Buenos Aires, 9 mar (EFE).- «Una amiga me dijo: ‘Iris, no, no lo busques más, al ‘Negrito’ ya lo mataron'». Entre lágrimas, el testimonio de Iris Pereyra de Avellaneda en el juicio que hace 38 años condenó a la dictadura que asesinó salvajemente a su hijo se cuela en «Argentina, 1985», que está cerca de ganar el Óscar.
«No me callo, no bajo los brazos y sigo pidiendo justicia», cuenta la hoy anciana en una charla con EFE.
«Ojalá la película tenga suerte y siga demostrando en los colegios, universidades, en todos lados, lo que se vivió, que fue algo tremendamente terrible», relata la veterana activista, que a los 83 años explica con entereza su desgarradora historia de secuestros, torturas y cárcel, incluida la pérdida de su hijo, de 15 años, cuyo cadáver apareció en la costa uruguaya tras ser arrojado desde un ‘vuelo de la muerte’.
La película dirigida por Santiago Mitre recrea el juicio en el que, en 1985, se condenó a los comandantes del último régimen de facto argentino por el sistema represivo ilegal desplegado entre 1976 y 1983. El film, que este domingo podría alzarse con el galardón a Mejor Película Extranjera, incluye fragmentos de testimonios del juicio original.
Es el caso de Iris, a la que se ve relatar, con 46 años, cómo, al ser liberada en 1978 tras dos años presa, salió «decidida» a encontrar a su hijo Floreal, el ‘Negrito’, que también había sido secuestrado. Y cómo una amiga le contó que fue asesinado.
EL SECUESTRO
El 15 de abril de 1976, un grupo irrumpió en el domicilio de Pereyra, en la localidad bonaerense de Munro, y se llevó a ella y su hijo, mientras que el padre de familia, delegado sindical en una fábrica y militante del Partido Comunista, escapó por el techo.
«La revancha fue llevarnos secuestrados a nosotros dos, al Negrito, que tenía 15 años, una criatura que no tenia maldad de ninguna clase, que se había afiliado a la Federación Juvenil Comunista», señala.
De ahí, madre e hijo fueron trasladados a una comisaría donde fueron brutalmente torturados: «En un momento me lo traen al ‘Negrito’ y me dice: ‘Mami, decí que papi se escapó’, porque se ve que con la tortura lo tenían a mal traer para que dijera dónde estaba su papá. Y no le pudieron sacar nada».
Iris no volvió a ver a su hijo.
«Me tenían atada en una canilla (grifo) en el baño en la comisaría cuando me hacen el careo con él. Me sacan en un coche y me llevan a Campo de Mayo, un centro clandestino donde hubo más de 7.000 desaparecidos. Ahí estuve 15 días secuestrada recibiendo hasta simulacros de fusilamiento», señala.
De ese terrible lugar -adonde se supo que también había sido llevado su hijo-, señalada por comunista fue llevada a una cárcel, y a fines de 1977 a otra, hasta su liberación en julio de 1978.
¿DÓNDE ESTÁ EL ‘NEGRITO’?
Al quedar libre, Iris optó, por seguridad, por no juntarse inmediatamente con su esposo, que nunca fue detenido, y fue a casa de una amiga.
No tardó en saber que el cuerpo del ‘Negrito’ había aparecido, en mayo de 1976 y según publicó la prensa, en la costa uruguaya con otros cadáveres de personas torturadas arrojadas desde el aire, uno de los procedimientos del terrorismo estatal.
«Un barco pesquero que se iba arrimando a la costa, cuando levantaba la ola levantaba bolsas negras, y por la orilla andaba un fotógrafo sueco con su hijo y sacó 330 fotos de los nueve cadáveres que habían aparecido», describe.
Cuenta que solo dos fueron identificados, entre ellos Floreal -«atado de pies y manos» y asesinado por «empalamiento»-, gracias al tatuaje que tenía de un corazón y sus iniciales.
Pero en tiempos de estrecha colaboración entre las dictaduras argentina y uruguaya, el cadáver volvió a desaparecer.
En 1980, Iris y su marido, que además de Floreal tenían otra hija, engendraron un tercer bebé. Aún recuerda las secuelas que le produjeron las quemaduras que los torturadores le habían provocado en las glándulas mamarias.
«Después de que salí en libertad, nos unimos mucho más (con su esposo) de lo que ya estábamos. Fuimos militantes, nos llevamos muy bien, pero perder un hijo como lo perdimos fue tremendo», indica.
Ya en democracia, en 1985 iniciaron un peregrinar judicial en Uruguay por el caso del ‘Negrito’, sin suerte. Fue en 2009 cuando un tribunal argentino condenó a los responsables del asesinato.
«Espero que se pudran en la cárcel», sentencia Pereyra, que enviudó en 2010 y hoy preside la Liga Argentina por los Derechos Humanos como una «militante de primera» que sigue y seguirá «pidiendo justicia».
Rodrigo García