Pilar Martín.
Madrid, 14 mar (EFE).- En la cabeza del hispanista Ian Gibson aún suena esta frase: «qué cabrones los ingleses que vienen a criticar España, que se vayan a su país», retumban pero no duelen porque, según ha puesto de manifiesto a lo largo de su trayectoria profesional, y en su reciente biografía, ha sido un «guiri útil».
Así lo ha manifestado Gibson (Dublín, 1939) durante la presentación este martes de «Un carmen en Granada. Memorias de un hispanista dublinés» (Tusquets), un libro con el que se ha alzado con el XXXV Premio Comillas, y en el que traslada al lector a su infancia y juventud en el marco de una familia de clase media con una «madre amargada y un padre acomplejado» por su baja estatura.
Pero se trata también de unas memorias donde este «guiri» que «huyó» de sus tierras británicas se reivindica no cómo hispanista, sino como biógrafo de García Lorca, Machado o Cela: «no soy Paul Preston, soy Gibson, y he hecho libros sobre Lorca. Sé que no caigo bien a todo el mundo, pero es útil que venga alguien de fuera a hablar sobre España y, además, tengo la nacionalidad española desde 1984».
En concreto Gibson arranca su biografía en 1985, cuando junto a su familia vivió un año en un «carmen» de Granada, esa vivienda típica de la ciudad andaluza cuyo nombre, y así comienza, procede de la palabra árabe «karm», que significa «viñedo» o «jardín interior». Un inicio con el que reivindica la «identidad» española, algo que «acompleja».
«El hispanismo aún es importante porque en España queda mucho por hacer, es el país que tiene más complejo y por eso sigue siendo el más interesante de Europa porque, por ejemplo, los franceses sí tienen definida su identidad. Es una locura no aceptar que aquí hay mezcla. En el caso de Santiago Abascal -el líder de VOX- le diría que se haga un test porque su aspecto físico es muy moro», ha dicho.
Con la seguridad de que tras publicar estas memorias ahora va a estar «más en paz que antes», Gibson ha confesado que desde niño tenía la intención de ser «el primero», de ser «admirado», y García Lorca le ha «ayudado».
Pero, como muestra en estas páginas, si Gibson es el mejor biógrafo del poeta granadino es porque fue el primero en abordar su biografía ahondando en su vida personal y sin obviar su condición sexual, lo que le llevó a un enfrentamiento frontal con los hermanos del autor de «Poeta en Nueva York» o «Rosita la Soltera», dos de las obras que rememora el hispanista durante su intervención.
«Cela -ha matizado- no era santo de mi devoción como ser humano, pero tiene momentos estelares como novelista (…) En Granada hay gente que no aguanta a Lorca, como en Irlanda hay gente que no soporta a Joyce».
Aunque esta biografía es también una «declaración de amor a España», porque aquí se despojó de esos pesos culturales de la Irlanda más puritanista, así como de esa «vergüenza» acarreada por el concepto de sexo que vivió en su infancia y el abuso del alcohol en su madurez: «He sido valiente a la hora de escribir mi cobardía».
Amante como pocos de España, Gibson ha reconocido que esta biografía podría tener una segunda parte, pero no la hará porque «sería muy peliaguda».