiles.

El presidente ucraniano aseguró que los drones «seguirán volando» mientras no se plasme por escrito el mecanismo de aplicación y verificación de la tregua.

Y siguen volando. Drones ucranianos atacaron desde entonces un depósito de petróleo en la región de Krasnodar y, según Moscú, una estación compresora de gas en Kursk.

Con todo, el Kremlin insiste en que Putin se ha armado de paciencia y mantiene en vigor su orden, por lo que las Fuerzas Armadas rusas «se abstienen de lanzar ataques contra la infraestructura energética de Ucrania», algo que Kiev considera completamente falso.

Más amenazas para lograr concesiones territoriales

Desde el comienzo de las negociaciones la prensa rusa insiste en que una de las principales demandas del Kremlin es que se reconozca la incorporación de las regiones ucranianas anexionadas, algo en lo que coinciden los asesores de Trump.

En un intento de hacer ver que hay escenarios aún peores, el diario Kommersant filtró la conversación a puerta cerrada mantenida esta semana por Putin con la Unión de Industriales y Empresarios.

En ella, el jefe del Kremlin aseguró que el ejército ruso no intentaría conquistar la región de Odesa -principal base portuaria ucraniana- si Occidente reconoce como rusas Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia, además de la península de Crimea.

«Odesa es una ciudad rusa», suelen repetir los funcionarios rusos, que se debaten entre la guerra y la paz.