«Ibáñez. El maestro de la historieta», el libro que proyecta al dibujante como un artista

"Además de su gran popularidad, la obra de Francisco Ibáñez tiene un valor artístico que se debe preservar", afirma en una entrevista con Efe el periodista y crítico de cómic Jordi Canyissà, autor del libro "Ibáñez. El maestro de la historieta", en el que analiza las claves de su éxito intergeneracional.EFE/ Toni Albir

Hèctor Mariñosa

"Además de su gran popularidad, la obra de Francisco Ibáñez tiene un valor artístico que se debe preservar", afirma en una entrevista con Efe el periodista y crítico de cómic Jordi Canyissà, autor del libro "Ibáñez. El maestro de la historieta", en el que analiza las claves de su éxito intergeneracional.EFE/ Toni Albir

Barcelona, 25 sep (EFE).- El periodista y crítico cultural Jordi Canyissà asegura que, pese a su popularidad, Francisco Ibáñez no tuvo el reconocimiento institucional que merecía alguien al que considera «un artista» y al que reivindica como tal en «Ibáñez. El maestro de la historieta», un libro que plantea como el catálogo de una exposición.

Canyissà firma un elaborado volumen de cerca de 200 páginas, editado por Bruguera, profusamente ilustrado con viñetas de los personajes más populares de Ibáñez, como Mortadelo y Filemón, Pepe Gotera y Otilio, El botones Sacarino o Rompetechos, unas imágenes en muchas ocasiones ampliadas para que el lector pueda detenerse en los detalles de los dibujos.

En una entrevista con EFE, Canyissà opina que ha faltado «reconocimiento institucional» a la figura de Ibáñez, cuya obra «debería estar en los museos», y en este sentido indica que su libro es «un modesto intento como mínimo de prestigiar su obra, de enseñarla de otra forma, de ver esos originales como en un catálogo de una exposición».

Considera el autor que Ibáñez «evidentemente hizo una obra muy popular, sin tener ninguna intencionalidad artística y trabajó el cómic de una forma industrial, pero igualmente su obra tiene un valor artístico y en este libro se argumenta con ejemplos».

Pese a que «Ibáñez. El maestro de la historieta» haya aparecido dos meses después de su muerte, el libro se empezó a gestar a finales del año pasado, el dibujante colaboró en su publicación aportando originales y la idea era que lo viera impreso, lo que finalmente no ocurrió, lamenta Canyissà.

Para su elaboración, el periodista partió de la pregunta «¿Por qué nos gusta tanto Ibáñez», y se adentró en el universo del historietista barcelonés analizando sus dibujos, sus variantes humorísticas y la forma de estructurar sus relatos.

«Y para mí la respuesta fue muy clara: nos gusta por el dibujo, porque Ibáñez es un gran dibujante; nos gusta por el humor, porque sabe hacernos reír, y nos gusta por la forma que tiene de explicar las historias, con una narrativa que tiene la capacidad de hacer que el humor llegue a nosotros», resume Jordi Canyissà.

«Aunque en el libro separe los tres ejes para estudiarlos de forma individual -precisa- evidentemente, la clave es que todo es como un engranaje que funciona y la gracia de Ibáñez es que lo deja todo bien conectado».

Pese a que Ibáñez no se consideraba un gran dibujante, «yo diría claramente que es un grandísimo dibujante, y en el libro me gusta decirlo alto y claro», apunta Canyissà, y algunas de las viñetas que reproduce en gran formato permiten que el lector se fije en ellas con atención y se detenga en «el pequeño detalle» que no se advierte cuando se lee con rapidez una de sus historietas.

«Se trata un poco de hacer una pausa y decir, vamos a aislar una viñeta y a mirar esto como miraríamos un catálogo de arte, y de ahí el formato grande de este libro, para dar valor al dibujo, acompañado con un pequeño texto explicativo», relata el autor.

El humor de las historietas de Ibáñez entronca con lo que se llamó la «escuela Bruguera», con una mirada un poco gamberra e incluso cáustica, que sorteaba la censura franquista, y es también heredero del cine cómico mudo, repleto de persecuciones, caídas y tortazos, conocido con el término inglés «slapstick».

«Él siempre decía que estaba muy influenciado por el ‘celuloide rancio’, el de Chaplin, Harold Lloyd o ‘el Gordo y el Flaco’, y Mortadelo viene de esa tradición, pero luego hay mucho más, por ejemplo el humor absurdo», aclara el crítico de cómic.

En este sentido, resalta que si algo caracteriza su obra «es lo absurdo de las situaciones en las que pone a sus personajes, y juega con las confusiones y los equívocos, también con el uso cómico de la lengua, jugando con los dobles sentidos o la semejanza fonética entre palabras».

Sus famosos personajes Mortadelo y Filemón empezaron como una versión cómica de Sherlock Holmes y el doctor Watson, aprovechando además que la pareja «es algo que funciona mucho en el humor, pues da mucho juego con las réplicas».

De la variada galería de personajes de Ibáñez, el dibujante tenía al cegato Rompetechos como uno de sus favoritos, «pues era una especie de ‘alter ego’ porque compartían los problemas de visión», destaca Canyissà.

También pone el acento en la serie 13, Rue del Percebe, «que es una propuesta muy original, porque no es exactamente una historieta, sino una serie de chistes aislados, pero cuando lo vas leyendo ves que entre ellos hay una relación y entre una entrega y otra observas que lo que ocurre en cada piso va evolucionando».

Una de las características de Ibáñez era que proyectaba su humor a toda clase de situaciones y personajes: «se ríe de los políticos, de los empresarios, de los chapuceros, de los miopes, como era él, o de los propios dibujantes de cómics…, al final se ríe de todo».

Reconoce que algunos de sus gags hoy en día serían «políticamente incorrectos», pero dice que «a Ibáñez hay que tomarlo como es, y la virtud que tiene es que nos hace reír de todo, y reírse de uno mismo ya es un punto de partida de su humor».

Opina Jordi Canyissà que, pese a que Ibáñez dejó abierta la puerta a que otros dibujantes tomaran el relevo de sus personajes, «será algo muy difícil, porque habría que encontrar a alguien que dibuje como él y, sobre todo, que reproduzca ese humor en un guión, que es lo difícil».