Álvaro Mellizo
El Cairo, 22 nov (EFE).- El próximo 30 de noviembre arranca en Dubái la Cumbre del Clima COP28, la mayor y más importante reunión anual para abordar la crisis del calentamiento global, que congregará tanto a importantes figuras políticas mundiales como a miles de activistas y otros actores económicos, industriales y sociales para un debate clave para el futuro climático mundial.
Estos son los aspectos claves de la reunión:
¿Qué es la COP28?
Es la 28 Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).
Las «Partes», en este caso, son los 197 países o entidades soberanas que se han adherido a esta convención, además de la Unión Europea (UE).
Estas «Partes» envían delegados para consensuar medidas y evaluar avances en los objetivos del Protocolo de Kioto o el Acuerdo de París para luchar contra el cambio climático, limitar las emisiones de gases de efecto invernadero, establecer mecanismos de ayuda y compensación para los afectados por la crisis climática e impulsar medidas para una transición energética justa y equilibrada.
Más allá de las reuniones políticas y técnicas, la COP28 ofrece un espacio en donde por casi dos semanas se congregarán decenas de miles de activistas, políticos, líderes religiosos e indígenas, cabilderos energéticos, empresarios, científicos, expertos y periodistas, todos abocados a buscar soluciones para esta crisis.
¿Qué se discute?
Dentro del lenguaje técnico que domina en las COP, los principales temas que se discuten se agrupan bajo los nombres de «adaptación», «mitigación» y, más recientemente, «pérdidas y daños».
La «adaptación» hace referencia a las medidas que hay que adoptar para reducir los impactos del cambio climático. La «mitigación» aborda las transformaciones industriales, sociales y económicas necesarias para reducir lo máximo posible las emisiones que están detrás del calentamiento global.
«Pérdidas y daños» apunta a las compensaciones que deben recibir los países en desarrollo que más sufren los impactos de esta crisis, de la que no han sido responsables.
De forma transversal se discute la financiación -quién paga qué cosa y cómo- y la justicia climática – que las medidas que se tomen sean proporcionales tanto a la capacidad como a la responsabilidad de cada uno-.
Como gran novedad este año, la COP28 revisará también lo que se conoce como «Balance Global», el primer análisis de acción climática que la ONU lleva a cabo desde la entrada en vigor del Acuerdo de París, cuyos avances publicados en septiembre señalan que el mundo está «muy lejos» de cumplir las metas acordadas en la capital francesa.
¿Cómo estamos ahora?
Entre las Partes hay pocas dudas sobre la necesidad de abordar la emergencia climática. Las prioridades, sin embargo, son muy diferentes.
La «mitigación» es central para la UE y sus Estados miembros, que abogan agresivamente por mantener el límite de calentamiento global en 1,5º grados por encima de la media de la era preindustrial, tal y como estableció el Acuerdo de París en 2015.
Para ello, piden directamente la extinción del uso de combustibles fósiles.
Pero eso es anatema para productores de hidrocarburos como Emiratos Árabes Unidos (EAU), el anfitrión de la COP28, y muchos países pobres, pero ricos en esos recursos, que necesitan explotar para poder desarrollarse.
Defienden que si bien hay que recortar el uso de hidrocarburos, estos siguen siendo imprescindibles al menos durante la transición a nuevas fuentes de energía, y por tanto hay que seguir financiando e impulsando su producción.
La «adaptación» es por tanto la clave para estos últimos, que defienden por ejemplo un mayor esfuerzo en desarrollar tecnologías para paliar los efectos de la producción y uso de hidrocarburos.
Esto se debe hacer con una financiación justa y asequible sin que los prestamistas, los países desarrollados, impongan sus condiciones.
Países en desarrollo sin recursos energéticos – y favorables a la extinción de los hidrocarburos- presionan por su parte para que se establezca lo antes posible un fondo de pérdidas y daños, cuyo capital y su gestión (quién, cómo, cuándo y bajo qué criterios se paga), es motivo también de tensiones.
El Sur Global quiere establecer un organismo independiente que gestione las ayudas (sin generar deudas, por ejemplo), mientras que los países ricos quieren que sea el Banco Mundial -con sus propios criterios- quien lo haga.
Carne de polémica
La relevancia que ha ido ganando la COP como instrumento de política global ha ido acompañado de intereses sociales y empresariales, estos últimos cada vez más fuertes y activos.
Este año es significativo que el presidente encargado de la reunión, Sultan al Yaber, sea también ministro de Industria de EAU y director gerente de la Compañía Nacional de Petróleo de Abu Dabi (ADNOC, en inglés).
Varios críticos ecologistas han expresado sus dudas sobre la posibilidad de que se obtengan resultados positivos de la reunión teniendo «a un lobo al cuidado de las ovejas».
Otros analistas apuntan sin embargo que toda acción climática debe ser consensuada y común, y eso incluye también a las empresas energéticas y los países productores de hidrocarburos, sin cuya participación tampoco se podrá obtener resultados.
También hay protestas ante el hecho de que una reunión tan importante se haga en un país con un registro pobre en libertades civiles y en donde no existe una opinión pública libre, lo que dificulta que todos los actores sociales puedan tener voz en estas discusiones.