Marina Segura Ramos
Madrid, 5 ago (EFE).- Igor ha recobrado su sonrisa y ha vuelto a levantar la mirada del suelo solo una semana después de tomar parte en el único campamento de verano que existe en España para víctimas severas de acoso escolar, un espacio terapéutico gratuito en el que recuperan su voz.
«Los cambios son espectaculares tras una semana intensiva de talleres y terapias», explica en declaraciones a EFE el presidente de la Asociación Española para la Prevención del Acoso Escolar (Aepae), Enrique Pérez-Carrillo, coordinador y docente del campamento, que tiene lugar en Fresnedillas de la Oliva (Madrid).
«Aprenden un protocolo de defensa de integridad física y emocional por medio de la asertividad. Hacemos una reconstrucción de la actitud pasiva inhibida que traen, porque están en un proceso de indefensión aprendida», explica en una entrevista con EFE.
Es el proceso al que llega una víctima de acoso escolar tras sufrir sucesivos episodios de maltrato. «El niño o niña aprende a sentirse indefenso. Ve que nadie le ayuda ni interviene: es una bola de nieve que siempre va a ir a más».
Tiene dos puntos de inflexión: la anticipación y la rendición. Al anticipar el acoso, el niño experimenta ansiedad y somatiza, viviendo en constante alerta. La rendición llega cuando ya no ve salida, lo que le puede llevar a conductas autodestructivas, como la autolesión o pensamientos suicidas.
El caso de Igor (nombre ficticio), un niño ruso de 13 años adoptado, es un ejemplo de cómo el campamento puede transformar a las personas. «Entró con una actitud pasivo inhibida: mirada hacia el suelo, cuerpo hacia adelante, solo utilizaba monosílabos, voz sin entonación y volumen bajo… Todos los síntomas de la indefension».
Sin embargo, en el mural de objetivos del campamento, escribió el primer día con determinación: «Quiero aprender a defenderme verbalmente, que no me humillen y caminar con la cabeza alta». Al final del campamento, su madre apenas podía reconocerlo: ahora caminaba con la cabeza erguida y esbozaba una sonrisa.
Para seleccionar a los participantes, de entre 8 y 16 años, se realiza un filtro de los casos más graves -alumnado ya derivado a psiquiatría, con problemas de salud mental y autolesiones etc.-. En general, cada año hay disponibles entre doce y veinte plazas, totalmente gratuitas gracias al patrocinio de distintas empresas.
«Fortalecemos la autoestima, la confianza y la asertividad; ayudamos a gestionar emociones y trabajamos el miedo, la frustación, o el autoconcepto», añade Pérez-Carrillo, cuyo equipo está formado por psicólogos, terapeutas y profesores de teatro, expertos en autodefensa, arte-terapeutas y monitores de ocio y tiempo libre.
Durante las mañanas se trabaja enfocando un solo objetivo, que va cambiando a diario, y por la tarde reciben la visita de profesionales que imparten talleres específicos.
Pérez-Carrillo señala que, acorde a su experiencia de 20 años, el proceso de este tipo de maltrato no es homogéneo y cada niño o niña lo sufre a su manera porque influyen tres aspectos: la frecuencia del acoso, la intensidad y su propia resiliencia. Por ello, algunos «pueden ser rápidamente casos severos y otros no».
Los campamentos están basados en los cursos de atención a las víctimas que ofrece la AEPAE, una asociación cuyo objetivo es desarrollar en niños y adolescentes un comportamiento preventivo dirigido a la resolución de conflictos en el entorno escolar.
Para ello, imparten formación especializada de técnicas psicológicas, sociales y físicas con las que enfrentarse al acoso escolar y al ciberacoso. Trabaja conjuntamente con las familias, el personal docente y el centro escolar.