Cuadros, muebles, porcelanas y objetos personales de Eugenia de Montijo se exponen en el Palacio de Liria para acercar al visitante a la vida y el legado de quien llegó a ser emperatriz de Francia.
Cuadros, muebles, porcelanas y objetos personales de Eugenia de Montijo se exponen en el Palacio de Liria para acercar al visitante a la vida y el legado de quien llegó a ser emperatriz de Francia.
“Era una persona muy culta, que le gustaba mucho el arte y fue muy importante en la época, por ejemplo en el desarrollo de la industria textil, y fue muy buena y también muy guapa”, ha señalado hoy el actual duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart y Martinez de Irujo, que ha participado brevemente en la presentación de esta iniciativa.
El Palacio de Liria, que en 2019 abrió sus puertas de manera permanente como museo, ha reformado su itinerario -que siempre es guiado- para acercar al visitante el personaje de Eugenia de Montijo.
La española, una de las mujeres más famosas de su época por su matrimonio con Napoleón III, era hermana de su tatarabuela, María Francisca de Sales Portocarrero, más conocida como Paca Alba, XV Duquesa de Alba.
Al fallecer sin herederos -en el Palacio de Liria en 1920-, gran parte de su herencia fue legada a la Casa de Alba y hoy se puede admirar en la visita.
Todas las estancias del recorrido incluyen, desde hoy y hasta diciembre, objetos de la entonces emperatriz, desde parte de su colección de artes decorativas a objetos personales, pero también cuadros que hasta ahora habían permanecido en las salas privadas de la familia. El Palacio también ha abierto dos salas habitualmente permanecen cerradas al recorrido.
Dos de los cuadros más importantes, y que se ven por primera vez, corresponden a Eugenia de Montijo y a su hermana Paca de Alba, pintados por Federico Madrazo.
Ambas hermanas aparecen muy jóvenes. Eugenia de Montijo, apenas sin joyas, con un vestido de raso blanco, sin miriñaque, el incómodo corsé obligatorio según los códigos de vestimenta de la época.
“Paca lleva miriñaque pero Eguenia no, siempre fue muy adelantada a su tiempo, prefería optar por trajes más cómodos. Fue una mujer que creó tendencia, toda una árbitro de la moda”, explica Álvaro Romero Sánchez-Arjona, miembro de la Fundación Alba.
La moda fue uno de los apartados más destacados de su vida social: fue patrocinadora de la industria textil francesa y del modisto inglés Charles Fréderic Worth, creador de la alta costura femenina, a quien, por ejemplo, pidió que le hiciera cien trajes para la inauguración del Canal de Suez.
Las dos hermanas fueron educadas en Francia, donde su familia se trasladó después de que su padre, Cipriano Portocarrero y Palafox, fuera desterrado tras combatir junto a los franceses en la Guerra de Independencia. Cuando su padre murió, su madre se encargó de casar a ambas: a una con el Duque de Alba y a la otra con el nuevo emperador de Francia, Napoleón III.
Entre ellas hablaban francés, como se puede ver en alguna de las cartas que se muestran en la biblioteca. También se expone el intercambio de misivas con personajes famosos de la historia como Sisi Emperatriz, la Reina Victoria de Inglaterra, o el Kaiser II de Inglaterra. La biblioteca de Liria guarda más de 350 legajos de la emperatriz.
“Su vida fue un camino de alegrías y penas”, resume Romero Sánchez-Arjona.
Su llegada al trono con Napoleón III no fue como había pensado, ya que su condición de extranjera hizo que no fuera bien recibida por la corte ni el pueblo, como tampoco lo fue María Antonieta, con quien se sentía muy identificada.
Cuando llegó la III República, huyó de Francia temiendo un final como el de la entonces emperatriz y se exilió a Inglaterra. Allí, tres años más tarde, moriría el emperador por una enfermedad, y seis años más tarde, su hijo, en la guerra anglo-zulú, en Sudáfrica. La emperatriz le sobrevivió 40 años, en los que siempre vistió de luto.
Curiosamente murió en el Palacio de Liria, donde solía residir cuando visitaba España, algo que hacía muy habitualmente, ya que estaba muy unida al entonces Duque de Alba, su sobrino-nieto. En el recorrido se puede ver una foto de sus últimas semanas.
Cuando murió se encontraba en España para ser operada de cataratas, algo que estaba deseando para poder volver leer «El Quijote», una de sus grandes aficiones. “Era una persona muy culta”, subraya Romero.
Como prueba de la cercana relación con su sobrino nieto se ha incluido un retrato del aristócrata pintado por Sorolla, que mandó hacer para regalárselo a su tía y que suele estar en el Palacio de Dueñas.
Eugenia Montijo dejó a su sobrino nieto gran parte de su colección de cuadros de Winterhalter, Sorolla o Madrazo, así como una extensa colección de artes decorativas que incluye porcelanas de Sèvres, o una gran colección de relojes, muchos de ellos incluidos de manera permanente en el itinerario.
Fuente: © EFE 2021