La desinformación, un problema de seguridad, según los científicos

La desinformación, los bulos o la falsificación voluntaria de las noticias es, y más en el ámbito de la ciencia y la salud, un problema social muy relevante, pero también una amenaza para la seguridad de muchos países, según ha puesto de relieve un equipo de científicos.

La desinformación, los bulos o la falsificación voluntaria de las noticias es, y más en el ámbito de la ciencia y la salud, un problema social muy relevante, pero también una amenaza para la seguridad de muchos países, según ha puesto de relieve un equipo de científicos.

El Grupo de Trabajo Multidisciplinar (GTM), que asesora al Ministerio de Ciencia en materias científicas relacionadas con la covid-19 desde el inicio de la pandemia, ha dedicado su último informe a «Entender y combatir la desinformación sobre ciencia y salud», en un estudio que ha coordinado el catedrático de Periodismo de la Universidad de Navarra Ramón Salaverría.

El equipo del GTM está integrado por 16 investigadores de diferentes áreas de la ciencia y de la tecnología, entre ellos (como presidente) el catedrático y nutricionista José María Ordovás, director del Laboratorio de Nutrición y Genómica de la Universidad de Tufts de Boston; y del mismo forman parte además varios catedráticos de Economía, expertos en biodiversidad, en inteligencia artificial, matemáticos o especialistas en bioética y derecho.

El informe que ha coordinado el catedrático Ramón Salaverría repasa algunas de las iniciativas periodísticas de verificación que se han puesto en marcha durante los últimos meses para contrarrestar los bulos y las falsedades, y entre ellas el servicio de «EFE Verifica» que impulsó la Agencia EFE y que ha servido -constata el informe- para verificar un gran número de falsedades sobre la pandemia causada por la covid-19.

La pandemia ha sido desde el comienzo un foco constante de noticias, lo que ha propiciado la difusión de todo tipo de contenidos falsos «con las consiguientes consecuencias negativas para la ciudadanía y perjuicios para la salud pública», han corroborado los autores del informe, que han constatado que la mayor parte de las falsedades se centra, en el último periodo, en las vacunas.

El estudio hace referencia a los mensajes difundidos mediante aplicaciones de mensajería, a las anotaciones «conspiranoicas» en las redes sociales, a vídeos de supuestos expertos, informaciones erróneas deslizadas por algunos medios, e incluso a declaraciones falsas por parte de algunos políticos y personalidades públicas, y analiza cómo han ido evolucionando desde el comienzo de la pandemia a principios de 2020.

Parte el informe de que un cierto número de contenidos erróneos es inherente a la comunicación pública (por confusiones, melentendidos o equívocos involuntarios), pero centra el problema de la desinformación en las falsedades deliberadas y en cómo internet y las redes sociales han contribuido a diseminar en mayor número, con más inmediatez y con mayor alcance los embustes.

Los investigadores han concluido que la desinformación trasciende ya a los medios de comunicación y se ha instalado principalmente en los ámbitos en los que se dirimen las disputas políticas, como las redes sociales y las aplicaciones de mensajería, en las que no existen «filtros» informativos.

Entre las recomendaciones para minimizar los efectos, el informe aboga por utilizar el término «desinformación» y desterrar el de «fake news»; no sólo porque exista una traducción perfecta en español, sino porque esa expresión sitúa el problema casi de forma exclusiva en el ámbito de los medios periodísticos.

Sugieren además los expertos en el último informe que han entregado al ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque, la importancia de promover una «cultura de transparencia» desde las instituciones públicas y privadas para que cualquier ciudadano pueda acceder a la información sobre las actividades públicas; o de activar sistemas de alerta temprana y de respuesta rápida ante la desinformación para atajar con rapidez un bulo.

Los investigadores plantean además que se impulse la «alfabetización mediática» para que los ciudadanos aprendan y entiendan la importancia de obtener información de calidad y de fuentes solventes, para que sean capaces de identificar los contenidos potencialmente falsos y para que valoren «la verdad».

En el caso concreto de la pandemia, el informe del GTM sugiere la creación de una base de datos o repositorio de acceso público sobre contenidos desinformativos en torno a la covid-19, ya que la ausencia de este tipo de fondos documentales supone «un serio obstáculo» para estudiar la desinformación y por lo tanto para tratar de contenerla.

Fuente: © EFE 2021