Dubái, 9 dic (EFE).- El papel de la población autóctona en la conservación del patrimonio natural y cultural cobra especial importancia para mitigar los efectos del cambio climático sobre los lugares protegidos por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
«La comunidad local mantiene viva prácticas tradicionales de cuidado de la tierra, los bosques y el entorno que ayudan a preservar la naturaleza y evitan las emisiones de gases de efecto invernadero», explicó el coordinador del programa del Centro Internacional para el Cambio Climático y Desarrollo (ICCCAD, en inglés) de Bangladesh, Savio Rozario, en la Cumbre del Clima (COP28), en Dubái.
Rozario tiene claro que todo lo que afecte a los bosques afecta a la población, de ahí que destaque su papel activo para proteger el entorno con el que «mantiene lazos espirituales y culturales» que han evolucionado en paralelo a la evolución y desarrollo del pueblo.
Actualmente, el listado de Patrimonio Mundial de la Unesco cuenta con 227 sitios naturales, después de que el Comité inscribiera nueve lugares más durante la 45 Convención que tuvo lugar en Riad (Arabia Saudí) el pasado mes de septiembre.
Combatir el deterioro
Durante esa cita, la directora general de la Unesco, Audrey Azoulay, anunció el compromiso del organismo de formar para luchar contra el deterioro que ocasiona la crisis climática en sitios considerados Patrimonio Mundial, afectados por las altas temperaturas, las inundaciones devastadoras y la erosión costera.
Pero no solo los sitios naturales sufren los efectos de la crisis climática, sino también los 933 bienes culturales y los 39 mixtos que conforman el total de 1.199 espacios considerados patrimonio de la humanidad por este organismo de la ONU, de los que 56 están en peligro por una mala gestión, como consecuencia de conflictos o por el impacto climático.
De hecho, este año Venecia y su laguna se libró de entrar en la lista de patrimonio en peligro de la que era candidata dado los efectos nocivos del turismo de masas y del cambio climático, que degrada la estructura de sus edificios sumergidos en canales y cuyo nivel de agua aumenta lentamente en paralelo a la subida del nivel del mar.
En el lado opuesto están las Tumbas de los Reyes de Buganda en Kasubi, en Uganda, que el Comité eliminó del listado en peligro por los esfuerzos del Ejecutivo ugandés para restaurar este bien patrimonial tras 13 años de trabajo para recuperarlo de los efectos de un devastador incendio.
Con el fin de proteger el patrimonio, la Unesco se marcó como objetivo aumentar la capacidad de los Estados Parte para gestionar el impacto del cambio climático en estos bienes de manera efectiva y sostenible y así «seguir transmitiendo su valor universal excepcional» al tiempo que se apoya el desarrollo sostenible.
«La gestión de bienes resilientes del Patrimonio Mundial requiere diseñar e implementar medidas de adaptación apropiadas, complementadas con actividades que contribuyan a la gestión del riesgo de desastres, la mitigación del cambio climático y el desarrollo sostenible», publica el Comité en su web.
Con todo, Azoulay hizo hincapié en «poner el patrimonio en un lugar más alto en la agenda de políticas públicas» en paralelo al refuerzo del papel de las poblaciones locales y los pueblos indígenas en la identificación y salvaguardia de los sitios.
Las soluciones deben ser inclusivas, cooperativas y conectadas para que sean efectivas y protejan el legado frente a la crisis climática, concluyó Rozario.
Rosa Soto