Irene Martín Morales
Alhaurín el Grande (Málaga), 23 mar (EFE).- Casi veinticuatro meses de trabajo le ha costado a la vecina de Alhaurín el Grande Antonia Ortuño bordar letra a letra, puntada tras puntada, una versión reducida del libro de El Quijote de Miguel de Cervantes, que retoma sus andanzas en este trabajo de artesanía, fruto de años de oficio, destreza y paciencia.
«Me he dado cuenta de que con la máquina de coser puedo hacer cualquier cosa», explica a EFE Ortuño, que predica su «pasión» por el bordado, con el que da rienda suelta a su imaginación a diario y que aprendió de niña junto a su madre.
Asegura que El Quijote ha sido una de las obras «más importantes» para ella y la resume y adapta en veinticinco páginas desde una versión de Martín de Riquer, para que se entienda «de una forma más sencilla» y se vea «lo que es y lo que significa» toda la historia.
«Primero utilizo el papel para hacer la estructura o patrones y después voy trasladándolo a la tela, pasando del bolígrafo a la aguja y a los hilos de colores, a la vez que voy preparándolo para encuadernarlo también a mano», detalla.
Con su máquina a pedal, Ortuño ha elaborado también un belén, cuentos variados, libros de cocina y poemas, entre otras obras hechas por ella, que exhibe en su propio «museo», ubicado en el interior de la mercería del pueblo de Alhaurín el Grande que regenta.
«Los libros son como si fuesen hijos míos, son tantas las horas que le dedico que es difícil ponerles precio, se trata más de un valor sentimental», afirma.
Si bien reconoce que su forma de coser no es un «bordado a mano» al uso, mantiene que para ella su máquina es «una herramienta que sirve para aligerar más» y con la que tiene la libertad «para ponerle o quitarle color o brillo», a diferencia de las nuevas máquinas bordadoras que reproducen la imagen tal cual, sin permitir modificaciones.
Años atrás, esta vecina se dedicaba solamente a bordar sábanas, toallas, mantelería y ropa de hogar, pero desde hace un tiempo descubrió que podía ir mucho más allá y «pintar cuadros, dibujar o escribir», por lo que optó por llevar a cabo retos «más laboriosos».
«Tengo muchas ideas en marcha y ya voy teniendo una edad, lo que quiero es realizar todos mis proyectos antes de irme al otro barrio», bromea Ortuño, que reconoce que deja sus otras labores en la mercería en segundo plano para ello.
El deseo de Antonia Ortuño es trasladar su pasión por el bordado a sus nietas pequeñas, para que sepan «lo que significa la aguja, el hilo y lo que se puede hacer con ello», tal y como lo hizo su madre con ella, enseñándole el «cariño» por la costura y dejándole su preciada máquina, que le ha servido para ganarse la vida.
«Me apasiona este trabajo; si yo estuviera todas las horas cosiendo no me cansaría», concluye.