Fabergé, de los huevos-joya imperiales a los de dragón en Juego de Tronos

La mítica casa Fabergé se reinventa con nuevos proyectos, como una edición limitada de joyas inspiradas en la popular saga “Juego de Tronos”, y quiere mostrar que sus piezas no sólo están en museos o al alcance de unos pocos coleccionistas, explica a EFE Sarah Fabergé, bisnieta del fundador de la histórica firma de joyería de origen ruso, conocida por sus huevos de Pascua. EFE/Esther Gómez

Esther Gómez

Marbella (Málaga), 24 sep (EFE).- La mítica casa Fabergé se reinventa con nuevos proyectos, como una edición limitada de joyas inspiradas en la popular saga «Juego de Tronos», para mostrar al público que sus piezas no sólo están en museos o al alcance de unos pocos coleccionistas, explica a EFE Sarah Fabergé, bisnieta del fundador de la histórica firma de joyería de origen ruso, conocida mundialmente por sus huevos de Pascua.

Frente a piezas espléndidas y excepcionales, Fabergé también cuenta hoy con otras más sencillas para presupuestos más modestos, señala la descendiente del joyero ruso y directora de proyectos especiales de la compañía.

Detrás del nombre de esta legendaria marca hay mucho más que mercadotecnia -recalca-, hay pasión por la joyería, una historia real y un legado artístico del que se sienten muy satisfechos y que tratan de plasmar en cada una de las joyas que confeccionan actualmente.

La colección «Juego de Tronos» -una edición especial, muy potente, de dragones, magia, pasión y renacimiento- es un ejemplo de ese «renacer» de Fabergé.

La idea surgió de forma casual, relata a EFE, a raíz de la petición de un cliente apasionado por la referida saga de ciencia ficción y ambientación medieval desarrollada por David Benioff y D. B. Weiss. No lo dudaron porque de algún modo tiene mucho que ver con ellos.

Se trata de una edición limitada que incluye cinco piezas únicas, cuyos precios oscilan entre los 37.600 euros de un anillo de oro blanco y diamantes y los 123.500 euros de un exquisito pendiente, confeccionado en oro rosa y piedras preciosas, incluidos rubíes de Mozambique, que aseguran son de trazabilidad incuestionable.

Pintar sin pintura

La mítica casa Fabergé se reinventa con nuevos proyectos, como una edición limitada de joyas inspiradas en la popular saga “Juego de Tronos”, y quiere mostrar que sus piezas no sólo están en museos o al alcance de unos pocos coleccionistas, explica a EFE Sarah Fabergé, bisnieta del fundador de la histórica firma de joyería de origen ruso, conocida por sus huevos de Pascua. EFE/Esther Gómez

Su fundador estaba muy interesado -casi obsesionado, indica Sarah- en la manera en que las piedras preciosas se engarzan al decorar las piezas para conseguir las combinaciones más adecuadas y lograr así los mejores efectos. De hecho, se definía como un pintor que «pintaba» con piedras preciosas.

Esta visión que aúna pasado y presente la incorporan, por ejemplo, a una de sus colecciones más actuales y exitosas, «Los Colores del Amor».

La empresa que ha llegado hasta hoy nació de la mano de un joyero de San Petersburgo en 1842, aunque sería su hijo Peter-Carl Fabergé el que impulsaría verdaderamente el negocio hasta su nivel más alto y el responsable de su popularidad, tras la creación de los mundialmente conocidos huevos-joya para los zares rusos, narra Sarah.

Originalmente fueron algo muy sencillo -comenta- y responden a una antigua tradición de regalar a familiares y amigos huevos pintados y decorados a mano durante la Pascua. Así, el primer huevo enjoyado que Fabergé realizó para la familia imperial era una pieza muy simple, allá por 1885, subraya su bisnieta.

Se trató de un huevo de oro esmaltado que se podía abrir -como una cajita- y que contenía una pequeña gallina también de oro. Ocultas dentro de la gallinita, una réplica en oro y diamantes de la corona imperial rusa y un pequeño colgante de rubí suspendido con una cadena, de cuya existencia se tiene constancia pero cuyo paradero se desconoce en la actualidad.

Fue un encargo del zar Alejandro III, quería obsequiar a su esposa María Feodorovna con un huevo de Pascua enjoyado. Relata la historia que la zarina disfrutó tanto del regalo que el zar decidió encargar al taller de Fabergé un huevo cada año para su consorte. El requisito principal, que la pieza fuese diferente en cada ocasión y que contuviese en su interior una sorpresa.

La gallina y la corona, el inicio de una saga

Aquel huevo se convirtió en el primero de una serie de más de 50 piezas únicas y cada vez más elaboradas, que el joyero de San Petersburgo confeccionaba en oro y piedras preciosas para los zares. Así comenzó la tradición -y el mito- de los huevos-joya y se fraguó el germen de esta exclusiva firma de joyería.

Aunque se recuerda principalmente a Fabergé por los emblemáticos huevos de Pascua que realizó para la familia imperial rusa, él era -ante todo- un joyero y realizó otras muchas piezas. Estiman que antes de la revolución rusa había más de 200 piezas con la firma de su taller.

Formar parte de una compañía con una historia como esta es un privilegio, destaca Sarah Fabergé, pero supone mucha presión para mantener el nivel, si bien contar con un equipo de personas fantástico y muy dedicado lo hace más sencillo, subraya la responsable de esta firma, que cuenta con perfiles de clientes muy diferentes.

El futuro de esta compañía de origen familiar, y que continúa siéndolo a día de hoy, pasa, entre otros aspectos, por establecer sinergias con negocios como el que representa en Marbella la joyería Gómez y Molina, a la que eligieron para presentar a nivel internacional su colección especial de «Juego de Tronos». EFE

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