Lugo, 29 sep (EFE).- Con el objetivo de saldar una «cuenta pendiente» con Galicia, Lorenzo Silva lleva a los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro a resolver el crimen de una joven peregrina catalana en pleno Camino de Santiago en «La llama de Focea», un suceso que le hará recordar la Barcelona de 1992 y volver a visitar la del 2019, donde «fracasó» el «procés».
A falta de unos meses para que la saga de Bevilacqua cumpla un cuarto de siglo, Silva indica con seguridad dónde se encontró el cadáver de Queralt Bonmatí en la ribera del río Oribio a su paso por el municipio de Samos (Lugo) y lo hace con la certera mirada de quien conoce a los personajes que protagonizan la trigésima entrega de esta serie policíaca (publicada ayer por Destino).
Pero, pese a que la trama sucede en Galicia, lugar donde en estos más de 20 años no había estado su viajera pareja de guardias civiles, Silva (Madrid, 1966) ha reconocido en el escenario del crimen de la novela que el «fracaso» del independentismo catalán está presente en la trama de esta entrega, «al igual que están también los fracasos profesionales y vitales» del subteniente Bevilacqua.
«No quería hacer una novela sobre el ‘procés’ porque ya es demasiado tarde, o temprano, pero sí me interesaba que la conmoción que ha causado en la sociedad española y catalana formara parte del paisaje», ha afirmado el autor de esta saga que nació en 1998 con «El lejano país de los estanques».
En concreto, en «La llama de Focea» Bevilacqua y su compañera Virginia Chamorro investigan el hallazgo del cuerpo de esa una joven peregrina catalana, hija de Ferran Bonmatí, un expolítico y exitoso empresario muy ligado a la causa independentista que se encuentra en el radar de la justicia. Un asesinato que lleva al subteniente a tener que recordar el independentismo de la Barcelona de 1992, año en el que eran jóvenes muchos de los dirigentes independentistas que protagonizaron los altercados de 2019.
Una «mirada comprometida» con Cataluña que convierte en un ejercicio de memoria histórica de la mano de algunas lecturas que hace Bevilacqua en su periplo catalán, como «Otra historia de Cataluña», de Marcelo Capdeferro.
Con cierta preocupación por la España actual, Silva también pone el foco de atención en la corrupción rusa que entra de lleno en la lucha independentista que lleva el padre de la víctima.
«Hay una ley española que posibilita el blanqueo de dinero ruso, porque, si alguien invierte más de 500.000 euros, puede conseguir la nacionalidad (…) Hemos vendido residencias a criminales rusos; todo Occidente lo ha permitido en Cataluña, gente que estaba en la sala de máquinas del ‘procés’ se alió con ellos», ha advertido, al tiempo que ha destacado la «pérdida de consensos» que ha tenido España en los últimos años. Una España, ha añadido, que «avanza con varios palos en las ruedas».
Feliz de que Bevilacqua sea su particular «gordo de Navidad», Silva ha reconocido que, pese a que en esta entrega viaja a sus «entrañas», no es el final de la saga, ya que pretende aportar otras tres novelas más, porque, ha recordado, a su protagonista aún le quedan cuatro años para jubilarse del cuerpo de la Guardia Civil.
En cuanto al título, este ávido lector de los clásicos griegos ha afirmado que se trata de un homenaje a Heródoto, quien escribió que los foceos fueron los primeros griegos que realizaron largos viajes por mar, así como los que fundaron la colonia de Ampurias (Gerona), «los primeros catalanes». Un pueblo que llevaba siempre encendida una llama para «transmitir el espíritu» de sus colonias.
«La llama representa muchas cosas, no sólo las hogueras del otoño de 2019 en Barcelona, sino también esa llama que pasamos de padres a hijos», ha explicado acerca de esa transmisión de valores que Bonmatí pasó a su hija, uno de los puntos fuertes de la novela; y los que el propio subteniente pasa a su hijo, uno de los protagonistas que más le hacen reflexionar en esta historia donde Silva ha dado mucha potencia a los personajes femeninos.
Rodeado de ese verde que aún tiñe Galicia antes de que el otoño entre de lleno, Silva regresa a esta tierra que conoce bien porque trabajó aquí algunos años en Unión Fenosa gracias a su otra profesión, la de abogado. Porque, pese a que con 17 años decidió que iba a ser escritor, también tuvo claro que estudiaría Derecho, porque de escritor «no se podía vivir siempre».
Pilar Martín.